Capítulo 27

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—Mi señor, los reyes de las tierras Hermíferas solicitan de forma urgente hablar con usted.

—No sé que tierras son esas, y no me interesa tampoco tener ningún contacto con ellos —pronunció desinteresado Eraztek.

—Mi señor, es el continente de las hadas.

Eraztek miró a su oficial, y luego suspiró.

—Que pasen —pronunció con molestia.

A él no le interesaba tener aliados, y mucho menos contacto con otros reinos.

Minutos después, un hombre de cabello negro, y una mujer de cabello anaranjado, entraron a la sala del trono, vestidos con adornados trajes, llenos de oro y piedras preciosas.

Detrás de ellos, entraron tres personas más, dos oficiales quizás de su corte, y una tercera persona que no podía ver con claridad, ya que estaba detrás de los reyes.

Eraztek miró a sus oficiales, para que estuvieran alerta ante cualquier incidente.

—Rey de Mawelk, nos honra que haya aceptado nuestra visita.

—Dejemos las formalidades de lado, y díganme para que están aquí —pronunció sin más.

—Nuestras tierras están siendo azotadas por un demonio de fuego —explicó el rey—. Se sabe, que ese demonio es producto de una bruja proveniente de éstas tierras. Esa bruja, era la antigua reina de éste lugar, la consorte del rey Melok.

—Esa bruja no es nada de nuestro reino, y desde que Melok murió, ella fue desterrada de nuestras tierras. Lo que sea que esté provocando, no es asunto de Mawelk.

—Es asunto de ustedes, porque ella es producto de su antiguo rey. Nosotros no hemos venido a crear una confrontación, al contrario, estamos aquí para solicitar refuerzos por parte de sus soldados para acabar con ella y el demonio que soltó. Cómo muestra de paz y unión entre nuestros reinos, nuestra hija será dada como esposa.

Eraztek los observó aturdido, y ambos reyes se hicieron a un lado, revelando la figura de una joven mujer delgada, cubierta con una especie de velo, que le cubría la cabeza y el rostro.

La muchacha se lo quitó suavemente, y Eraztek se encontró con una jovencita de cabello negro, facciones suaves, y piel pálida, poseedora de unos ojos azules oscuros.

—Mawelk no acepta mujeres en su reino, la última vez que hubo una, sólo trajo desgracias con ella —masculló Eraztek.

Deik rodó los ojos y se acercó hasta su rey.

—Mi señor quiere decir que nuestro reino únicamente está constituido por hombres, pero que le honra la propuesta, aunque debe rechazarla —explicó el consejero.

—Que ustedes rechacen a la princesa de Hemíferas, es una deshonra para nuestro pueblo —pronunció serio él rey—. Está despreciando nuestra posesión más valiosa.

—Tómenlo como más les guste —profirió el joven rey.

—Eraztek —murmuró Deik, mirándolo, antes de dirigirse a los reyes nuevamente—. Mis señores, el rey evaluará su proposición buscando la resolución más beneficiosa para ambos reinos. Por favor, acepten quedarse en nuestro palacio, hasta que nuestro soberano llega a una respuesta certera y satisfactoria para ambos lados.

El rey del reino de las hadas asintió con la cabeza, no muy conforme, observando el rostro molesto de Eraztek, que aún bajo su cráneo de calavera, podía divisar.

En cuántos los oficiales se llevaron a la familia real, Deik miró serio a su rey.

—¿Qué quieres conseguir, Eraztek? ¿Más enemigos? ¿Otra guerra? Ya estamos en guerra con este continente, como para entrar en otra confrontación con un continente vecino ¡Y encima todos mágicos! Recuerda que no todos nosotros poseemos luz, no puedes exponer a nuestros soldados así.

—No voy a aceptar a la mujer.

—Necesitamos llegar a un acuerdo que nos beneficie, ellos tienen magia, nos ayudarían mucho sus soldados para atrapar a Alessia.

—No tomaré una decisión hasta hablar con Meradia.

—¡Olvídate de Meradia! Ella jamás nos ayudará, y será más productivo que aceptes a esa mujer, a secuestrar a la hija de la bruja. Mira, puedes aceptarla, concretar el matrimonio, y luego cada uno hace su vida por su lado. Podemos ofrecerle la próxima tierra a conquistar, armar allí un castillo, y que ella se quede en esa sección del reino, y tu aquí. Entiende que necesitamos aliados.

—No voy a hacerlo. Melok tomó una mujer, y perdió la razón.

—Tomó una humana sin ningún beneficio por eso. En cambio tú, tomarás un hada, una mujer que además tiene magia, y podría ayudarnos si las cosas se ponen difíciles, sin contar ya con la ayuda de su reino también.

—No lo haré, no me interesa.

—Maldita sea, Eraztek. ¿Puedes dejar tu maldito orgullo de lado? ¡Nuestro pueblo está en riesgo si la nación de hadas se pone en nuestra contra! Ellos tienen magia, nosotros no. Sólo tú y algunos oficiales pueden utilizar magia, los demás están propensos a ser atacados. Deja tu orgullo de lado, y piensa en el bien mayor para todos. Toma a esa mujer como esposa, haz una alianza con su reino, y capturen de una maldita vez a esa bruja desquiciada. Estoy harto de tener que lidiar con los problemas que esa mujer causó, si la hubiese asesinado cuando Melok enfermó, nada de esto habría ocurrido.

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Ofrenda a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora