Capítulo 20

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Sí, le daba mucho asco preparar aquel batido, pero era lo que la bebé necesitaba para alimentarse y crecer... Y para que no la quisiera dañar a ella.

Cada tres horas, la niña se tomaba un batido de vísceras y músculos blandos humanos. Y cómo Melok, la pequeña dormía muy pocas horas al día.

Aunque ahora el azabache estaba durmiendo unas cinco horas, lo cual había preocupado a Alessia. De dormir dos horas, había pasado a cinco de un día a otro.

—Eres una niñita muy linda —sonrió mirando sus enormes ojos rojos—. Y te pareces mucho a tu papá.

La bebé la observó curiosa, mientras tomaba de su biberón. Llevaba ya dos días con ellos, y de a poco, comenzaba a verlos a ambos como sus figuras protectoras.

—¿Te sientas bien?

—Sí, creo que ya no me da tanto asco preparar sus biberones —sonrió sin dejar de ver a la niña—. Melok ¿Ella puede ver en la oscuridad también?

Él se sentó junto a ella en la cama, y pasó lentamente su mano en frente de los ojos de la niña, quién siguió el movimiento con la mirada.

—Sí, sí ve también.

—¿No crees qué es muy bonita? —sonrió tomando una de sus manitos, acariciando suavemente su dedos.

—No, realmente no me parece una criatura bonita. Pero si a ti te lo parece, está bien entonces.

—¿Cómo que no? Si es preciosa. Tiene unos cachetitos hermosos. Melok ¿No sientes nada por ella?

—No.

—Eso suena muy frío —pronunció bajo.

—No siento nada por nadie, a excepción de ti, Alessia.

—Pero es tu hija.

—Tal vez sí hubiese nacido de ti, sentiría algo, pero no.

"•"•"•"

Un oficial entró a la sala de su rey, haciendo una reverencia al estar frente del muchacho, quién ocupaba aquel cargo.

—Soberano, nos han informado que al norte, se han visto criaturas muy parecidas a nosotros. Qué incluso, las brujas se están relacionando con ellos.

Eraztek observó a sus siervos, serio.

—¿Qué tan parecidos a nosotros son?

—Sólo se sabe que muchos humanos han desaparecido, y que los pocos que han podido ver, tienen piel oscura como nuestra raza.

—Brujas, ellas no se relacionarían con nosotros luego de lo que pasó en el pasado, lo que dio lugar a nuestro origen. Todos los aquelarres existentes en el continente, estuvieron y están en nuestra contra. Son enemigas, no aliadas.

—Las criaturas fueron vistas en un pueblo al otro lado del mar, tal vez las brujas de aquel lugar, no siguen con el tratado de Meradia.

—Y el tercer rey, Melok, no fue hallado. Tal vez lo usaron para crear nuevas bestias y usarlas en nuestra contra. Quizás, pensaron que al hacerlo del otro lado del mar, no lo notaríamos. Oficial, envíe espías, que vigilen la zona y traíganme información concreta y real. Debemos saber si son o no Mawelkianos.

Eraztek no era estúpido, sabía desde hacía semanas que se habían robado el cuerpo de Melok, y desde entonces lo habían estado buscando por toda la región.

"•"•"•"

Había insistido, e insistido tanto, que Melok había aceptado intentar enseñarle algo de magia a Alessia. Aunque dudaba realmente que la jovencita pudiera hacer algo.

Los humanos no tenían magia, no tenían capacidad de conservarla, ni transformarla.

—Esa bruja dijo que... Yo veía en la oscuridad ahora porque nosotros teníamos sexo.

—¿Y qué tiene eso? —le inquirió curioso, escribiendo en el suelo.

—Ella cree que por tu semen —pronunció bajo.

Levantó la cabeza y la observó a los ojos.

—Si fuera por eso, tú tendrías que haber sido transformada, o no es así.

—Pero tal vez en mí funciona de otro modo, porque tú no buscas transformarme.

—No creo que sea por eso —le dijo terminando de escribir—. Este es un círculo mágico, si te sientas en el medio, podré ver si tienes la capacidad de conservar magia o no.

—Está bien —le dijo caminando hasta él, parándose dentro, antes de sentarse y observarlo expectante—. Debo hacer algo ahora.

—No, sólo te daré un poco de mi luz.

—¿Qué? No, tu luz es lo que te mantiene vivo, no quiero que hagas eso —le dijo poniéndose de pie rápidamente.

—Será una porción tan pequeña, que lo que cambiará serán sólo unos minutos de mi vida, no hará la diferencia.

—No quiero hacer eso sabiendo que tu vida es la que está en juego.

—No hace la diferencia, siéntate.

Lo miró insegura, y se sentó observándolo desde abajo. Desde esa distancia, más alto y grande se le hacía.

—Quiero que cierres los ojos, respires profundo, estés tranquila, y te relajes. Debes poner tus manos descansado sobre tus muslos, que las palmas queden hacia arriba.

—Está bien ¿Me dolerá?

—No, no te dolerá, tal vez sientas un poco de calor.

—De acuerdo.

Él tocó con la punta de su dedo índice la cabeza de la jovencita, y un pequeño destello de luz blanca entró por su cuerpo, recorriéndolo por completo.

—¿Te sientes bien? —le preguntó al verla sonreír.

—Sí, es sólo que siento como si me estuvieras abrazando. Te siento a ti, es extraño.

—Es porque tienes unas pequeña porción de mi esencia en ti.

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Ofrenda a la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora