MENTIRAS ENTRE CARTAS Y POEMAS

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CAPÍTULO 15.


Pese al frío y la nieve que había comenzado a caer, Candy llegó a su casa acalorada, angustiada se dejó caer sobre su taburete de su tocador, y se miro en el espejo comprobando que tenía las mejillas sonrojadas y los ojos brillantes de emoción, Colocó una mano en su cuello y percibió el latir desbocado de su corazón.

—¡Maldito seas Terrunce Grandchester! Estaba enfadada consigo misma, por dejar que Terrence la alterada tanto. Había sentido su presencia ocupar casi toda la totalidad en el despacho el mismo momento en que hizo su aparición.

Al retirar los ojos del espejo reparo en la carta de Albert, allí debía estar la explicación de aquella descabelladas encerrona que la instaba traer con el indeseable de Terrunce. Porque así como ella lo vivía como una inesperada traición de su difunto esposo. Inspiró hondo y abrió el sobre que el señor Britter le había entregado. Con sólo las primeras líneas, sintió el nudo que le oprimía el estómago.

A partir de ese momento en su mente, fue la voz de Albert la que le susurro cada palabra.

Querida candice;

Si esta carta ha llegado a tus manos es porque la muerte me ha sorprendido de manera inesperada y no he tenido tiempo de explicarte los motivos que desencadenaron mis actos. Lamento haberte dejado así, créeme. Como también Lamento la situación que habrás vivido en el despacho de mi estimado James Britther. Si todo se ha desarrollado como estaba previsto.

Sé qué debes estar muy enfadada puede que incluso decepcionada conmigo. Primero, por haberte dejado sola y después porque ya debe saber que yo fui el protector de Terrunce. Con respecto al primer motivo de tu enfado, espero al menos haberte dicho antes de mi marcha, la imprevista felicidad que me ha aportado nuestro enlace. Una que jamás pensé podría volver a saborear. Gracias por estos años. Sé qué necesitas una explicación sobre Terrunce, como también sé que durante este tiempo, aunque me lo hayas ocultado. Su recuerdo haya aparecido en tú mente más veces de las que te hubiese gustado. Un recuerdo cargado de justificado rencor y deseos de venganza. Lo sé por qué cuando una persona en su juventud se enamora o cree que lo ha hecho, como tú lo hiciste del joven Terrunce, y el actúar de él de forma tan ruin. Como lo hace el recuerdo de aquel sentimiento. No, nos abandona con tanta facilidad como nos gustaría. ¿Cómo puedo explicártelo para que lo entiendas? Quizá desde el principio.


Terrunce apareció en mi club pocos días después de la desgraciada noche de vuestro compromiso. No vino  buscândome a mi sino a la gente que creyó que eran sus amigos, pero cuando se ha perdido todo el honor y se carece de dinero, también desaparecen las amistades.

Me pareció muy valiente por su parte hacer frente a los suyos y obligarlos a posicionarse. Por supuesto no obtuvo ayuda. Lo lleve hasta mi despacho y allí frente a la chimenea con una copa de licor en las manos, vi al hombre que podría llegar a ser. Admire también su valentía al desafiar a la sociedad, a sus padres, y, sí también al tuyo. Porque se necesita mucho valor para agraviar a William White... Sin embargo, él lo hizo con la convención de que nadie más que él era dueño de su destino. Y con el pesar, porque así lo vi de primera mano, de para poder conseguir su libertad, privarte de la tuya. No me concierne a mí excusar su equivocado proceder contigo. Es algo que siempre esperé que él pudiese hacer personalmente, porque me costa que se arrepiente del trato que te fue dispensado. No sé si me comprendes, pero deseé, mientras hablaba con aquel muchacho destrozado por la muerte de su padre, el desapego de su madre y su desgraciado matrimonio, poder haber tenido en el pasado la misma fuerza de voluntad para enfrentarme a una sociedad que dictaba mis actos. Porque si lo hubiese hecho, mi querida Amelia seguiría conmigo. Te conozco, querida mía. Sé que necesitarás un tiempo para asimilar todo esto y que te preguntarás que hubiese sucedido si mi final no nos hubiese sorprendido. Si hubiésemos regresado a londres y el duque hubiese a parecido en nuestras vidas. Te hubiese explicado mirándote a tus enormes ojos verdes lo que acabas de leer, y hubieses discutido conmigo mi decisión. El señor Britther te habrá informado de que te cedo mis negocios. El buen hacer de estos años junto con la formación que te dio tu padre, me han demostrado que estás más qué capacitada para dirigirlos.

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