MENTIRAS ENTRE CARTAS Y POEMAS

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CAPÍTULO 21

—No importa. Yo tengo amor suficiente para los dos —susurró desilusionado, pero con dulzura.

Entre la bruma del sueño, Candice escuchó cerrarse la puerta de su habitación. Sobresaltada, se incorporó para comprobar que todavía no había amanecido y se encontró en la mesilla de noche una planta de pensamientos con una nota.

Gracias por haberme recordado lo que es la felicidad, por permitir conocer tu alma, cuando yo te he entregado la mia. Ahora más que nunca te llevo en mis pensamientos, quédate tú los míos.

Terrunce GrandChester.

Candice sonrió y volvió a recostarse sobre las almohadas. Todavía no podía creer lo intrépida y desinhibida que había sido, cómo se había comportado con Terrunce y lo sobrecogida, tanto a nivel físico como emocional, que estaba.

Al medio día Candice se dirigió a la habitación de lady Camila un poco preocupada. Según la doncella la habitación que ocupaba su amiga estaba intacta. Cuando Candice entró a la habitación lo primero que vio fue el armario, su ropa seguía en su lugar, aunque faltaban un par de vestidos, Empezaba a preocuparse , justo antes de salir del lugar vio una carta en medio de la cama.

En la carta Camila le explicaba que iría a vivir su vida antes de que la vida se le fuera y terminara arrepintiéndose de no haber hecho lo que quería.

Candice admiró la valentía de Camila, pero no evito sentirse preocupada por ella. Esa tarde pasaría con su familia, así pues se preparo para su visita.

Al día siguiente Candice pasó por la habitación de Camila por si había regresado, pero sabía que no. Todavía no. Había pasado las dos noches con él señor Charlie como dijo Camila en su carta. Emocionalmente destrozada, se dirigió al invernadero. Esta vez no se sorprendió de encontrarse a Terrunce allí, pero sí de que una tela cubriera el suelo y él estuviese colocando cojines de varios colores sobre ella. También descubrió una nueva maceta de pensamientos, preciosa, como todas, y de un intenso color amarillo.

—Has venido mucho más pronto --dijo Terrunce--. No me ha dado tiempo de prepararlo. —Sonriendo caminó hacia ella, pero el gesto murió en sus labios cuando advirtió que había llorado y  parecía triste—. ¿Qué te sucede?

Candice no quiso llorar. No delante de él. Pero las lágrimas, traidoras, se rebelaron y rodaron por sus mejillas mientras ella intentaba limpiárselas sin éxito.

—Candy… —susurró preocupado mientras la rodeaba con los brazos y la pegaba a su cuerpo con ternura.

—Lamento que te hayas tomado la molestia, pero hoy no es un buen día para…

—¿ Crees que solo es eso lo que me interesa de ti? —dijo interrumpiéndola con suavidad—. Acepto esta situación porque es la única manera de tenerte. Ella sollozó más fuerte y enterró la cara en su pecho.

—Cuéntamelo, por favor. Deja que te escuche y si está en mi mano, que te ayude.

Las palabras empezaron a brotar de los labios de Candice porque las penas compartidas pesaban menos. Porque entre sus brazos sintió la confianza suficiente para contarle el secreto a voces de su familia y porque necesitaba que él la consolase. Porque por algún motivo, estar pegada a él hacía que pudiese volver a respirar hondo.

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