MENTIRAS ENTRE CARTAS Y POEMAS

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CAPÍTULO 11.

Durante aquellos meses había repasado todos y cada uno de los encuentros que había tenido con ella Como si los viviera por primera vez. Había recordado su tímida sonrisa, aquella que lo había sacado de quicio, y qué ahora anhelaba volver a ver. Rememoró sus besos tímidos pero a la vez entregados, sus jadeos y sus brazos agarrarse a sus hombros. Como si fuese el único hombre que podía salvarla, cuando en realidad fue el causante de su derrumbe. Acercó la carta su rostro y aspiro en busca de aquel aroma floral que recordaba, por supuesto no lo halló, se sintió ridículo y volvió a guardar la carta en el sobre. Aunque deseaba escribir de inmediato una respuesta, tenía que esperar a tener un motivo para comunicarse con ella,

Como ya venía haciendo costumbre, no supo si agradecer al marqués la oportunidad de casarse con ella u odiarlo por mostrarle quién era ella ahora y lo lejos que estaba de conseguir su perdón.

Illinois. Chicago.

24 de septiembre 1827.

Lady Andry:

El cargamento llegó en perfecto estado y la calidad es excelente por lo que es posible, que las ganancias súperen nuestras estimaciones iniciales. De todos modos le doy mi palabra de que procuraré negociar con los comerciantes para sacar el máximo beneficio. Como siempre. Por otro lado, y cambiando de cuestión, no debe preocuparse por lo que yo opine, ni mucho menos pensar que me pueda molestar mantener correspondencia con usted. Confío en el Marqués y en su buen hacer. Si decidió desposarla y que atienda a sus negocios es porque sin duda es una mujer excepcional. Será un placer cartearme con usted. Es más, Lady Andry, es la única persona con la que tengo contacto fuera de este lugar, que si bien es más hermoso y exótico de lo que yo esperaba, no se acerca ni de lejos a la vida londinense. A la espera de su próxima carta.

Jason R.

Candy dobló la carta y la guardo en el archivador en el que almacenaba toda la información sobre los envíos y las cuentas de la venta del algodón en las Industrias orientales.

Jason, ese era el nombre por el que debía dirigirse a él. No le sonaba en absoluto y él no había respondido a su pregunta sobre si la conocía. Posiblemente no, y ella había tenido una impresión equivocada. Al igual que ahora, al leer aquellas letras, había pensado que aquel hombre se sentía solo y agradecía poder cartearse con alguien. Eso le había parecido entender, y lo cierto es que las palabras «hermoso y exótico»

habían despertado su curiosidad. Sacó un bolígrafo del cajón y empezó a derractar una carta nueva.

Ocho meses después...

Illinois, Chicago

8 de Mayo 1828

Escasos invitados acudieron para al cumpleaños de la esposa del Marqués, eran de las haciendas vecinas. Pese a que Albert le ofreció la posibilidad de hacer una fiesta en condiciones en la casa de la capital, Candice no quiso, y él no tuvo que ser muy avispado para saber por qué. Los recuerdos del último cumpleaños de Candy habían vuelto un año después, con la misma fuerza con la que vivió aquellos acontecimientos. Desde hacía varios días Candice estaba más silenciosa y pensativa. Y si a eso se le sumaba las cartas llegadas desde Londres de su padre, Eva y de su amiga Annie, el estado anímico de Candice estaba lejos de ser un motivo decelebración.

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