MENTIRAS ENTRE CARTAS Y POEMAS

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CAPÍTULO 8.

Terry llegó a su apartamento ya era noche, su madre había partido. No encontró ni siquiera una carta de despedida, ni un adiós en boca de Susana, nada. No pudo evitar la misma sensación que había tenido desde niño de que ansiaba desembarazarse de él. Se quitó la chaqueta y aflojó el nudo de su corbata, que parecía querer asfixiarlo.

—¿ Has conseguido dinero? ¿Alguien se ha ofrecido a ayudarte? —Fue el recibimiento de Susana acercándose a él y acosarlo con preguntas.

—Nadie quiere ayudar a un duque caído en desgracia como es mi caso.

—Pero no puede ser. Tiene que haber alguien al que acudir. Habla con William dile que estoy embarazada y que necesitamos un hogar en condiciones para nuestro hijo.

Terry la miró sorprendido.

—Pero no lo estás. Al menos de mí. —Terry habia tenido cuidado de eso.

—No, pero podría estarlo —se acercó y comenzó a desabotonar la camisa—. Necesito cubrir ciertas necesidades a las que he estado acostumbrada últimamente.

Terry no pudo soportar su contacto y se apartó de ella.

—Si son económicas, no puedo ayudarte.

—Tienes que hacerlo. Eres mi esposo y prometiste mantenerme.

—Pues ya ves. Ni para eso valgo.

—Si no lo haces tú, buscaré a alguien que sí lo haga —lo amenazó Susana sin pudor.

Terry se encogió de hombros.

—Si crees que así puedes mantenerte, adelante. —Dijo, cogió de nuevo su chaqueta y salió de aquel apartamento que lo asfixiaba—. Una boca menos que alimentar.

Terrunce anduvo por las calles de Londres, recordando mentalmente a cuántas de sus amistades había visitado o le faltaban por visitar, cuando se vio de pie frente al Gentlemen’s Club. Su inconsciente lo había llevado hasta allí porque sabía que muchos de sus conocidos acostumbraban a visitarlo prácticamente todas las noches. Inspiró hondo y se preparó para los desplantes y comentarios ladinos, pero eso no lo detuvo para entrar.

Tal y como había previsto, los rumores se sucedieron a su paso. Muchos le dieron la espalda y otros lo miraron por encima del hombro. Los obvió a todos hasta llegar a la estancia en la que acostumbraba a reunirse con sus amigos. Y allí estaban, Charlie entre ellos. En cuanto lo vieron, enmudecieron, pero él fingió no haberse dado cuenta de lo que su presencia había enfriado el ambiente.

—Caballeros —los saludó.

—GrandChester—Charlie se levantó para saludarlo, pero el resto permanecieron sentados.

—¿ De qué hablabais? Se os veía muy locuaces. —Terry tomó asiento junto a Charlie.

—No creo que sea de tu incumbencia —respondió uno de ellos.

—Quizá os podría aportar información de primera mano —atacó consciente de que él y sus asuntos personales eran el tema de conversación. Uno de ellos se levantó en silencio y salió de la estancia con discreción. Al momento lo siguieron varios más, hasta que solo quedaron dos aparte de Charlie y él.

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