En las frías aguas

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Título: En las frías aguas.

Universo: Ben Primo

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Cuando lo vio hundirse en aquellas frías aguas, no dudó en arrojarse también. Poco a poco, aquel pequeño cuerpo se perdía en la oscuridad de las aguas, pero él no iba a dejarlo, se negaba a hacerlo. El frio quemaba su piel y sus ojos como pequeñas agujas, pero no dudó en estirar su mano logrando sujetar su pierna. Comenzó a jalarlo, él no mostraba signos de estar consiente, cosa que le hizo aumentar su velocidad.

El oxígeno en sus pulmones ya se había consumido, pero por fin ya tenía el cuerpo del castaño entre sus brazos.

Teniéndolo a él, no dudó en comenzar a nadar a la superficie, tan rápido como sus piernas y su único brazo libre podían ir. Tenía que lograrlo.

Por fin, la primera bocanada de aire llenó sus pulmones, acompañada de una tos ya esperada. Nadó hacia la orilla como pudo, depositando sobre la arena negra el cuerpo inmóvil del muchacho terrícola. Su piel estaba helada, sus labios azules y no lograba distinguir si respiraba.

Sin dudarlo, comenzó a reanimarlo.

Una, dos, tres compresiones en el pecho, siguió la respiración boca a boca.

Una, dos, tres, respiración.

A cada segundo que pasaba, sentía como la vida de su amado iba perdiéndose.

Una, dos, tres, respiración.

Las lágrimas más amargas que hubiera tenido, se aglomeraban en sus ojos dorados acompañando su desesperación. No podía perderlo.

Siempre supo los riesgos de trabajar para los plomeros, pero solo ahora lo sentía de verdad. Solo cuando estaba perdiendo, a la persona que más amaba en el universo. No era un secreto para nadie que ellos danzaban junto a la muerte, Ben tenía demasiados enemigos y él como su compañero, tenía los propios, que los deseaban a ambos muertos. Ahora que la ella estaba frente a él quería gritar, quería maldecir a su dios y a la vida por hacerles eso.

Una, dos, tres, respiración.

- maldita sea – nunca fue de usar groserías, pero se sentía tan desesperado que mandó todo el caballerismo al carajo.

No podía acabar así.

No estaba preparado ni nunca lo estaría, nadie podría.

Sollozó, rogando por él. Sus compresiones fueron decayendo mientras un gemido lastimero surgía de su garganta. El delgado cuerpo no se movía, no reaccionaba.

Con el corazón destrozado, lo abrazó. Lo llamaba, pero él no respondería, no con palabras.

La toz, lo sobresaltó. El cuerpo de Ben se estremeció con pequeños espasmos que acompañaron a la toz. El agua salía de sus pulmones mientras poco a poco el color regresaba a sus mejillas.

- ¿por qué esa cara larga? – preguntó débilmente el joven castaño. Su cuerpo estaba entumecido y no podía mover las piernas, al moverse un poco sintió el dolor de sus huesos luego de aquella horrible pelea contra Kaiber.

- creí que...creí que te perdería – ver a su compañero así de débil era algo que nunca había visto, ahora que recordaba, nunca había visto a Blonko llorar antes.

- eso nunca sucederá – apenas logró sentarse en la húmeda arena, cuando su cuerpo colapsó, pero Rook logró atraparlo sujetándolo contra su pecho – ugh... - hizo una mueca por el dolor pero al ver la preocupación del ravonnaghander sonrió – tranquilo, es solo la fatiga, sabes que soy un hueso duro de roer... ya no llores, estoy aquí.

- pero y si tu suerte se acaba... estuviste a punto de morir... si algo te pasara yo...

El humano acarició la mejilla de su amado, haciendo que lo mirase.

- nunca pasará, jamás te dejaría solo – limpió las lágrimas que habían quedado en sus mejillas – así que tendrás que soportarme el resto de tu vida.

Ambos rieron y mientras esperaban la ayuda, se recostaron en la arena mirándose a los ojos mientras sujetaban sus manos. El frio viento, proveniente del océano no era un inconveniente para ellos, quienes se perdían en el alma del otro.

Blonko sujetó la mano de Ben y la besó delicadamente haciendo que el menor soltara una risa.

Luego de tan estresante momento, era lindo para ellos tener un momento solo para los dos. 

Cuentos Brooken EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora