Algo oculto en el bosque (I)

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Título: Algo oculto en el bosque.

Universo: N/A

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Hace muchos años, cuando la colonización de Estados Unidos estaba apenas iniciando, un pequeño grupo de colonos arribaron al nuevo mundo. Luego de más de una semana en el mar, ellos estaban cansados, pero el deseo de una vida mejor era más fuerte y se adentraron en la tierra desconocida.

Pronto llegaron a un valle, cuya tierra parecía muy fértil y estaba junto a un bosque, lo que les permitiría tener leña para el invierno durante mucho tiempo.

El pequeño grupo instaló las primeras chozas, formando una aldea. El tiempo pasó y los números aumentaron, la aldea comenzó a surgir. Pero entonces las personas comenzaron a desaparecer, más específicamente, aquellas que entraban en el bosque. Algunos pocos, que aparecían días después reportaban la presencia de un monstruo. Uno que era muy grande, como un tigre pero que caminaba en dos patas como un humano, con grandes colmillos y dos grandes y aterradores ojos amarillos.

El pánico cundió entre las personas, pensaron en irse, pero ¿Cómo dejarían algo que les costó tanto tiempo en construir? El invierno estaba demasiado cerca, sería un suicidio hacerlo y ahora había niños entre ellos.

Al final se decidió prohibir el ingreso al bosque, y con la madera que habían logrado tomar de las orillas del mismo, formaron un muro que los protegiera de aquel mal.

En medio de este ambiente, un pequeño niño miraba como sus padres trabajaban arduamente en los campos recogiendo lo que podían de sus siembras. Estornudó cuando una corriente de aire frio rosó su nariz, quizás señal de que pronto nevaría.

Sonrió, a pesar de tener diez años, nunca había visto la nieve y esperaba con ansias poder verla. Y es que él, siendo un niño, no comprendía el miedo de los adultos, a él le gustaba el bosque, siempre lograba encontrar moras y raíces que eran deliciosas o tirarse a los montones de hojas secas y que tronaban cuando las aplastaba con el pie. Además de poder ver los conejos que saltaban de un lado a otro, huyendo cuando él los seguía. Pero ahora que habían prohibido ir, ya no podría ver a los conejos de nuevo ni hacer sonar las hojas.

Bostezó mientras movía de un lado al otro a su muñeco de paja, fingiendo que era un soldado, pero hacer eso cada día era muy aburrido.

Extrañaba salir a recolectar con su madre o cazar con su padre, pero ahora ellos solo se dedicaban al cultivo de hortalizas. Algo para lo que no lo necesitaban para nada.

Sin nada que hacer el pequeño niño colono comenzó a caminar por el pueblo. Todas las personas usaban ropas grises y blancas, manchadas con tierra y carbón. Algunas discutían, otras solo estaban pegadas en su labor.

- ¡te digo yo que esta es una maldición de Dios! – gritó un hombre a otro.

- ¡y yo te digo que es una prueba! ¡Para probar nuestra fe en él!

- ¡si nos quedamos moriremos!

- ¡hay que resistir y él nos recompensara!

- ¡si no nos come esa cosa primero! – Los hombres pararon de discutir al notar como Ben los observaba con curiosidad - ¿no tienes algo que hacer, niño?

Clara señal de que debía irse.

El pequeño castaño siguió caminando, observando todo a su alrededor. Pero no había nada nuevo que ver, todo era tal como el día anterior y seguiría así. Para un niño tan hiperactivo, estar encerrado en un lugar así de encerrado, era agobiante.

Vio una piedra en el camino y la pateó, la piedra rodo unos metros más adelante y el niño la siguió para volver a patearla. Así siguió pateando y atrapando la piedra con su pie de un lado a otro cuando, hasta que en una de sus patadas, la piedra voló con tanta fuerza que rompió un jarrón que estaba lleno de agua.

Cuentos Brooken EndDonde viven las historias. Descúbrelo ahora