Corrí sin dirección. Fuera del palacio. A las calles. Percibía las miradas curiosas y desconcertadas porque ya todos en Tirion conocían al primogénito del AltoPríncipe Nolofinwë. Corrí. Lejos de mi padre, de la vergüenza de haber sido engañado y de haber destruido todas sus esperanzas, sus sueños para mí... Lejos de todos los que ahora conocían mi debilidad, que en mi primera experiencia había quedado atado para siempre a otro. Corrí lejos del otro, que me había robado la posibilidad de negarme a ese vínculo.
La luz de Telperion bañaba las colinas cuando por fin frené mi loca carrera y me desplomé en el suelo, sollozando vencido.
- ¡Findekáno!
La voz firme, grave envió oleadas de deseo y ansiedad a cada nervio de mi ser. Me incorporé de un salto, girando como una fiera para enfrentar a Nelyafinwë.
- ¿Qué haces aquí? – exigí, apretando los puños hasta clavarme las uñas en las palmas.
- Finno, tú... corriste sin decir nada. Yo... estaba preocupado. No sabía...
- ¿No sabías? – aullé -. ¿No sabías lo que hacías, Nelyafinwë? Cuando ataste nuestros fëar, ¿me dirás que no sabías lo que hacías?
- ¡No! – dio un paso en mi dirección; pero se detuvo cuando yo retrocedí -. Sí. Sí, sabía lo que hacía, Findekáno. Sabía que te estaba uniendo a mí para toda la eternidad. Invoqué al Único como testigo mientras te tomaba y hubiese querido tanto escucharlo también de ti. No creí que hubiese funcionado. Creí que solo yo estaba sufriendo la separación. Creí...
- ¡Mentiroso! – rugí -. Si eras consciente de lo que pasaría, sabías que había funcionado. Eres un mentiroso y un ladrón, Nelyafinwë Fëanorion.
- ¿Qué? – pestañeó, confundido.
- Me robaste. Me robaste la opción de vivir mi vida. ¡Me robaste mi vida, Nelyafinwë!
Él guardó silencio ante mi acusación. Sus hermosos ojos se oscurecieron hasta semejar obsidianas.
- Creí... creí que queríamos lo mismo -, explicó en voz baja.
- ¡Sexo! ¡Quería tener sexo contigo! ¡No quería casarme contigo! ¡Somos primos, por Eru! ¡Somos varones!
Fue como si de repente él entendiera su error.
- Tú no... Tú prefieres a las nissi -, musitó, mientras todo el color abandonaba su rostro -. Tú no me amas.
- Sí te amo -, repliqué agriamente -. Te amo como a un buen amigo. Eres mi amigo, Nel... Maitimo. Te aprecio y respeto... y yo... yo te deseo, sí; pero no... - Rugí, desesperado, intentando en vano separar mis sentimientos de las emociones que el vínculo provocaba en mí -. Dime que podemos deshacerlo.
- No.
- Debe de haber una forma. Este no puede ser mi destino... - murmuré, pasándome una mano por el pelo.
- ¿Sería tan terrible? – Me volteé para contemplarlo: Maitimo estaba de pie a pocos metros, los puños apretados a los costados, la cabeza inclinada para ocultar su expresión... y supe que estaba causándole un gran dolor -. ¿Sería tan terrible estar unido a mí? ¿Ser mi compañero?
- ¿Sería tan terrible estar encadenado y no poder soltarte? – repliqué, amargamente.
Permaneció inmóvil. El vendaval de sus emociones me llegaba casi dolorosamente y tuve que hacer un esfuerzo para no abalanzarme hacia él y calmar ese sufrimiento. Por fin, Maitimo se irguió en toda su estatura y me enfrentó.
- No puedo deshacer lo que hice. No puedo liberarte de nuestro vínculo; pero no exigiré que lo respetes. Al menos mientras no me ames como yo te amo, Findekáno.
- Tendrás que aguardar mucho tiempo entonces.
- Tú me amarás. – declaró, con firmeza nacida de la desesperación -. Verás que soy tu otra mitad, que naciste para estar a mi lado. Yo lo he sabido desde el momento mismo en que te vi; pero esperaré a que tú lo comprendas.
Giró sobre los talones y se alejó a largas zancadas. De inmediato, la comprensión de que se marchaba cayó sobre mí. El recuerdo de los días encerrado en mi cuarto, languideciendo por su toque, su olor, su sabor... regresó aplastante. Me lancé tras él. Atrapé el borde de su capa y lo hice voltearse frente a mí. Antes de que consiguiera formular la pregunta que acudía a sus labios, lo acallé con mi boca.
Nuestro sexo fue salvaje y rudo. Lo obligué a yacer de espaldas mientras me empalaba en su sexo, a medio vestir ambos, mis dedos clavándose en su carne para castigar, sus manos aferrándose a mis caderas con la avidez de un hambriento. Lo monté furioso con él por hacerme esto y conmigo por no ser capaz de resistirlo. Sin embargo, la sensación de su esencia llenándome me lanzó de nuevo fuera de mi hroa, flotando en un mundo en que solo existía el placer de nuestros fëar entrelazados para siempre. Maitimo gritó mi nombre al correrse y por un momento, consiguió apresarme en su pecho para besarme apasionadamente.
En cuanto recobré mis fuerzas, me liberé de él y me fui sin mirar atrás.
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Hermosos Pecadores V. Atado
FanfictionDesde Valinor hasta la Nirnaeth Arnoediad. Hoy cuentan que allá en Valinor los había unido una profunda amistad; pero, de hecho, Findekáno quería estar lo más lejos posible de su primo. Si tan solo hubiese conseguido alejarse lo suficiente... Los...