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Nota: este capítulo contiene sexo explícito F/M

Elenwë. Elenwë poseía esa belleza que era cristal y acero a una vez, la clase de belleza que yo admiraba en mi abuela Indis, la clase de belleza que habría vuelto mi corazón de revés. Por un tiempo olvidé que yo no me pertenecía, así como ignoré a propósito el dolor que estaba causando con mi cortejo a la joven Vanya. Ella era frescura y luz. Creí que si ella me amaba, si yo la amaba... el lazo entre Maitimo y yo perdería fuerza, desaparecería. Como un mal sueño.


Me obligué a fingir que yo no era la causa de los cambios de humor de Maitimo, que no era mi culpa que saltara como una fiera enjaulada cada vez que le hablaban, que no era por mí que descargaba su frustración oponiéndose a todo lo que mi padre presentaba en el Consejo. La tensión del lazo me despertaba en las horas de reposo y casi podía escuchar sus gemidos desesperados llamándome; pero me obligaba a mantenerme alejado, ignorando las necesidades de mi cuerpo. Macalaurë vino a hablar conmigo, a suplicarme que recapacitara, que comprendiera que nos hería a los dos al pretender que no existía un lazo con su hermano. Lo despaché. Después de eso, durante unas semanas la presión en el vínculo pareció disminuir, cual si Maitimo se hubiese dado por vencido y en esos días, disfruté de la compañía de Elenwë hasta llegar a creer que podría ser feliz a su lado. Ni siquiera el percatarme del disgusto de mi padre ante mi actitud y por las violentas discusiones con su medio hermano – por mi causa – opacó mi felicidad. Sin embargo, al cabo de unos días, el lazo con mi primo se tensó en mi cuerpo con una fuerza desconocida hasta entonces.


Luché. Me resistí. Cuando mi cuerpo pareció a punto de dominar mi espíritu, me encerré en mi alcoba y me negué a salir hasta que la crisis pasara.



No sé cuánto tiempo llevaba encerrado cuando la puerta de mi cuarto se abrió e Irissë entró llevando a Elenwë del brazo.


- Tienes visita, hermanito -, anunció mi hermana alegremente -. Elenwë está muy preocupada por tu repentino mal, aunque le expliqué que padeces de estas crisis. Estoy segura de que su presencia te curará de todo mal. – Y antes de que yo pudiera protestar, desapareció dejándonos solos.


Elenwë quedó en medio del cuarto, sin saber qué hacer y yo...


Ella fue la primera en dar unos pasos hacia una poltrona y acomodó los cojines para hacerse espacio.


- Irissë dijo que estabas... débil, y creí que eso era algo que necesitaba comprobar por mí misma – dijo, desenfadada -. Findekáno Nolofinwion débil es algo para grabar en piedra.

- Estoy bien. Irissë exagera, como siempre. – Miré a la puerta entreabierta -. ¿Viniste sola?

- La reina está en el estudio con tu madre. Se suponía que Irissë debía de estar aquí con nosotros; pero, no precisamos chaperón a estas alturas, ¿no? – sonrió con expresión traviesa.

- ¿No lo precisamos? – alcé una ceja.

- Nop -, me hizo un gesto gracioso con la cabeza al tiempo que se ponía en pie de nuevo y se acercaba a la estantería con mis atrezos de caza -. Entonces, ¿qué son estas crisis de debilidad? Nunca las mencionaste.

- No es una circunstancia que vaya a ir mencionando a cada joven hermosa que conozca -, me desentendí mientras buscaba con la vista dónde rayos esconderme. Todavía vestía la ropa de dormir y los tirones del lazo con Maitimo estaban teniendo un efecto bastante físico en mí.

Hermosos Pecadores V. AtadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora