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La situación entre Maitimo y yo no solo nos afectó a nosotros. Las relaciones entre nuestros padres se dañaron de modo irreversible. Nunca pude discernir totalmente la relación entre mi padre y su medio hermano. Fëanáro odiaba a mi abuela, ignoraba a mis tíos; pero mantenía con mi padre una especie de guerra que unas veces parecía a punto de sacudir el mundo y otras declinaba hasta parecer que... lo quería. Hubo momentos en que incluso pensé que ellos...


Mi padre era incluso más inescrutable que su medio hermano. Educado para ser un diplomático y contando con el privilegio de ser el representante del Noldóran en el Consejo, Nolofinwë Finwion era un experto en el arte de enmascarar sus emociones. Pocas veces lo vi perder el control en público y su actitud hacia Fëanáro fue siempre la de un hermano respetuoso, aunque no vacilaba en hacer patente su mayor habilidad para gobernar a nuestra gente. El equilibrio amor/odio era incluso más notable entre ellos que entre Maitimo y yo. Durante años los habíamos visto balancearse en esa cuerda floja; pero cuando ocurrió lo de mi vínculo, mi padre reaccionó como una gata hembra cuando le tocan los hijos. Y no es un chiste.


Fëanáro estaba furioso conmigo porque rechazaba a su precioso hijo... Eh... le reconozco eso: estaba loco, era un idiota prepotente... pero adoraba a sus hijos. Los amaba a los siete con una pasión obsesiva que llegaba a parecer... pecaminosa. No soportaba la idea de que algo o alguien pudiera interponerse entre él y sus hijos. Sé de primera mano que el matrimonio de Macalaurë fracasó por las exigencias de Fëanáro hacia su segundo hijo, y si Nísimelindë* hubiese sido más fuerte, probablemente habría imitado a su hermana política y a su suegra y habría dejado a Curufinwë cuando estaba a tiempo.


El caso es que mi tío me dejaba claro su disgusto en cada ocasión que se le presentaba y mi padre no vacilaba en replicar a su actitud con un sarcasmo que habría provocado la envidia de Melkor. Nunca como entonces fueron tan tensas las relaciones entre ellos, al punto que las sesiones del Consejo se convertían en un duelo personal entre los hermanos y mi abuelo tuvo que intervenir. Mientras, yo hacía todo lo posible por alejarme de Maitimo, probando cuánto resistía el vínculo antes de tirar de mí de vuelta a sus brazos, a su cuerpo. Lo más que conseguí resistir fue permanecer en Alqualondë por dos meses – los peores dos meses de mi vida hasta ese momento – antes de tener que regresar a toda prisa y dejar que mi padre hiciera venir a Maitimo para que cuidara de mí. Mi única satisfacción era que cada una de mis pruebas me aportaba el placer de comprobar que mi carcelero sufría tanto como yo. Sus caricias y sus besos me proporcionaban un alivio que yo detestaba... porque delataba mi humillación.


Un día, de repente, las primas de mi abuela Indis vinieron a visitarnos a Tirion.


Creo haber mencionado en alguna parte que tengo otro tío, el dulce y conciliador Arafinwë, más tarde conocido como Finarfin en las crónicas de la Tierra Media, el menor de los hijos de Finwë e Indis, y tan vanyarin en su aspecto como su madre. Mi respetable tío se casó poco después de su mayoría de edad con la única hija de Olwë Ciriáran, Eärwen, y de esa unión nacieron cinco hijos. Findaráto fue el mayor de los Arafinwion y su padre no dudó en inclinarlo lo más posible a los lados de su familia que no poseían sangre noldorin, para disgusto de mi padre, mi abuelo... y mi abuela. Síp, la venerable Indis conservaba pocas simpatías por su augusto tío Ingwë. El caso es que en cuanto las primas de mi abuela anunciaron que deseaban conocer la corte del Noldóran, mi tío Arafinwë respondió invitándolas a quedarse con nosotros en el palacio y su idea era que una de las dos atrajera la atención de su primogénito, quien en los últimos tiempos parecía demasiado apegado a Turukáno y Carnistir. La verdad, mi tío hacía bien en sospechar de esas largas discusiones filosóficas que los tres mantenían en la biblioteca privada.

Hermosos Pecadores V. AtadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora