Noble Finwë. El más hermoso y el más sabio de corazón. Síp, como no. Bueno, no le voy a negar lo de hermoso; pero Arafinwë posee una habilidad única para introducirse en las mareas de la voluntad popular y obtener ganancias. Con razón se casó con una teler: ¿no hay un refrán edain que afirma: a río revuelto, ganancia de pescadores? Arafinwë es un magnífico pescador.
Mi padre, con toda su experiencia, no alcanzó a ver más allá del dulce rostro de su hermano menor. Demasiado ocupado intentando controlar el temperamento de Fëanáro, perdió de vista a Arafinwë. Nadie dijo que el nombre paterno definía a la persona.
Recuerdo la tarde que Arafinwë convenció a sus dos hermanos de que se reunieran con él de intermediario. Mi padre acudió entusiasmado, creyendo que tenía una oportunidad de arreglar las cosas con su hermano mayor. Para alejar sospechas, Maitimo permaneció en la Corte, en tanto Macalaurë, Findárato y yo acompañábamos a nuestros respectivos padres. Yo no me hacía muchas ilusiones.
Siguiendo órdenes de mi padre, los tres permanecimos fuera del estudio en que ellos se reunieron para buscar una solución a sus diferencias y trazar una estrategia para controlar a sus respectivos seguidores. Menos de media hora después, las voces elevadas de Fëanáro y mi padre nos obligaban a correr hacia la puerta.
- Solo estoy pidiendo una prueba de que me eres leal -, declaró Fëanáro -. ¿Por qué es tan difícil para ti?
- Sabes que lo que me pides es imposible -, replicó mi padre. – Ya tienes mi palabra de que yo jamás intentaría...
- ¡Ya no me basta tu palabra! ¡Hechos, Nolofinwë! ¡Quiero hechos!
Incluso Macalaurë se desconcertó por la violencia de su tono: en un final esto era solo por la competencia por el trono.
- Dijiste que siempre estarías a mi lado, - dijo mi tío a través de los dientes apretados -. Dijiste que harías todo lo que yo demandara de ti. Esto es lo que demando, Nolofinwë: que vayas ante los Valar y declares que...
- No haré tal cosa. Sabes que no puedo -, lo interrumpió mi padre, negando con la cabeza -. No puedes exigirme esto solo para apaciguar tu orgullo.
- ¡Es mi derecho! Si yo digo que abandones todo y vengas conmigo, es tu obligación hacerlo...
- Como tú te deshiciste de esas piedras -, replicó mi padre, con sarcasmo.
Ahora lo miramos a él, sorprendidos. ¿Qué rayos tenían que ver los silmarils con todo esto? Y, ¿por qué Fëanáro querría que mi padre fuera con él? ¿Adónde?
- Eso es diferente -, se tensó su medio hermano.
- ¿Lo es? Yo demandé una elección de ti... y tú elegiste tus piedras. Ahora es mi momento de elegir... y elijo esperar.
- No habrá más espera, Nolofinwë -, siseó Fëanáro, con ojos brillantes de cólera -. Es el momento de que tomes una decisión. Lo quieras o no.
- No -, negó Atar; pero ya su medio hermano se alejaba a largas zancadas, sin siquiera llamar a Macalaurë -. Curufinwë, regresa aquí. Curufinwë, no hemos terminado de hablar. ¡Curufinwë!
La ansiedad en el tono de mi padre me hizo ir a su lado para evitar que persiguiera a su medio hermano.
- Creo que nuestro hermano pretende algo... descabellado, Nolvo -, observó mi tío Arafinwë con tono inocente.
- ¡Qué novedad, tío! – gruñí entre dientes.
- No voy a permitírselo. – declaró mi padre, con firmeza -. Findekáno, prepara mi caballo.
- ¿Dónde vas?
- A hablar con mi padre. Es hora de que alguien ponga un freno a... la locura de Fëanáro.
Mi padre no me permitió acompañarlo al palacio. Estaba en la plaza, esperando su regreso cuando percibí el tumulto y escuché los comentarios, a cada cual peor.
"El príncipe Curufinwë ha atacado a su hermano!" "Curufinwë y Nolofinwë están peleando!" "El príncipe Curufinwë retó a Nolofinwë a un duelo!" "El príncipe Nolofinwë ha sido herido!"
Corrí. Corrí sin cuidarme de a quiénes empujaba a mi paso. Me congelé al alcanzar el borde del corro, incapaz de dar crédito a mis ojos. Fëanáro estaba cubierto por una armadura que destellaba a la luz de los Árboles y por un instante, mis ojos se distrajeron en el alto penacho rojo que coronaba el yelmo. Pero mi vista descendió a la fina hoja que cubría la distancia desde su mano... a la garganta de mi padre.
Las palabras que cruzaran entre ellos fueron repetidas luego por miles de lenguas, en los más disímiles tonos. Cuando yo arribé, mi padre solo contemplaba fijamente a su medio hermano, toda emoción drenada de sus facciones. Con calma, dio un paso atrás y giró a medias hacia donde mi abuelo acababa de llegar corriendo. Mi padre hizo una ligera reverencia y pasó junto a Fëanáro en dirección a mí. Mi mirada descansó en mi abuelo – cuyo rostro solo delataba incredulidad – y enseguida se deslizó a la alta figura a su lado. Maitimo encontró mi mirada mientras se acercaba a su padre. Ni siquiera quise leer su expresión. Con firmeza, cerré mi mente a cualquier intento de acercamiento por su parte. Fëanáro había hecho algo que yo jamás perdonaría.
Seguí a mi padre sin hablar, consciente de que en ese momento, una oscuridad desconocida acababa de caer sobre todos nosotros.
Cuando llegamos a nuestra casa, las noticias nos habían precedido. Mi madre y mi tía Lalwen nos aguardaban. Mi hermana arribó unos minutos después a todo galope, con Artanis.
Recuerdo que Lalwen corrió hacia mi padre, adelantando a mi madre, para tomar entre las manos el rostro de su hermano favorito. Sus ojos grises destellaron rabiosos al descubrir el diminuto corte en la base del cuello de mi padre.
- ¡Voy a matar a ese imbécil! – rugió.
- Nadie va a matar a nadie, Lalwen. – la tranquilizó mi padre.
- ¡Estás sangrando, Arakáno! ¡Trató de matarte!
- Él no... Curufinwë no trató de matarme, hermana. Si hubiese querido hacerlo, solo habría tenido que hundir la espada en mi garganta.
- ¡No digas eso, padre! – chilló Irissë y por primera vez la vi pálida, desencajada. – Yo también voy a matar a mi tío -, prometió.
- Dije que nadie va a cometer asesinato en nuestra familia -, replicó Atto, soltando el aire despacio y conteniendo a su hermana, se alejó de ella para dirigirse a sus habitaciones -. Findekáno, ven conmigo -, ordenó.
Al pasar junto a mi madre, quien no se moviera, se detuvo un instante y le acarició la sien. Ella le rodeó la muñeca con las dos manos para descansar la mejilla en su palma y luego de un momento, asintió de modo imperceptible antes de dejarlo ir. Recuerdo haber percibido cómo, en cuanto mi padre le dio la espalda, mamil se derrumbó en una silla, llorando en silencio en tanto Irissë y Artanis corrían a su lado.
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Hermosos Pecadores V. Atado
FanfictionDesde Valinor hasta la Nirnaeth Arnoediad. Hoy cuentan que allá en Valinor los había unido una profunda amistad; pero, de hecho, Findekáno quería estar lo más lejos posible de su primo. Si tan solo hubiese conseguido alejarse lo suficiente... Los...