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Los años del destierro comenzaron.


Durante el primer año, ningún mensajero recorrió las leguas entre Formenos y Tirion. Mi vínculo con Maitimo permaneció... tranquilo – tal vez porque en esos primeros tiempos, mi primo no se atrevía a dejar solo a su padre. Tal vez porque aún en ese momento creíamos tener toda la eternidad por delante.


Al cabo de ese año, sin embargo, las cartas comenzaron a llegar: cartas de nuestro abuelo para su esposa.


Las misivas llegaban al inicio con una frecuencia mensual... y con la misma frecuencia regresaban sin abrir. A pesar de la falta de respuesta, las cartas de mi abuelo fueron pronto seguidas por notas de Tyelkormo y Atarinkë para mi hermana. Los gemelos enviaron obsequios para Artanis y Orodreth. Toda una caja de libros encuadernados en cuero y decorados con oro llegó para Turukáno a nombre de Carnistir. Macalaurë envió una flauta como obsequio para mi sobrina por su aniversario y en un arranque de atrevimiento, le escribió a mi padre. A diferencia de Finwë, todos ellos recibieron respuesta.


La primera vez que me reencontré con Maitimo fue durante una cacería. Demasiado tarde comprendí el impulso que me llevara a alejarme de mis primos y cabalgar hasta los pies de las colinas.


- Te sentí -, confesó Maitimo mientras saltaba de su caballo.


Como era mi costumbre, en repetidas ocasiones me resistí a su llamada; pero en otras la necesidad de verle, tocarle, sentirle... era tan fuerte que apenas conseguía alistar el corcel para lanzarme a su encuentro.


Y las cartas siguieron llegando. Y siguieron volviendo selladas. Excepto una.


Recuerdo la expresión de mi abuela cuando su doncella puso el sobre junto a su taza de leche. Sus ojos azules se endurecieron y enseguida, una sonrisa burlona curvó su preciosa boca.


- Esta es para ti, Arakáno -, declaró, tendiendo la misiva a mi padre.


El regente se encontraba a la puerta del salón comedor, besando la frente de su única nieta antes de partir hacia el Consejo y frunció el ceño ante la declaración de la reina. La doncella le alcanzó la carta y mi padre leyó su nombre escrito en cursiva antes de guardarla en el bolsillo interior de su túnica.


- ¿Es de haru? – inquirió Itarildë, emocionada.

- Es de asuntos de trabajo, nandelle -, le aseguró mi padre y le revolvió los rizos dorados antes de salir.


Esa semana, Maitimo me reclamó casi a diario. Cuando le señalé que estaba dejando a su adorado padre solo demasiado tiempo, se echó a reír y apretándome en sus brazos, dijo:


- Mi padre tendrá paz durante unos días. Tal vez todo se arregle antes de lo que esperamos.


No tuve oportunidad de cuestionar su optimismo. Para cuando volví a pensar en sus palabras, ya me encontraba en mi alcoba, corriendo para llegar a la cena a tiempo.

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⏰ Última actualización: May 07, 2020 ⏰

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Hermosos Pecadores V. AtadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora