Eterno Resplandor De La Mente Luthor.

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Los últimos rayos del sol se posaron por un momento, con romántico efecto, sobre mi rostro, haciendo que abriera nuevamente mis ojos, John había abandonado la habitación del hospital, pero me había dejado un maravilloso obsequio, un alivio de mi dolor de cabeza, pero seguía sin tener idea de quien era.

-Bueno, esas cosas pasan. - pense para mí, regresando toda mi atención a las dos hermanas que estaban preocupadas a mi alrededor.

Había una tensión más que notable en la habitación y eso poco me agradaba, ¿porque aquellas dos se sentían tan mal?, la del accidente era ella, la del brazo roto y la mente borrada. Supuse que el hecho de ignorar por completo todos mis errores y todas mis culpas me hacían sentir liviana.

Después de todo, era una mujer adinerada, hermosa y desprovista de daño alguno en mi interior. Y mi robusto egoísmo creciente era capaz de saciar mis dogmáticas nuevas ansias de tenerlo todo.

Lo único que me impedía realizar tales acciones, eran las heridas en mi cuerpo, quizás si ponía en acción un poco más de estas nuevas ansias lograría al menos poder sentarme por mí propia cuenta, y así presente los primeros indicios de que me plácia estar en soledad.

Despedí entonces a mis llamativas acompañantes, con exagerados agradecimientos por las atenciones que habían tenido conmigo, Alex, aceptó sin mucho ajetreo retirándose con una simple despedida, pero Kara, mantenía ese rostro tan propio de una voluntad irrompible.

Admiraba en secreto tales actitudes, por lo que extendí una invitación para que me acompañara un momento más, la enfermera hizo aparición poco después con la cena del hospital, ella mantenia su coqueteo, admití que esa llamativa dama me había dado el entendimiento suficiente para saber lo atractiva que era, una sorpresa total, pues creí que era una persona que no voltearias a mirar en la calle, o en el teatro o el autobus.

-Cena a las cinco de la tarde, sin duda en este hospital son expertos en mala conducta. - murmure con tono de broma dirigiendo una mirada a la mujer a mi lado.

-Si, sobre todo porque tu puddin se ve delicioso, te lo robare. - la rubia rápidamente tomó el pequeño envase abriéndolo frente a mi, colocando un poco en su dedo. - ¿Quieres probar Lena?

Su voz tenía un tono solemne como si aún le obsesionara el recuerdo de nuestra relación. Sospeche por un instante que me estaba tomando el pelo; sin embargo su gesto esperanzador y sensual me bastó para ver que no era así.

Abrí mi boca y permiti que su dedo explorará mi lengua, era un sabor único, el mejor puddin que hubiese comido. Y me di cuenta que mientras tuviese vida no olvidaría ese sabor, seguramente por ser el primer sabor agradable que experimentaba después del accidente.

La sola idea de probar todos los sabores y sensaciones, me hizo tambalear, me precipite entonces en llanto, alertando la preocupación en mi acompañante, que se fue sobre mi en una forma de amoroso consuelo, creyendo quizás que algo me atormentaba.

Pará mí fortuna, la atención de Kara  se vio comprometida por unos gritos provenientes de las cercanías del hospital. Llevó sus manos al pecho, apartándose la ropa dejando ver un símbolo que para mí, no tenía significado, y se lanzó con ceñida impetuosidad hacia el abismo de mi ventana, gritando un "regresaré pronto".

Pase una barrera de oscuros pensamientos, hasta que vi la figura dispersa en la noche, aparentemente tenía habilidades más allá de mi comprensión, por lo que me sentí desplazada, solitaria nuevamente.

Aquella noche, todo aquel ángulo de penumbra caía sobre mis hombros, desconcertantes voces producían un concierto en mi cabeza regresando el funesto dolor, advertir que el fenómeno que habían presenciado mis ojos me causaba malestar, y miedo. Un terrible miedo que no podía entender pues el desconcierto de que la mujer que solo había demostrado comprensión hacia mí, tuviese el valor de cruzar el cielo sin ningún impedimento que el de su propio antojó, iba contra mis bases más arraigadas.

El Error De Eros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora