Ropa blanca y de color.

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La vida al igual que lavar es un ciclo, primero llegas y te llenas de alegría, añádele unas dos tapitas de ilusiones y solo poquitito de tristeza, no querrás que la ropa se arruine, esperas a que el tiempo pase, los primeros minutos son eternos pero más adelante el tiempo deja de existir, cuando menos lo piensas ya estás agregándole nuevas experiencias a la vida para que tenga un aroma diferente, lo inevitable sucede y simplemente lo desechas todo. En conclusión, ya no eres el mismo que comenzó pero sigues siendo tú, en esencia.

Tenía que empezar otra vez el proceso, ahora con ropa oscura, no me emocionaba volver a idear la metáfora del ciclo de lavado y vida así que decidí juntarme con las señoras a ver las novelas colombianas que tenían en el lugar.

Por lo que había entendido la historia iba de una chica que habían encarcelando injustamente, salió de la cárcel con ayuda de la DEA y ahora quería vengarse de un exitoso cantante, al parecer el que la incriminó. Justo cuando el artista y la chica iban a verse después de mucho tiempo el lugar se puso a obscuras y un penetrante aroma a cables  quemados se apoderó del local. Pensé lo peor y me dirigí a donde se estaba lavando mi ropa, mientras más me acercaba más humo había.
Mi corazón paro de latir al ver un círculo de personas al rededor de mi lavadora pero volvió a funcionar al descubrir que el humo venía de la lavadora del costado.

— Mi madre va a matarme — murmuré, yo solo quería despejar mi mente y ahora tendría ropa con esencia a cables y chicharrón de circuitos.

Sentí como una mano se colocaba en mi hombro y no pude evitar estremecerme.

— Ojalá no lo haga — susurro, un poco confundido volteé, no esperaba encontrar a nadie en la lavandería y a decir verdad nadie me saludaba fuera de la escuela, o dentro de ella.

— Perdón ¿Te asuste? — añadió una vez que me di vuelta, no se veía mucho porque aún no había vuelto la luz pero pude distinguir una sonrisa peculiar.

— ¿Mamá?...

Lo había arruinado y ahora tenía un extraño conocido riendo de mí, me sentía un poco apenado y cuando se percató de esto simplemente paró.

— Lo siento, no soy tu mamá — dijo parándose aún lado de mí — pero tranquilo, no voy a matarte tampoco.

Comencé a reír, la manera en que lo dijo me recordó a la novela colombiana e imaginé que así hubiese sido el diálogo que no mire gracias al apagón. Me lanzó una mirada divertida y solo provoco que riera más, después de un momento me relaje un poco y por arte de magia la luz volvió.

Charlamos un rato, a diferencia mía el solo llevo un abrigo que necesitaba un lavado especial y aunque no se lo pedí se quedó a ver cómo re-lavaba la ropa obscura. Una vez acabado simplemente pasamos a despedirnos.

— ¿Seguro no quieres que te ayude? — anunció colocando la última cesta de la ropa en mis brazos.

— Gracias...pero no gracias — realmente podía solo después de todo había llegado así en primer lugar aunque sentía una inmensa alegría y no sabía por qué.

— Para mí ha sido un gusto volverte a ver... — hizo una mueca y rió un poco — Aún no sé tu nombre.

— Lucas — dije mirando el cesto en mis brazos.

— Fue un gusto verte Lucas — sin duda escuchar tu nombre dicho por otra persona te daba energía, me dio tres palmadas en la espalda en forma de despedida y se marchó parando 5 pasos adelante.

— Por cierto me llamo Marco.

Las cosas que nunca dije...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora