Psicoterapia.

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El cálido aire del lunes era acogedor, el césped verde transmitía la vida y frescura de un nuevo inicio de semana, deseaba ser como el majestuoso árbol en que me apoyaba, fuerte, sereno y sensato.

Mi mente no paraba de pensar en el beso de Eloy, en el sentimiento de culpa hacia Haruka y un sin fin de tonterías. Durante todo el fin de semana ayude a mi madre a "remodelar el hogar", era increíble pensar que acomodar un sillón podría llevarte horas, lo habíamos movido en total unas 6 veces y aún así mi madre no quedó convencida.

Estaba olvidando lo bello que era salir a caminar al parque y pensé en lo ridículo que era por no querer hacerlo antes.

— Es bastante lindo — un escalofrío recorrió mi cuerpo erizando mi cabello.

— Es lindo — dije barriendo la última vocal — q-quiero de-decir es belloo — arregle — bueno quisiera decir magnífico pero pienso que es exagerado — no sabía porque me comportaba tan estúpido con los extraños.

— ¿y por qué solamente no lo dices?, que es magnífico — dijo en un tono que parecía importarle mi respuesta.

— Es mi lugar favorito — solté mirándolo por primera vez a los ojos en ese día y él me regaló una sonrisa denotando orgullo.

Hubo un silencio pero no fue incomodo ambos mirábamos el paisaje y dejábamos que el viento tocará nuestro rostro.

— Pensé que venías a diario — le dirigí una mirada — aunque solo te vi una vez por aquí — se llevó la mano a la nuca.

Reí pero no por mucho tiempo no podía sostener una sonrisa falsa.

— ¿Te pasa algo?, la otra vez en la piscina tú...

— Estoy bien — lo interrumpí sonriendo más grande — enserio.

— Eres tan malo mintiendo — rió negando con la cabeza de manera relajada — pero te entiendo — me miro y como por arte de magia comencé a hablar.

— Supongo que puedo decírtelo a ti — musité — no puedes juzgarme después de todo — miré al suelo enfocándome en mis manos.

Sentí como apoyaba su mano en mi hombro. Mientras yo hablaba, él me miraba de manera atenta, no interrumpió y solía repetir unas palabras con asombro para confirmarme que seguía escuchando. Todo aquello que cargaba se iba aligerando, Eloy, Haruka, la escuela, mi soledad.

Ahora ya nada era un secreto, Marco se mantenía callado, tal vez pensando en qué decirme o esperando que dijera algo más.

—Es normal que te sientas culpable — por fin dijo — y con lo que me dices está claro que ya has tomado una decisión.

Lo mire extrañado — ¿cuál? — pregunté iluso.

— La pregunta es cuándo se lo contarás — aquel peso que había dejado volvió en un instante.

— Tranquilo, todo va estar bien — tomó mi rostro para poder verme a la cara, no sabía que poder tenía pero con una mirada me hacía sentir mejor.

Durante el resto del día estuvimos dando vueltas por el parque, y tomando breves descansos cada vez que me cansaba, no podía creer lo mucho que podías llegar a conocer a una persona en un solo día, Marco era un universitario, estudiante de psicología, su color favorito era el amarillo y el rojo, además era amante de los gatos. El hecho de que fuese estudiante de psicología me llevo a pensar que lo de hace rato era parte de una terapia y que yo para él solo era un paciente sin embargo mis pensamientos se interrumpían a cada instante.

— Vamos tú puedes — gritaba Marco emocionado, como si de un niño se tratara.

— ¿Y si lo rompo o me quedo atorado? — le conteste, era tonto todo lo que estábamos haciendo, pasamos de los pasamanos a aventar piedras en el lago después a contar los patos en el estanque y ahora estaba en la cima de un tobogán infantil, estábamos solos así que pensar en el guardia de seguridad y el gran sermón que nos daría aún no pasaba por mi cabeza.

— Ya he bajado yo y no pasó nada — volvió a mirarme con una mirada esperanzadora — yo te atrapo — agregó justo cuando yo me aventé por el tobogán, todo estaba oscuro, sentimientos de nostalgia se apoderaron de mí y comencé a reír, rápidamente al final del tobogán se veía una figura musculosa de aquel psicólogo rubio extendiendo sus brazos hacia mí, me sonroje por alguna razón y me parte de él rápidamente, me sentí tonto por todos los dramas que hacía y me preocupo pensar que eso en algún momento lo cansaría y terminaría huyendo de mi.

Un sonido familiar hizo volverme a su dirección, un carro de helados pasaba justo al frente nuestro, no tuve que decir nada mi mirada lo dijo todo y Marco era demasiado bueno entendiendo eso, sin darme cuenta él ya estaba junto al camión, su helado era de chocolate con bombones y el mío era de fresa natural, me ofrecí a pagar, él se negó rotundamente y yo solo agradecí.

— Gracias. — dije sentándome en un columpio.

— Solo es un helado.

— ... me refiero a la ayuda — murmuré — quiero decir no era necesario que perdieras tu tiempo conmigo.

— NO — exclamó molesto, dejando su columpio y parándose frente a mí — No eres una pérdida de tiempo, eres una inversión de vida.

Mire al suelo avergonzado pensando en que "inversión" se refería a que yo era solo un paciente para él.

— Me encanta tu nobleza y eres un buen amigo pero no quiero que pienses que eres una pérdida de tiempo, arriba el autoestima — y toda su cara adquirió un tono rosa pastel, desvió su mirada para que no lo viera — comete tu helado se derretirá.

— Gracias, Marco.

— Gracias a ti, Lucas.

Las cosas que nunca dije...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora