Lo que significa ser un héroe [Katsuki Bakugo x OC]

Capítulo 28

Los jadeos ahogados los dos jóvenes héroes llenaban la habitación de Bakugō esa fría noche de otoño, pero ninguno de los era capaz de darse cuenta de nada.

Fuego puro corría por sus venas mientras se besaban apasionadamente, con el rubio paseando sus manos desde las piernas hasta el trasero de la chica, mientras ella, sentada sobre su regazo aferrándose a su cuello, mecía suavemente las caderas rozando sus intimidades en un delicioso contacto.

En este punto, el rubio ya no tenía cabeza para otra cosa que no fuera el deseo que lo consumía, no había ningún tipo de duda o cuestionamiento que lo hiciera titubear de lo que quería, por lo que moviendo sus manos con rapidez, empezó desabotonar su camisa blanca ansiosamente, deshaciéndose de la prenda antes de que Kiyama se diera cuenta.

—Katsuki-kun... —Exhaló ella cuando el chico liberó sus labios para empezar a lamer su cuello, colando las manos por debajo de su suéter negro para acariciar directamente la piel de su abdomen, cintura y espalda, activando cada una de las terminaciones nerviosas de la albina; y sólo fue allí que ella se dio cuenta de que la camisa de él ya no estaba.

—Quítate el suéter. —Murmuró él con tono ronco sin detener sus caricias, provocando la respiración ya bastante acelerara de la oji dorada se tornara más ruidosa.

—E-eh... —Titubeó ella dejando de moverse al empezar a ponerse nerviosa con la situación. La visión del pecho desnudo de su novio era algo que le robaba el aliento, él era increíblemente atractivo, pero también era algo bastante intimidante para ella. Todo este nuevo mundo de situaciones era desconocido para Asuka, en verdad no sabía qué debía hacer.

—Maldita sea, sólo quiero verte... —Explicó el platino en un murmullo anhelante atrapándola en su incandescente mirada, haciéndola temblar y sonrojarse aún más.

Cerrando sus ojos con fuerza para tratar de razonar claramente, la joven águila sopesó la repercusión de aquella petición que no se esperaba, sintiendo su corazón casi explotar de lo fuerte que bombeaba. La respiración pesada de Katsuki sólo empeoraba su ya bastante empañado juicio y su aroma masculino inundando sus sentidos tampoco ayudaba, pero teniendo en cuenta todo lo que había pasado recientemente y la seguridad de que los límites siempre los ponía ella, no fue capaz de contener los impulsos del momento.

—Mghn... s-sólo... sólo el suéter... —Respondió entonces en un murmullo débil y tierno, y sólo bastó con que terminara de pronunciar esas palabras para que las manos del platino estuvieran de inmediato sobre sus botones para desabrocharlos.

Alejándose levemente para poder observar lo que hacía, Bakugō abrió la prenda en un parpadeo y automáticamente después la deslizó por los hombros de la chica con toda la delicadeza de la que fue capaz, pero cuando aquella espectacular vista invadió sus ojos, se quedó congelado.

Los pálidos pechos, a pesar de estar ocultos por un sugestivo brasier de encaje color rosa, despertaron en él un instinto muy particular, que lo hizo pasar saliva sonoramente mientras procesaba que efectivamente este no era otro de sus sueños húmedos y que ella definitivamente estaba allí, sonrojada de aquella forma tan sexy mientras temblaba entre sus manos.

Él ya la había visto en traje de baño, y en una ocasión que jamás olvidaría, con la ropa empapada pegada a su delicado cuerpo, pero verla en ropa interior era una experiencia totalmente diferente. La puntilla de aquella lencería casi que adherida a su exquisito busto convertía la vista en algo endemoniadamente erótico, y a pesar de que sabía que Kiyama había especificado que sólo dejaría que le quitara el suéter, con ésto le bastó al rubio para morirse de deseo.

Impulsado por su ardiente lujuria, volvió a aferrar a su novia y la levantó levemente, para así conseguir hundir el rostro en aquellos suaves montículos de manera casi igual a como había ocurrido accidentalmente esa noche en casa de sus padres, provocando que Asuka ahogara una exclamación y sólo atinara a aferrarse de sus hombros para sostenerse, sintiendo su piel arder como nunca antes y su mente embotada por completo.