Cuarenta

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Ya ha pasado tiempo desde lo de Adam.
Algunas mentes no descansan.
La de los asiáticos, desde luego.
Pueden escuchar el balazo sin haber visto la escena.

Shiro lleva culpandose desde entonces.

Lleva pensando desde el dia uno tras el funeral que todo fue su culpa. ¿Por qué no fue él quien salió y recibió ese balazo en el pecho? ¿Por qué no es él quien descansa ahí arriba, o abajo?

Le duele. Mucho.

Las noches sin él son una verdadera mierda. Aún recuerda como huele... y eso... eso duele más que cualquier balazo. Recordar el olor de un ser querido y saber que ya nunca vas a olerle, no vas a sentir el calor de su cuerpo o el roce de su piel...

Pasa sus dedos por su cabello. Coge aire y limpia una de las valientes lagrimas que se asoman por sus ojos. Gruñe en un suspiro y pasa su mano por su cara. Sus ojos se clavan en algún punto.

El trabajo es peor sin él a su lado. No necesita jurarlo. Lo sabe. Le echa de menos.

-Deberías dejarlo. -susurraría desde la puerta blanca. Shiro ni siquiera le miraría a los ojos. Se acercaría tras bufar y tras colocarse las gafas en su sitio. Se sentaría en la mesa y le echaría un vistazo al ordenador. -300 gramos.

-Hay que prevenir... -murmuraría en voz baja el albino, mirando el ordenador en todo momento. Adam gruñiría y le quitaría el ratón de la mano. Shiro miraría sus ojos cansado. -Déjame acabar.

-No. Vamos. Déjalo ya. Te he hecho las cuentas, déjalo para mañana. Vamos a casa.

-Deja de hacer las cuentas. No formas parte de esto... -murmuraría entre tecleos, mirando el ordenador.

-Que manía.

-Esto no es como ser cajero de supermercado, Adam.

-Pero quiero ayudarte. -el albino levantaría los ojos y miraría al castaño. -Salen 6.000 limpios por hoy y ayer. Suelta ese... invento del demonio. -se bajaría de la mesa y cogería su chaqueta.

-Voy... -susurraría el albino. Acto seguido apagaría el ordenador. Adam le esperaría con su chaqueta puesta. Abrazaría su cuello y colocaría sus labios sobre los ajenos. Como un puzzle. Igual. Sonreiría y pegaría su frente en la ajena.

-Vamos a casa...

Ya no pisa su casa. No cuando vuelve solo a ella.

Otras personas en cambio se la pasan escribiendo números en una libreta. De una hoja a otra distinta. Tiene un mechón cayendo por su cara. Bufa para apartarlo de su cara y mira la hoja arrugada repleta de números.

-Lotor, ya te reclaman por ahí. Ves. -el albino bufa y planta el boli en la mesa. Sendak, el dueño de esa voz, coloca su cara en el hombro del albino. El maldito niño criado huele a lavanda, su pelo huele a lavanda. Y eso le pone mucho. Le encantaría cogerle y dejarle claro a base de nalgadas quien manda después de su padre. -¿Qué es eso?

-Deberes de clase. Cállate. -murmura de manera despreocupada.

-Más te vale hablarme bien, Lotor... -ríe entre dientes, aguantándose las ganas de pegarle un puñetazo en toda la boca. El albino mete el papel en la libreta y la guarda. Se esfuma a uno de los cuartitos inmundos, a vender su cuerpo y a ganar dinero a costa de él, por y para su querido padre. Por y para el cabeza de todo. Para el que comenzó semejante guerra desde las sombras.

Las noches siempre serán lo peor.

-No hagas ruido. -susurra Leandro. El coreano tiene la mirada clavada en las vitrinas repletas de collares, joyas, gemas y brillo.
Repletas de dinero.
El moreno mira de reojo a su compañero. Tiene la cara sería. Está inerte.
Es con relativo cuidado con el que destrozan una joyería.
No hay ni un alma en la calle.
Con el cuidado de una pluma, Akira da un codazo a una de las vitrinas. Las cámaras y las alarmas en principio están desactivadas.
El cubano, con una sonrisa, comienza a meter cosas en la bolsa.
No va a mentir, se quedó un anillo. Le sentaba que no pintado a su dedo.

NEON TRAFFIC // Leakira!AU // Alternative Voltron FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora