(Nota: La niña es más pequeña pero la app no me permitía cambiar la estatura :'v)
Madara miró a la niña, estaba un poco lejos a un costado suyo al parecer... Llorando.
- ¿Ahora qué te pasa? - le preguntó algo molesto, la niña sólo pudo secar sus lágrimas sin voltear.
- Nada, nada, estoy bien. - no quería mentirle pero tampoco quería decirle lo que sentía, era complicado de explicar.
- No sueñas bien. - sin darse cuenta algo de instinto paternal salió a la luz.
- Lo sé... - admitió con el tono de voz triste, Madara se percató de eso.
- Dime. - la niña volteó sin mirarlo, ella no quería verlo.
- Mis.... hermanos.... Y yo somos trillizos.... - comenzó - No sé si sabes, están muertos.
- Sí, lo sé. - dijo serio, a la niña le pareció curioso que su padre no estuviera molesto o triste por la muerte de sus hijos pero debía continuar.
- Al ser trillizos, teníamos una conexión especial. - Madara alzó la ceja algo incrédulo - Cuando por ejemplo, Kenji Nii-San se golpeaba, Hitoshi Nii-San y yo lo sentíamos sin golpearnos. Aunque tardaba un par de días sentíamos su dolor.
- Ellos murieron... ¿Qué sientes? - era algo curioso, pero raro en él.
- Nada.... Absolutamente nada..... - antes de llorar sintió cómo si en su pecho se le separaran los músculos, y cuando el dolor se fue se sintió sin nada, vacía.
Tenía un hueco adentro, cómo si su mente no estuviera pero estaba allí, no se sentía a sí misma, no sentía nada, cómo si tocar un cubo de hielo fuera tocar una peinilla.
- ¿Estás bien? Estás.... - se preocupó un poco al ver a su hija respirar tan rápido, pero lo interrumpió el sonido de el cuerpo de la niña cayendo.
En la torre Hokage, Tobirama tocó la puerta y lo dejaron pasar, en el escritorio habían muchos papeles, Hashirama estaba sentado en su puesto y Mito a su lado ayudándole con los documentos.
- Hashirama, traigo noticias. - habló con su habitual tono serio.
- Dime hermano. - le dijo y el albino suspiró.
- Unos aldeanos hallaron el cadáver de... Uzumaki Kurai.... - Mito quién estaba prestando poca atención volteó a mirarlo sorprendida.
- ¿No habías iniciado una búsqueda? - le preguntó la pelirroja a su esposo.
- Sí, pero los Jounnin no encontraron el cadáver. - le explicó a la pelirroja - ¿Habían más cadáveres?
- Dos niños. - Mito bajó la mirada, eran los hermanos de Annaisha.
- Ella no mentía, ahora lo podemos confirmar. - dijo la mujer deprimida.
- Mito, le haremos un funeral decente a tu hermana y sus hijos. - le aseguró y su esposa - Ojalá Annai-Chan estuviera para verlo. - susurró para sí mismo - Si eso es todo puedes retirarte hermano.
Volviendo con padre e hija, en esta escena Madara le cambiaba un paño húmedo a su hija.
Tenía fiebre muy alta y seguía inconsciente, no sabía exactamente qué hacer, cuando Izuna, su hermanito pequeño, se había enfermado tuvo que cuidarlo, pero eso fue hace mucho tiempo.
Después de volver a ponerle el paño a su hija apareció Zetsu Negro.
- ¿No te estás encariñado mucho con ella? - preguntó aún con medio cuerpo en la tierra.
- No me estoy encariñando con la mocosa, si pudiera tan sólo le quitaría los ojos. - le dijo a el Zetsu Negro quién no le creyó.
- Luego no te arrepientas. - le advirtió y desapareció bajo tierra.
No sabía si de verdad le estaba tomando cariño a la niña, tal vez tenía que detenerse.
- Arigato... - habló la voz débil de la niña, casi de inmediato el mayor la miró, tenía el ojo izquierdo cerrado y el derecho entreabierto, pero aún así notaba el Sharingan de la menor - Por cuidarme.....
- Cállate. - una media sonrisa se formó en los labios de la niña, ella sabía que en el fondo la quería.
- Te quiero. - habló débilmente, Madara se quedó callado, no sabía qué responder antes las débiles pero dulces palabras de su hija.
Tal vez se dejó vencer por su ternura, puede que así sea, pero dijo lo que no podía decir, pues un ser maligno andaba escuchando su conversación.
- Yo igual. - aquellas palabras le sacaron una gran sonrisa y se volvió a dormir.
No era obligatorio cuidarla, pero la niña, aún con el poco tiempo que pasó con él, se ganó su cariño, tan rápido.
Ya no se podía mentir a sí mismo, alguna vez amó a Kurai, la madre de sus hijos, pero lo cegó la frustración de pensar que no se podría vengar de Konoha.
Odiaba que fueran tan desconfiados, hasta hipócritas serían, pero la mujer pelirroja sanó sus heridas, tanto físicas cómo mentales, pero se negó a darle un espacio en su corazón.
Si se hubiese quedado con ella tal vez se hubiera enterado de que iba a ser padre y criar sus hijos juntos...
¿Qué pensaba? ¡Basta de arrepentimientos!
Si completaba su plan y salía todo bien, los metería a todos en el Tsukuyomi para que tengan su mundo perfecto, inclusive él, con su hermano, Kurai cómo su esposa y sus hijos.
Pero primero terminar el plan.
Unos dos días pasaron, en Konoha se llevaba a cabo el funeral de Kurai, Kenji y de Hitoshi, mientras que Madara cuidaba de la niña.
- Madara-Sama. - llamó la atención del nombrado - En Konoha se está llevando a cabo el funeral de Kurai y sus hijos. - le informó a el pelinegro.
El mayor no dijo nada, al no oír respuesta Zetsu Negro se fue.
- Vamos... - dijo la niña mirando a su padre - Por favor.... - le suplicó sin ganas.
Quería asistir al funeral de su madre y el de sus hermanos, despedirlos cordialmente.
- Bien.... Pero no puedes hacer ruido al salir, no vas a llorar. - le advirtió.
Cargó a la niña y ambos salieron, llegaron al atardecer, ya no había nadie y se acercaron a la tumba de los tres muertos.
- Los amo... - susurró la niña tocando el grabado que decía los nombres de los difuntos.
Madara sabía que tenían que irse, lastimosamente el corazón lo traicionó y sentía que tenía que venir, si no fuera por qué le era útil se lo arrancaba.
Frunció el ceño al sentir un chakra conocido y puso un Genjutsu.
- Nos vamos ahora. - la niña asintió sin rechistar, ambos escaparon y desapareció el Genjutsu.
El Shodaime volvía al cementerio para ponerle unas flores a la tumba de su cuñada y sus sobrinos, unas de las pocas tumbas que habían.
Pero sintió un chakra conocido, seguro sólo imaginaba, por qué no veía ni escuchaba a nadie, después de dejarle las flores se marchó.
Un fuego negro quemó las flores de Mito, y se fue.
Madara por fin abrió su corazón, bastante tarde, pero lo hizo, ahora podía fortalecer la relación con su hija, para que ella le ayude con su plan y así poder meter a todos en el Tsukuyomi.
Un plan sin fallas.
Simple, pero difícil.

ESTÁS LEYENDO
La Hija De Madara - Naruto
FanfictionUna pelinegra con dos mechones rojos se acercaba a un pelicastaño, el hombre miraba a la niña con terror sin prestar atención a lo que había dicho. Esa mirada y ese pelo largo y alborotado le recordaba a una persona, ¿Esa persona sobrevivió? ¿Tuvo h...