Estaba nublado, y la calle más próxima apenas lograba verse. El semáforo se había puesto en rojo. Miré el reloj, faltaban menos de cinco minutos para las doce. Medianoche. Me estremecía un poco estar parado en la mitad de la carretera, donde el único conductor era yo. Me extrañó y más el hecho de que yo no sabía conducir. Pero entonces, ¿qué hacía yo allí? Volví a mirar al reloj. Las agujas se habían detenido. Maldije en voz baja y alcé la mirada, añorando que de una vez por todas, la luz cambiará a rojo. No sucedió. En vez de eso empezó a titilar. A apagarse y encenderse tenebrosamente. Tuve algo de miedo. Un escalofrío me recorrió la espalda y me hizo por unos minutos centrarme en la espeluznante figura de una persona vestida con ropa negra y la cabeza cubierta por una capucha, que se acercaba a paso rápido. Contuve el aliento, y traté de acelerar. No funcionó. El coche no respondía. Las luces volvieron a parpadear al tiempo que un zumbido inundaba el aire. Por un momento creí que otro conductor había aparecido de la nada, y se me estaba adelantando, pero cuando miré para atrás constaté que no había nadie. La figura que vi antes ya no estaba.
Mis sentidos de vidente pasaron a un estado de máxima alerta. Algo andaba mal. Y tenía que bajarme del coche para averiguarlo. Ni muerto lo hago, me dije varias veces. Estaba solo. No era algo muy positivo. Intenté otra vez acelerar. Nada.
Las luces del semáforo cambiaron a rojo. Hubo un rugido. Como el sonido de una pared al romperse. Salté en mi asiento, y recorrí todos los puntos de donde podría provenir el sonido con mi mirada. Dos segundos después las luces del alumbrado se apagaron. Todo quedó a oscuras. Desesperado, conseguí que las luces del coche se prendieran. En medio del pánico me pareció ver un hombre cerca de la ventanilla. Encendí una linterna, giré la manija e hice descender el cristal. Era raro. Pero no había nadie excepto yo.
Yo y la luz roja del semáforo que misteriosamente se mantenía encendida. Alguien susurró. Con el corazón latiendo a más de cien, miré a mi lado y no pude reprimir el gritó.
Había un hombre sentado en el asiento del copiloto. No me quedaría allí esperando a saber quién era. Con ambas manos, intenté abrir la puerta. Pero él fue más rápido. Me asió del abrigo, y me estrelló contra el cristal. Varios pedazos rebotaron, y cayeron al pavimento. Sentí un dolor agudo en la frente. Mi cabeza asomaba en el borde del capó y varias gotas de sangre cayeron al tablero. Traté de deslizarme, llegar al pavimento y correr. Lo hice. Trastabillé en el momento en mis pies tocaron el suelo. Cuando parpadeé, vi al hombre enfrente de mí. Lo vi borróso. Su mano buscó mi hombro, apretando el brazo con fuerza. Traté de patearlo, pero él fue más rápido y sólo pude ver su puño ir directo a mi cara. Mi cabeza dio contra el pavimento. No supe más... quedé inconsciente.
Desperté en una sala suntuosa. Tenía una especie de decoración mortuoria, como de esa que se usa en los funerales. Me palpé la frente con la mano. No había heridas. Tampoco sangre. Ni dolor. Ni nada que pudiera evidenciar que un sujeto había intentado matarme. No sabía qué hacía allí. Ni tampoco podía ver la razón por la que ese hombre me había llevado a ese lugar. Desconcertado, miré un poco de lo que había alrededor.
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Resurrección Luna Llena
Adventure¡¡Hey, tu!! ¡¡¡Siii, estoy hablando contigo!!! ¡Mírame! Quiero hacerte algunas preguntas. No tiembles, sólo responde ¿Dónde está la chica que se suicidó la semana pasada, la que se amarró una soga al cuello y se colgó del techo? ¿Cuántas personas cr...