La futura muerte de Tía Margaret era uno de los tres asuntos que aquella noche no me dejaban conciliar el sueño. Pensar en que la única tía que tenía de parte de mi madre moriría pronto, me trastornaba. Desataba en mí una enorme masa de desosiego, que me hacía despertar, abiertamente a la dura realidad que me tocaba vivir. Persistían en mí los auges de curiosidad por saber qué me depararía el futuro. Tía Margaret me obligó a aceptar algo que iba en contra de mis principios. Era absurdo, peligroso, esa loca aventura me causaba frustración.
Habían hecho un corte eléctrico. Encendí una docena de velas y las puse en cada rincón de la habitación. Detestaba completamente andar o dormir a oscuras. Desde niño había aprendido a odiar esos lugares que pretenden ocultarse en las tinieblas el resto de su deplorable existencia.
Me senté en la orilla de mi cama, y traté de poner en orden el conglomerado de pensamientos, que pasaban y me desquiciaban el cerebro.
La segunda razón era tratar de hallar la manera correcta de sobrellevar la petición, el pacto de sangre. Una sensación de vacío despertaba en mí el más arrebatador deseo egoísta de morir. El escape de Máximo del sanatorio, el hijo secreto de tía Margaret ponía mi alma en el más entrañable hilo de fatalidades existentes. Busqué un montón de opciones y sí, había muchas, sólo que el desenlace de la mayoría era turbio y peligroso. Tenía muchos obstáculos que una mente tan hábil como la mía debía solucionar. No sé cómo, pero de alguna manera, tenía que cumplirle a tía Margaret su última voluntad.
Y la tercera razón, la que definitivamente no dejaría que conciliara el sueño, era cómo tomarían Robert y Steven la llegada de Larry, no sé cómo se me había ocurrido invitarlo, pero el daño estaba hecho y era irreparable. Larry le daría un poco de alegría a la casa, llena de ingleses acostumbrados a la seriedad. Éramos, quizás de más, muy fríos, como los vampiros. Lo que sí me preocupaba eran lo chismosos, entrometidos, y descontentos empleados de la casa. Siempre metían las narices donde no se les llamaba.
Y si algo sabía, era que ninguno de los habitantes de la Mansión Mortinzzon estaría de acuerdo, todos me mirarían con expresión inquisidora, por no decir asesina.
Sin duda alguna Robert y Steven intentarían hacerlo papilla.
Cuando amaneció, como lo esperaba, estaba completamente agotado. En medio de bostezos me dirigí al baño, tomé una larga ducha con agua bien caliente. Me vestí deprisa, con ropa elegante que no llamara tanto la atención. Un abrigo negro y pantalones azul oscuro, aunque siendo nuevo, sería casi imposible que nadie estuviera pendiete de mí.
Fue espantoso cuando las mesas alargadas se llenaron de todos los empleados. Me percaté que en mi mesa tomaban asiento los mismos que no me miraban con aquellas expresiones despectivas, de curiosidad, y de ansiedad que el resto en las otras mesas. Steven hizo sonar los puños contra la madera, era algo común en él, sobre todo cuando tenía mucha hambre.
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Resurrección Luna Llena
Adventure¡¡Hey, tu!! ¡¡¡Siii, estoy hablando contigo!!! ¡Mírame! Quiero hacerte algunas preguntas. No tiembles, sólo responde ¿Dónde está la chica que se suicidó la semana pasada, la que se amarró una soga al cuello y se colgó del techo? ¿Cuántas personas cr...