Capítulo 6: El Psiquiátrico y la Promesa de Sangre

25 1 0
                                    

Me pasé la noche dando vueltas en la cama

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me pasé la noche dando vueltas en la cama. Tenía los ojos abiertos de par en par, y me dolía mucho la cabeza. No podía creer que fuera hacer algo ilícito. Rompería todas las reglas. No. Violaría la ley y me meterían en la cárcel. Cómo se me había ocurrido a mí decir que sí. Pero ya había dado mi palabra y no podía ahora echarme para atrás. Pero esto iba más allá del límite. Ahora estaba a punto de sacar a mi primo de un psiquiátrico a la fuerza. A las malas como diría Steven.

A eso de las cinco me di por vencido, me senté en una orilla de la ventana. Mi mente se fue quedando vacía de ideas, a medida que el día llegó y quedó completamente claro. Me duché y vestí deprisa.

Bajé las escaleras. Me topé por el camino a Lucía y a Emma, que bajaron la voz en cuanto me vieron.

—Díselo tú —dijo Lucía, dándole un codazo a su hermana. Emma se puso roja como un tomate.

—¿Sí? —dije deteniéndome justo enfrente de ellas.

—Si trajiste a Larry a vivir aquí, imagino que son muy amigos —preguntó Emma, sin apenarse.

—Al grano, que tengo prisa —dije.

—Queríamos pedirte un favor —habló Lucía rápidamente.

—Venga, vale; pues que me ayudes a conseguir una cita con él —dijo Emma con sonrisa tonta—. Es muy guapo.

—Lo siento —dije impaciente—. Pero ahora no puedo, y la verdad no creo que esté bien. A Larry no le gustará que me convierta en su casamentero.

—Por favor —dijo Lucía, uniendo las manos en señal de ruego—. Te prometemos que no te volveremos a molestar.

—No —me negué—. ¿Alguna de ustedes ha visto a Robert?

No quería usar mi don para verlo.

—Creo que lo vi subir al techo —dijo Emma irritada.

—Bueno —dije, iba a decir algo más pero torcieron el rostro y se fueron.

Estaba nublado cuando comencé ascender por una escalinata de piedra que subía en zigzag, hasta uno de los balcones más altos de la casa, uno que lindaba con la esquina de techo. No había nadie mirándome. A quién quería engañar, desde siempre le había tenido miedo a las alturas, y estar separado tanto del suelo, para llegar a un área donde no hay nada de donde sujetarse me causaba cierta angustia. Necesité de toda mi concentración para lograr poner un pie en la cornisa y luego llevarlo hasta el techo mismo. Estuve a punto de perder el equilibrio, pero lo recuperé con el corazón fuera del pecho y logré encaramarme por fin en la cúspide de mi calvario.

El techo de teja de la casa se inclinaba un poco hacia abajo, y lo que comenzaba a fastidiarme un poco la valentía, era que la tenebrosa neblina cubría algunas ranuras, y declives mortales en el techo. Observé las interminables hileras de teja, bastante desgastadas por la lluvia y el viento. Respiré hondo y comencé a andar, me sujeté por la boquilla de una chimenea y salté hasta un sendero plano que se extendía, con gárgolas en el borde del techo.

Resurrección Luna LlenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora