Aquella madrugada, o lo que quedaba de ella, me fue absolutamente imposible conciliar el sueño, y no porque no estuviera cansado; porque cada parte de mi cuerpo se hallaba molida, suprimida, por haberme exigido tanto en el proceso de la resurrección, sino porque se debía al turbia preocupación por Gabriel. Lo habíamos dejado en el cementerio, solo. Desprovisto de cualquier arma, poder o ayuda para defenderse con más éxito de esos enfurecidos demonios. De hecho, estaba casi seguro de que el ángel había sido asesinado. Su cuerpo, inerte, estaría en algún lugar del frío cementerio; inmóvil y con los ojos abiertos, inexpresivos, hasta que alguien lo encontrase y diera parte a las autoridades.
Me costaba mucho creer que Gabriel estuviera muerto, y me grité mil veces que no lo estaba y pronto regresaría. Durante sólo una fracción de segundo me vi tentado a levantarme e ir al cementerio en su búsqueda, pero luego me di cuenta de que eso no ayudaría en nada, salvo en empeorar las cosas, si de verdad había muerto.
Aún no podía sacarme de la mente el momento en que los rayos de la luna llena tocaron el ataúd y, como magia, porque ni Robert ni yo lo habíamos visto, el cuerpo de Clara comenzó a restituirse y adquirir la forma que estando muerta había perdido. Aún no podía asimilar la mayoría de los pensamientos que me sumían en un morboso estado de éxtasis, copado de emociones y sensaciones muy vívidas y casi palpables. No podía creer que algo así hubiese pasado, y la chica que vi fétida, consumida por cientos de gusanos, estuviera viva, dormida, tal vez, a varios metros de mi cuarto.
Los que sí que no debían estar muy satisfechos con su trabajo eran los demonios, a los que leer la mente, o detener el plan con la muerte les había fallado. Una pregunta cruzó mi mente. ¿Por qué los demonios habían hecho tan fácil la resurrección de Clara? ¿Siendo tan poderosos como sabía que eran, porque no usaron magia o invocado más demonios que truncaran nuestro plan? Me pareció absurdo, y al mismo tiempo me estremecí. Me había imaginado su ataque de otra manera, de una que hubiera comprometido seriamente nuestras vidas.
Una en la que no sólo Gabriel hubiese muerto, sino todos juntos.
No fue así.
Todo concluyó de una manera lejana a las expectativas. Todo esto parecía una experiencia surrealista y estaba comenzando a dudar si estaba vivo o había muerto en el cementerio. Eso se disipo cuando vi la alfombra vino tinto del piso, y los doseles de mi cama. Una vocecita dentro de mí me decía que no todo sería tan fácil como aquella noche. Estaba seguro que el camino de los demonios después de eso se orientaba en una estrategia calculada, definida, sin margen de ningún error. Programarían un plan estratégicamente perfecto, sin fallos ni complicaciones para evitar que Sara volviera a la vida.
Un plan sin contemplaciones a la hora de matar.
Era tan confuso predecir lo que venía después; tal vez sí podía, pero me negaba a escarbar en los escabrosos senderos del seco desierto. No se me quitaba de la mente aquel feroz aturdimiento; la imagen, nítida y congelante del demonio Alastor, aquella voz tentadora, provocante, haciendo tambalear mi lealtad. Aquel rostro maligno, pidiéndome que desertara y me uniera al bando enemigo, había utilizado la poderosa arma de la persuasión; una espada de doble filo que logró traspasar cada coraza de mi cerebro, y en conclusión cada neurona conspiró contra mí y se puso a su favor, a favor de la oscuridad.
ESTÁS LEYENDO
Resurrección Luna Llena
Aventure¡¡Hey, tu!! ¡¡¡Siii, estoy hablando contigo!!! ¡Mírame! Quiero hacerte algunas preguntas. No tiembles, sólo responde ¿Dónde está la chica que se suicidó la semana pasada, la que se amarró una soga al cuello y se colgó del techo? ¿Cuántas personas cr...