Capítulo 9: Ángeles y Demonios

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Había estado esperando con ansia el fin de semana, sobre todo cuando lo había pasado tan mal

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Había estado esperando con ansia el fin de semana, sobre todo cuando lo había pasado tan mal. Varias veces al borde de la muerte, que al parecer dormía en mi cama, conmigo, todas las noches. Pero lo único que podía significar ese sábado para mí era hablar, y aclarar un montón de dudas que se comían vivo mi cerebro. Entre el significado de ser sábado, estaba el hecho de no tener que ir a Oxford, en el que precisamente no fui bien recibido por el alumnado. Así era yo, no me caracterizaba por ser lo que pueda llamarse popular. Otro significado podría ser tener una satisfactoria explicación sobre ángeles y demonios.

Ya era mucho decir que no hacía ni una semana que me había enterado de que tenía un primo, y que insólitamente tenía que traer a tres personas muertas a la vida. Un hecho que aún no tenía claro, y porque no estaba del todo seguro que pudiera acercarse a la realidad. Pero quién, a la primera, digiere que los muertos puedan regresar del más allá. Insólito. Las mentes más brillantes lo han hecho todo por ganarle la batalla a la muerte y yo, sin el menor esfuerzo traería a tres zombis a la vida. Eso era una completa locura.

Sin el menor esfuerzo creo yo...

...Porque aún estaba la peligrosa expectativa de tener que encontrarme con los demonios todos los días, si es que Alejandro y la chica pelirroja lo eran. Me pregunté si así sería el resto del año. Era frustrante, pero tenía que acostumbrarme, después de todo, y no entendía por qué comenzaban a tratarme bien... Y me gustaba.

Súbitamente recordé a tía Margaret. La extrañaba mucho, me había dejado al igual que mi padre. No sé cómo pero, solo, debía sacar razones aunque fueran escasas, para seguir viviendo. Lo que más me gustaba del fin de semana era que si no quería hacer nada no lo hacía; sin embargo disponía de tanto que preguntarle a Máximo, que perder el tiempo, era como morir anticipadamente para mí.

Cuando bajé a la cocina noté que Larry, Steven y Máximo no estaban allí. Ah, y otro asiento que seguía sin ocuparse desde hacía dos días; Robert se había ido de la casa luego de la acalorada disputa con él, Steven y el dios griego. La cocina estaba casi vacía, excepto por la silenciosa presencia de Eva, quien me sirvió el desayuno en un plato de porcelana.

—Somos dos —dije mirando a Eva—. Por lo que veo nadie más tiene hambre hoy. ¿Qué tal si hablamos un poco? Hace tiempo que no hablamos. Cuéntame algo de tu vida.

Eva me miró con cara de pocos amigos.

—No me gusta hablar de mi vida —gruñó Eva tirándome el plato de mala gana—. Me largo...

Cerró la puerta de golpe.

Desayuné más lentamente de lo normal, con fugaces pensamientos de Alastor rondando por mi cabeza. ¿Qué era precisamente lo que le iba a preguntar a Máximo? ¿Por dónde empezar cuando todas mis preguntas eran como enigmas indescifrables?

Resurrección Luna LlenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora