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— ¿a dónde vamos exactamente? —

habían llegado al aeropuerto hace casi media hora, en la cual sólo había obtenido canas verdes por culpa de ese chino disfrazado de Dios griego.
ni siquiera sabía por qué lo había seguido, podría haberse quedado en su habitación, tomando un baño de burbujas mientras pensaba en cómo solucionar aquel temita de las deudas a pagar sin tener ni un sólo dólar. maldijo a su padrastro una y otra vez a medida que el tiempo pasaba, ¿qué cruzaba por su mente cuando decidió no pagar toda esa cantidad de dinero y dejárselo a su ingenuo y religioso hijastro? bueno, no tan religioso. tal vez podría vender algunas prendas, o algún que otro reloj de oro y cristal, al menos para ir juntando el dinero (que por cierto, era muchísimo). aunque ni vendiendo su mansión iba a conseguir juntar la cantidad completa.

— lo sabrás cuando muestres tu pasaje y tu visa. — respondió tranquilo. aquellos lentes de sol le quedaban genial.

al menos tendría dónde vivir, y encima, con una compañía de cinco estrellas. lo que sí le pareció extraño fue que junhui no traía ningún reloj caro, o zapatos de diseñador. sólo podía pensar en que era alguien más sencillo en cuanto a su vestimenta y su apariencia.
sin dudas iba a tomarse un gran baño de burbujas cuando llegara a la casa del Dios.

— eso no me tranquiliza. somos completos desconocidos, ¿quién me asegura que no va a asesinarme en el baño del avión? ni siquiera sé cuántos años tiene, ni de quién es hijo, o de qué trabaja. — acomodó su cabello azabache, necesitaba una nutrición y unas ampollas de queratina.

— no voy a asesinarte, si ese fuera mi propósito créeme que ya lo hubiera hecho. y si te tranquiliza y te hace guardar silencio por lo menos en lo que queda de espera, tengo 29 años, mi padre es wen xhian, y trabajo en casa. —

— ajá, vale. lamento decirte que estar callado no es algo que me caracterice. —

— lo he notado. —

— además, ¿por qué te empeñas tanto en cumplir una promesa que le has hecho a alguien muerto? — preguntó sintiéndose más en confianza como para tratarlo informalmente. él lo miró con una ceja levantada.

— soy leal a mi palabra. y, muerto o no, es tu padre. deberías respetarlo. —

frunció el ceño.
— no es mi padre, joder.— insistió. no era tan difícil entenderlo.

— mira, cielo, creo que vamos a tener que comenzar a comunicarnos de otra manera.—

— también lo creo. — se acomodó en el asiento incómodo, sus brazos picaban del cansancio de tener sus bolsos sobre ellos, no iba a dejarlos en el suelo cuando había cantidad de gente sinvergüenza que podía llevárselos en un segundo. y él no era alguien con un estado físico de corredor.

— he hecho una promesa, y por más que me encantaría dejarte aquí, no puedo. soy lo único que tienes ahora. comenzarás a vivir conmigo a partir de hoy. olvídate de las compras innecesarias, de las fiestas de drogas, de las joyas y de las visitas a la peluquería. me obedeces a mí y solamente a mí, yo tengo la última palabra dentro de mi casa. no tienes ni un centavo, así que piénsalo bien. no tengo ni un poco sentimiento por ti, por lo que no me importaría llamar a la policía y entregarte. tú elijes. —

se quedó en blanco por un momento. aquellos ojos profundos y oscuros lo miraban con aires de autoridad, haciéndole saber que sus palabras iban en serio. y por un instante tuvo las ganas de abofetearlo, correr e irse. pero había algo en él que lo mantenía sentado, mirándolo.

— ¿y qué te hace pensar que me quedaré contigo? podría llamar a mi chofer ahora mismo e irme a no sé, los ángeles. — desafió.

junhui se echó una carcajada acercándose demasiado a él. su gran y áspera mano (mal cuidada) cogió su mentón, sus respiraciones mezcladas y su corazón latiendo con fuerza sintiéndose amenazado.

— házlo, cielo. y verás como te meten preso en unos minutos. — susurró a sólo centímetros de sus labios. sentía un fuerte deseo por profanar esa boquita rosada, que contrastaba con su pálida piel y sus ojos verde-miel, pero no lo haría. al menos no en un aeropuerto.

— vale...— murmuró nervioso alejándose de él. — tú ganas. — se rindió, completamente humillado por perder su orgullo con un chino que le llevaba cuatro años de edad.

— ya sabes, cielo, yo mando. — repitió.

y chan, tratando de recuperarse de aquel acercamiento que le quitó el orgullo y la dignidad, levantó una ceja.

— ¿estás insinuando que, además de mandar en lo que respecta de nuestra convivencia, vas a hacerlo durante actos sexuales que no tengo pensado mantener contigo? —

— no, tú lo acabas de insinuar solito. pero no me molestaría tener sexo contigo, al fin y al cabo eres hermoso. — rió levantándose del asiento, se acomodó los lentes de sol y cogió sus propias maletas.

— ¿qué? — dijo incrédulo, poniéndose de pie también. — no pienso acostarme con alguien tan arrogante como tú. —

— ¿arrogante yo? — preguntó fingiendo ofensa mientras se dirigía a la fila de personas que esperaba realizar su último papeleo antes de abordar.

ni siquiera prestó atención al llamado. estaba harto de ese gilipollas sexy. lo siguió a duras penas, con las maletas pesando sobre sus brazos. ¿no pensaba ayudarlo?

— sí, arrogante y gilipollas. —

— avísame cuando tenga que ofenderme. — frenó en el final de la fila, que por cierto, no era tan larga. buscó algo en su mochila y le entregó unos papeles a chan, quien los cogió como pudo y los leyó rápidamente.

— ¿en serio? ¿china? — preguntó indignado al leer el pasaje.

¿qué haría él en china? no iba a tener amigos, porque junhui sin dudas no contaría como tal. ni siquiera iba a saber cómo ir a una fiesta, o dónde comprar drogas.
sí había ido un par de veces a Hong Kong, pero ni siquiera podía recordarlo del todo, tenía cuatro años. y su chino no era perfecto, se trababa con tantas pronunciaciones.

— sí, estupendo, ¿no? — y ante la falta de respuesta, continuó. — lo sabía, te encanta. verás, soy chino y odio la vida aquí, así que iremos a mi antigua cabaña en medio del bosque. te molará muchísimo. —

¿cabaña? ¿bosque? estaba completamente loco si pensaba que iba a vivir con él en una antigua cabaña en medio del bosque. los insectos no eran lo suyo, el centro comercial le quedaría muy lejos y ni siquiera tendrían cable de tv.

— dime que por lo menos, tiene piscina. — dijo con la última pizca de ilusión yéndose por la alcantarilla.

— sí tiene, y es enorme como para cumplir uno de esos actos sexuales que dices que he insinuado. —

— ignoraré que dijiste eso y me quedaré con que tiene y es grande. — formó una mueca de asco. aunque no podía negar que habían pasado varios pensamientos por su mente que los involucraban a ambos con muy poca ropa y cabello pegado a la frente a causa del sudor. — mi chino está algo oxidado. — confesó.

— no importa, no hablarás con nadie más que conmigo. es un bosque, no la ciudad. —

la fila se acortaba cada vez menos, y junhui pasó a ser el primero. entregó los papeles y documentos a la chica.

— ¿y los encargados? ¿los de la limpieza? ¿las compras? ¿no podré hablarles? —

el chino rió una vez más.

— cielo, no tengo empleados. —

sin dudas iba a desvanecerse.

(...)

1234 palabras.

cielo color verde - juno svtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora