- n u e v e

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llevaba dos semanas y media en china. días en los que se la había pasado en la piscina, con los caballos, explorando y cocinando. últimamente cocinar era su tiempo favorito, de hecho tenían pilas y pilas de tuppers de comida en el congelador para que se reserve. también se había encargado de hacer más pintoresca la habitación, la había pintado de pintura blanca que encontró en el viejo establo y reacomodó los muebles; cambió de lugar la cama, el tocador, el espejo y el clóset no porque era demasiado pesado incluso para ambos.

actualmente estaba acostado en la cama, eran cerca de las dos de la mañana. junhui no estaba con él, estaba en el comedor con un amigo, el cuál supo que se llama yan an. un tipo lindo, su cabello era blanco platino, eso le gustaba. pero no acabó gustándole cuando oyó ruidos agitados y poco después, los asquerosos y agudos gemidos de ese niño. porque eso era, un niño. o eso aparentaba su cara de ángel.
¿qué junhui no tenía respeto? o lo hacía porque él había rechazado su oferta y se sentía ofendido. pero, ¡pasaba de sus manos! no podía simplemente acostarse con él y ya. era cosa de religioso, tal vez. pues, ya no tenía ni un amigo, y creer en dios e incluso hablar con él, lo mantenía dentro de todo dentro de sus casillas. pero esto lo superaba.

el día anterior también había traído a otra persona, una chica muy tierna a su parecer, que entendió que se llamaba yuqi, o algo parecido. y por supuesto, acabaron follando en el sofá de cuerina artificial que había en el comedor. no se sentó allí después de eso.
y entendía a la perfección que era la casa de jun, que le había preguntado si le molestaba que trajera gente y le dijo que no, que era su casa y todo eso, pero él también vivía allí. y esperaba por lo menos, no tener que convivir todas las santas noches con gemidos idiotas y el ruido de la cuerina arrasar con el sudor.

— ¡junhui tiene VIH ! — exclamó en chino lo mejor que pudo y se dio media vuelta en la cama, se tapó bien y se durmió a los minutos de oír como jun intentaba detener a yan an de irse, pero éste acabó yéndose.

sin embargo se despertó cuando sintió a su compañero cerca de él, por meterse a la cama.

— perdón, pero tú no dormirás aquí. — le dijo medio somnoliento. jun lo miró cansado, se metió a la cama y chan se alejó lo más que pudo de él.

estaba enojado, claro que lo estaba.
le parecía una completa falta de respeto que ese chino tonto se atreviera a follar estando él presente. era asqueroso, y odioso. en otras circunstancias se hubiera levantado de la cama y ya estaría durmiendo en el sofá, pero ni porque le pagaran iba a poner un solo pie en ese estúpido mueble.

por la mañana se levantó antes de que siquiera saliera el sol. se puso una campera de hilo con bordados plateados, porque, ah, ya tenía sus maletas de regreso, y salió a ver a los caballos. éstos parecían recién despertar, rió al verlos atontados por el sueño. colocó agua en el enorme recipiente y soltó las sogas que junhui les ponía para que no se escaparan. los dejó solos, seguro tenían que estirar las piernas y el chino tonto los ataba, iba a hablar de eso con él en algún momento.
revisó que todo estuviera en orden con ellos, ninguna lastimadura o quemadura por el sol. ahí entró a la cabaña nuevamente y se encontró con junhui sentado en el sofá viendo un diario.

— buen día, cielo. — dijo. sin embargo, chan pasó de largo y se sirvió un café sentándose sobre la mesada. — ¿no vas a hablarme? —

— no. — balanceó los pies mirando la nuca del chino. — bueno, sí. sólo te digo que la próxima vez que traigas a una persona a esta casa para follar en mi presencia, los interrumpo, cogo un cuchillo y te juro que te rebano el pene. —

jun rió.
— ¿estás...celoso? —

¡qué pregunta era esa! no eran celos, era enojo. mucho enojo.
se contuvo de arrojar la taza al demonio.
— ¡por supuesto que no! ¡estoy hablando de que me respetes, mínimo! — exclamó harto.

se bajó de la mesada y salió nuevamente.
¿quién se creía que era? ¿el centro del mundo? pues no lo era. él no había pedido que su madre muriera y lo dejara con su estúpido padrastro. no había pedido que taemin se muriera. no había pedido que le dejara todas las estúpidas deudas y ni un sólo centavo. no había pedido que un chino viniera a buscarlo. no había pedido perder las maletas. no había pedido vivir en medio de la nada. no había pedido nada de todo lo que le estaba pasando.
y sabía que siempre fue un poco egocéntrico, pero estaba seguro de que no se merecía todo eso.

de repente se encontró perdido, internamente y perdido literalmente. así que sólo se sentó en el pasto y comenzó a llorar como el estúpido que era. necesitaba un descanso. un descanso de toda la mala racha, de jun, de china, de todo. quería estar en su casa, con su mamá riendo, o con seungkwan en un centro comercial hablando de ir a una fiesta. simplemente necesitaba su vida de regreso, y estaba dispuesto a ir preso por ello, de todos modos no podían darle más que un año.

se prometió que cuando supiera cómo volver a la cabaña, iba a pedirle a junhui que le comprara un jodido boleto de avión de regreso. ya no le importaba si le hacía limpiar la piscina a mano,o si lo subía al techo para quitar las telas de araña por más miedo que éstas le diera.
uno de los gatitos que vio la otra vez se hizo presente. creyó que era un milagro entre tanto mal. lo acarició por mucho tiempo, hasta que el pequeño se quedó dormido y el sol estaba radiante.

comenzó a caminar intentando buscar un camino de regreso, pero sólo había muchas plantas, malezas y miles de árboles enormes. se frustró y jaló su cabello suavemente. respiró hondo una y otra vez, erguió la espalda. caminó nuevamente, dispuesto a no enojarse ni entristecerse, iba a volver.
y con ese pensamiento pasó la siguiente hora, probablemente ya era hora de almorzar y estaba comenzando a sentir calor. pero, para su suerte, vio los caballos. así que siguió caminando, y de repente apareció junhui, medio alarmado.

lo cogió de los hombros y lo miró de pies a cabeza.
— ¿dónde cojones estabas? — preguntó jadeante.

— ¿dónde más? en el bosque. — respondió mosqueado. se soltó de su agarre.

— sé que estás enojado, perdóname. prometo que no volveré a llevar gente a casa. —

se sorprendió. a casa, ¿ya era su casa también? sin embargo, continuó en sus trece.

— por supuesto que no volverá a suceder, porque te exijo que me compres un boleto de vuelta a Seúl lo más antes posible. — aquello tomó por sorpresa a jun, quien lo miró con los ojos muy abiertos.

— ¿de qué hablas? me equivoqué pero no es para tanto. —

— quiero irme a casa. — bajó la cabeza. sintió sus ojos aguarse, pero no iba a llorar frente a él.

jun sintió un aire de culpabilidad.

— cielo... lo siento, en serio. podemos hacer las paces, pero no es necesario que te vayas. — dijo suave, como si su voz fuera una caricia.

— no, no. yo no quiero hacer las paces, yo quiero mi vida de vuelta, no me importa ir preso, eso es lo de menos. pero necesito...necesito mi vida. necesito mis amigos, mi mamá, mi despreocupación. — levantó la mirada una vez que logró controlar las lágrimas para que éstas no salieran.

— lo siento... no sabía que estabas tan mal, cielo. lo siento.— tomó sus manos. — pero no puedo comprarte el boleto. —

frunció el ceño.
— ¿por qué no? —

— porque hice una promesa, chan. —

estúpido junhui.

(...)

1338 palabras.

cielo color verde - juno svtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora