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Sherlock aborrecía el día de su cumpleaños.

La fecha se reducía a un atosigamiento de sus padres, ya sea desde pequeño haciéndole fiestas que nunca disfrutaba, o ya en la adolescencia, cuando le obligaran a cenar con toda la familia Holmes, sometiéndolo a un constante cuestionario acerca de qué haría cuando creciera, qué estudiaría, si ya tenía novia, y otras trivialidades que Sherlock detestaba hasta morir. Además de ser una total hipocresía, porque sus padres fingían frente a toda esa gente que eran la familia perfecta, cuando era todo lo contrario.

Sherlock definitivamente no era alguien sociable. Nunca le había gustado estar entre mucha gente ni verse obligado a entablar conversaciones vulgares, ni mucho menos ser el centro de atención. La verdad es que el joven genio siempre había sido alguien introvertido y solitario, y que prefería pasar su cumpleaños como si fuese un día más, quizás porque nunca había tenido una razón para disfrutarlo de verdad.

Sin embargo este año era diferente.

Ni haciendo un análisis exhaustivo de las posibles situaciones que podían presentarse en ese día, Sherlock se hubiera imaginado el escenario frente suyo.

Le habían hecho una fiesta sorpresa.

John le había hecho una fiesta sorpresa.

La forma en que John se enteró cuándo era su cumpleaños no era un gran misterio, pues a Sherlock no le costó deducir que lo había descubierto por Greg. El rugbier había visto casualmente unos registros sobre el escritorio del consejero escolar. Y como su curiosidad le mató, alcanzó a leer datos de algunos chicos.

Esta circunstancia solo tendría como consecuencias saludos anuales del rubio por su cumpleaños y eventuales bromas sobre su nombre completo. ¡William Scott! ¡Típico nombre de ricachón!

Sherlock no caía en la cuenta de todo lo que John había hecho por él. Había invitado secretamente a Molly, Mike, habló con sus padres, con sus empleados de la casa para que cocinaran todo a escondidas. Incluso él fue quien habló con su chofer (que resultaba llamarse Carlos, y hasta se había hecho amigo de John) para que entretuviera a Sherlock llevándolo a la biblioteca, a Hyde Park, etc.

La comida había sido perfectamente pensada, cada detalle (John sabía de la estricta dieta a la que se sometía Sherlock por ser bailarín de ballet). Convenció a sus padres de no meterse demasiado (solo le saludaron y desaparecieron de la sala de estar para dejar solos a los chicos, tampoco se entrometieron en la organización y dejaron todo a John).

E incluso había seleccionado una serie de películas y documentales criminales para que vieran con él (Sherlock ya había visto la gran mayoría pero el gesto se le hizo enormemente apreciable).

En fin, todo, todo había sido idea de John.

Sherlock estaba seguro que si alguien más hacía esto, le causaría un disgusto. Nadie osaría a hacerle un agasajo como este, simplemente porque no lo merecía. Era terriblemente antipático e insoportable con todo el mundo.

Sherlock en serio no se merecía esto.

Pero si John lo había hecho, era porque lo creía merecedor. Sherlock valía el esfuerzo, el tiempo. Valía algo para alguien.

No es que quisiera menospreciar a las pocas personas que pululaban a su alrededor, pero yendo por descarte, ni Mike, ni Molly, ni siquiera Victor harían una cosa así.

¿Qué por qué hice esto? No lo sé... Pensé que sería divertido sorprender al detective sabelotodo y que todo le parece tan predecible, le había contestado John frente a su planteo.

Y lo que más le había agradado de toda la situación era justamente eso, lo impredecible de todo eso.

O quizás, de quién había provenido.

The Two of Us || TeenLock Fanfic (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora