34 (Parte 1)

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La luz brillante y ambarina que se posaba insistentemente en su rostro le obligó a abrir sus ojos. Al parecer había olvidado cerrar sus cortinas la noche anterior. O más bien, la Señora Hudson había olvidado hacerlo, y aquello seguro llevaría a un clásico berrinche de parte del pequeño Sherlock Holmes cuando la anciana fuera a llevarle el desayuno.

Aunque no era, exactamente, pequeño. Ni tampoco era, exactamente, la Señora Hudson quien le despertara en ese momento para el desayuno.

—Levántate, vago —le animó un sonriente John Watson, recostado a su lado. Sus facciones iluminadas con la luz del sol de la mañana le hacían lucir un aspecto sobrenatural. Hermoso.

Baker Street. John. Luz del sol. Casi no recordaba la última vez que había tenido un sueño tan enternecedor.

Su mente seguía agonizando, pero parecía haber entrado en un impasse con aquellas experiencias oníricas junto a John. Parecía desvestir sin escrúpulos aquellos sentimientos que el joven detective se había empeñado tanto en sepultar, los que de todas formas, no había más motivos para seguir ocultando.

Sherlock se acercó al joven rubio que le acompañaba en la cama y ambos se fundieron en un afectuoso abrazo. Sumergió su rostro en el pecho de su amante y deslizó sus manos por la espalda del otro, jactándose de la calidez que solo ese cuerpo era capaz de brindarle. Sherlock podía sentir perfectamente la textura de la piel que recubría el desnudo torso del rubio. Podía sentir sus piernas entrelazarse con las del otro. Podía sentir cómo sus dedos acariciaban su cabellera con cariño, como solo John sabía hacerlo. Podía sentir todo. Es como si estuviera vivo.

—No me dejes, John —susurró tan bajo que probablemente el rubio no le escuchara. —No me dejes, por favor.

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Sherlock había comenzado a idear su plan después de la nefasta experiencia con Sebastián en el cumpleaños de John. El objetivo era robar las cintas de video, el símbolo de poder del subcapitán y la prueba fundamental de sus delitos.

El joven detective estaba seguro de que Moran las conservaba en una caja de seguridad ubicada en su habitación. Para ello, y sin mucha dificultad, el chico había boceteado un mapa de la mansión de los Moran, únicamente con sus recuerdos de las contadas veces que había estado allí. Su memoria visual le había permitido elaborar un mapa cuya exactitud John comprobó al examinarlo.

Sin embargo, lo fundamental era el ingreso a la mansión y la apertura de la caja de fuerte.

Y para eso, necesitaba a Bill Waggins. No era pura coincidencia que Sherlock le eligiera como compañero de piso.

Bill Waggins había sido un brillante estudiante de Física en Cambridge. Sin embargo, su inteligencia se vio eclipsada por su terrible comportamiento. El chico se dedicaba a robar en las casas de las familias más pudientes de la ciudad. Eso, sumado a que también vendía drogas dentro de la famosa universidad, causó su expulsión definitiva de la institución. La noticia había sido publicada en algunos portales, y Sherlock vio en aquel delincuente al compañero perfecto para llevar a cabo su plan.

Inicialmente el joven detective, fiel a su carácter huraño y antisocial, no tenía pensado hacerle participar activamente del plan. Quería usarlo, sin que este lo supiera. Sin embargo, se vio obligado a revelarle dichas intenciones cuando el dealer empezara a dudar de aquellos "fines científicos" que motivaban la compra excesiva de drogas por parte de su compañero.

Pero él nunca me dijo la razón de todo este plan... le había confesado Bill a John.

Bill se especializaba en las dos cosas que Sherlock necesitaba: robar mansiones y conseguir drogas.

The Two of Us || TeenLock Fanfic (TERMINADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora