Capítulo 7

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Este capítulo tiene alto contenido en lemon.

Sobre advertencia, no hay engaño.

Enjoy...


En cuanto ese pensamiento cruzó su mente, abrió sus ojos con demasía al tiempo que se quitó de encima a Sasori, quién la miró sorprendido por su actitud. Dios, ¡estuvo a punto de decirle Sasuke! ¿En qué mierda pensaba cuando sintió esas caricias? Qué absurdo, era más que evidente que, en él. Le sonrió a su novio mientras se pasaba la mano por su mejilla para sacarse los cabellos que se le habían pegado al rostro, gracias al sudor que nació del placer que acababa de sentir. ¿Y por quién? Por Sasori, quien pensó, era Sasuke. Demonios, ya basta de recordar a ese hombre, se reprendió en silencio. Se acomodó la ropa sin quitarle los ojos de encima al pelirrojo, que la miraba confundido. ¿Qué mierda le diría? "¿¡Ah! Sasori eras tú? Creí que me derretía entre los brazos de Sasuke"?. Por supuesto que no.

Estaba incómoda y a la vez consternada, nunca en su vida creyó que alguien que no fuese su novio se pudiese colar de esa manera en su interior a tal punto que llevó a soñar con él. Su garganta estaba reseca e intentó tragar saliva, la gota pasó tan rasposa por su faringe que se vio obligada a hacer una mueca. Que terrible la sensación de infidelidad que se había metido bajo sus poros, pero, ¿el soñar con otro se consideraba infidelidad? Técnicamente no, puesto que ella era fiel creyente de que la infidelidad solo se podía dar de manera física. Entonces, ¿por qué se sentía así de miserable?

Tenía un mar de sentimientos contradictorios y luchaba con cada uno de ellos, pero simplemente llegaba al mismo punto. Había soñado que Sasuke, era quién la proveía de esas caricias tan devastadoras que experimentó en todo su ser y que, por consecuencia, la había llevado a uno de los clímax más potentes que había sentido desde que estuvo con él. Maldita sea.

—Estás blanca, ¿pasó algo? —se puso de pie y caminó hasta ella.

—No, tranquilo —dijo, sin embargo, no lo convenció en absoluto.

—Mentirosa. Dime que te sucede —exigió con el ceño levemente fruncido.

Sakura se pasó la mano por la cara al tiempo que se mordía el labio. Cargo de consciencia. Eso era lo que estaba experimentando en ese momento, porque claro, no tenía porque mierda creer que era otro hombre el que la estaba despertando con aquel sexo tan maravilloso. ¡Pero creyó que soñaba, con un maldito demonio! Quitó la mirada de los ojos de Sasori. No estaba bien que estuviera sintiendo ese tipo de cosas por otro hombre. Solo había sido un intercambio, sin sentimientos de por medio, sin nada más que sexo. Un maravilloso y endemoniadamente erótico, sexo.

Eran personas adultas que en mutuo acuerdo se acostaban con la pareja del otro, punto. ¿Para qué carajo seguir dándole vueltas al asunto? Ni que tuviera quince años para estar así de confundida y con las hormonas tan revolucionadas, por alguien al que solo había visto tan solo una vez. Sin embargo, era un hombre que la llevó a las puertas del abismo, en todos los sentidos.

—Perdón cariño, creí que estaba soñando —dijo aclarándose la garganta.

—No te ha gustado —afirmó.

—¡No digas eso! —se apuró en aclarar, tampoco quería que Sasori pensara así. Sin embargo, creyó que la sinceridad era lo fundamental en una relación como la que ellos tenían. Por eso, decidió mirarlo con determinación y temor. ‹‹ Vamos la verdad, ante todo, Sakura ››, se dijo. Respiró profundo —. Pensé que estaba soñando con Sasuke —soltó mirando directo la cara de Sasori.

El chico, que estaba completamente desnudo, alzó las cejas de tal manera que casi se juntan con los cabellos de su cabeza. Se dio media vuelta y se puso su bóxer sin decir ni una sola palabra. No sabía cómo mierda tomarse el hecho de que su novia le confesara aquello. Solo se limitó a pasarse la mano por la cabeza, y a desordenar su pelo. Al observarla, vio la culpa en sus ojos verdes. Vaya, sí que había sido una soberana sorpresa eso, y claro que le había caído como un balde lleno de piedras en la cabeza, pero, ¿podía culparla? No tenía ni la menor idea de cómo había sido su noche con ese hombre, porque no se había tomado la molestia de preguntarle siquiera.

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