Capítulo 30

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Sasuke.

No he dormido nada por culpa del trabajo, me he levantado al amanecer y me he acostado casi al amanecer. Mi cuerpo no da más, tener que andar de un lado para otro, me tiene agotado y para más mala suerte, Suigetsu, mi ayudante, no pudo venir porque su mujer comenzó con la labor de parto, así que he tenido que apañármelas con todo yo solo. Para joderla más, Yahiko me ha dicho que la Madre superiora del convento, donde he ido a tomar las fotos, ha quedado fascinada y quiere algunas más porque están en pleno proceso de postulación para el noviciado.

De tanto ir a ese lugar se me terminará pegando el espíritu santo y me convertiré en cura, me quiero reír ante mi absurdo pensamiento. ¿Yo, con una sotana? No joder, con lo caliente que soy no podría estar en celibato, a menos que hubiese una monja como Sakura. No hombre, de solo imaginarla con un hábito, me dan escalofríos. Pero, ahora que lo pienso bien, si tan solo estuviese con una cofia y portaligas, cambiaría totalmente el panorama. Hasta puedo sentir como se me hace agua la boca. Sacudo la cabeza porque mi miembro ya se endureció.

Pongo la cafetera, muero por algo caliente, estoy trasnochado y hasta con un poco de ojeras. Hoy debo estar en treinta minutos más en el palacio del presidente, desea que sus obras sean reconocidas, lo que me parece totalmente absurdo, porque cuando uno quiere hacer una acción caritativa, de verdad, debe hacerlo en el absoluto anonimato, pero como se acercan las elecciones para la presidencia y él quiere quedarse nuevamente con el mando, el tipo se quiere mostrar "gentil". Bueno a mí que más me da, cada loco con su tema y mientras a mí me paguen, yo feliz.

Tan solo deseo estar de vuelta pronto para poder ver a mi pelirrosa, la he extrañado cada hora del maldito día, solo me he tenido que conformar con oír su voz. En realidad, Yahiko se aprovechó de la situación al privarme una semana sin ver a Sakura. Estos días que he estado aquí, se me han hecho una jodida eternidad. Echo de menos sus dedos jugando con mi cabello, esas miradas furtivas cargadas de amor y deseo. Y pensar que cuando la conocí, no creí que esto fuese a ser posible, porque ella estaba con el pelirrojo ese. Seguramente, de no haber ido al club aquella noche, ni siquiera me hubiera enterado de que Sakura fue a intercambiar pareja.

Mientras me sirvo el café, me sonrío. Aquella vez, cuando casi la atropellé, Sakura iba distraída y refunfuñando quién sabe qué cosa, estaba hecha un completo desastre, pero cuando miró hacia el interior de mi auto, intentando ver quién era el que casi la choca, pude ver en ella algo tan llamativo que me dejó pensándola toda la mañana, hasta que, por azares del destino, llegó al mismo restaurante donde casualmente estábamos Suigetsu y yo, haciendo los preparativos para el próximo viaje.

Toda ella era refrescante para mis pupilas y cuando se ponía tensa, presintiendo mi mirada porque yo no le podía quitar los ojos de encima, me deleitaba. Sus movimientos eran delicados al momento de llevarse el trago a los labios, y grande fue mi sorpresa cuando justamente fue Ino la que llegó a su lado. No obstante, esa noche que fui al club, no me atreví a preguntarle por ella, sentí que no era el momento. Sin embargo, los días transcurrieron y justo cuando iba a saciar mi curiosidad por aquel ejemplar de hembra, Sakura apareció en el club y me quise morir porque estaba mucho más bella de lo que recordaba y con esa sonrisa arrebató algo de mí, algo que solo a ella le pertenece.

Doy un respingo porque al estar rememorando nuestro primer encuentro, me quemo la maldita lengua. Suelto la taza y voy por un vaso de agua, el cual, bebo al seco. Paso la mano por mi pelo al tiempo que suelto la respiración, miro la hora y ya son las seis treinta de la mañana, es tiempo de que vaya andando, no quiero llegar tarde, detesto la impuntualidad. Tomo las llaves del auto y salgo del hotel donde me estoy hospedando.

Cuando llego, veo un tumulto de gente rodeando al presidente. Me abro paso entre periodistas preguntones, entre gente que está de su lado, hasta que por fin llego donde está él. Me mira e inclina su cabeza a modo de saludo, hago lo mismo. Le pide a uno de sus guardias que me dirija hasta el salón donde debo tomar las fotografías. Entre mi desvelo y el ruido de las personas, el dolor de cabeza que tengo comienza a hacer que poco a poco mis sienes empiecen a palpitar. Solo quiero salir pronto de aquí. En este momento veo que Yahiko está cómodamente sentado en uno de los sofás, me dan ganas de darle una patada en las bolas al maldito explotador. Lo miro con mala cara, él se ríe.

SwingerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora