Tras salir del despacho del rector, Ibai se dirigió a la comisaría. Sabía que ya no era becario allí y que no podría colaborar en el caso, pero no era eso lo que buscaba. No, ahora mismo solo quería hablar con alguien, y Yeri le parecía la mejor opción, siempre era la mejor opción.
Una vez llegó, vio como el inspector se sorprendía de verlo, y era normal, había dimitido de ser becario en el lugar el día anterior para que él no perdiese su puesto de trabajo remunerado.
—Pensé que habías dejado las prácticas aquí...
—Ya... no vengo como becario... si no como amigo... quiero compañía... no estoy muy bien...
—¿Quieres hablar de ello? —El joven negó a modo de respuesta y allí se zanjó la conversación sobre el tema.
Las horas pasaron lentas sin que Yerai avanzase y con Ibai en absoluto silencio, pero sobre la hora del café, cuando el inspector se acercó a su ex-becario con una taza de chocolate, nata montada y virutas de colores, habló un par de minutos.
—Han expulsado a tres chicos de la universidad por chivarme...
—¿Chivarte? ¿De qué hablas?
—Me pegaron... —Pasó la mano por su labio y su mejilla, corriéndose levemente el maquillaje, dejando a la vista las heridas y los moratones —, y fui a donde el vicerrector de la universidad porque ya estaba harto... no pensé que los fueran a expulsar...
—No los han expulsado por tu culpa... ellos son los causantes de la acción que les ha expulsado...
No obtuvo respuesta alguna, el chico volvió a sumirse en silencio en su mundo interior.
Cuando dieron las ocho, el inspector se dio por vencido en lo que llevaba de día. No había pistas nuevas, no encontraba enlaces y tenía el cerebro atrofiado de tanto pensar sin descanso.
—No es bueno mantener las penas dentro, Ibai... vamos, te invito a tomar algo en el Alaia para que, si no te desahogas, por lo menos comas y bebas algo.
—No es necesario, Yeri... —El inspector no le dio importancia esta vez, sabía que el chaval lo había pasado mal y que le había costado abrirse lo poco que se había abierto a él.
—No lo es, pero quiero hacerlo, así que levanta el culo y vamos —Con eso consiguió arrancar media sonrisa al chaval y se fueron hacia el bar —. Luego te llevo a casa, he aparcado en la puerta como quien dice.
Ambos entraron al bar y fueron directos a la barra, cuando Yerai pidió tuvo que reprimir una sonrisa al saber que su joven acompañante quería un batido de vainilla para acompañar su pincho de tortilla.
Ibai dio un vistazo rápido al bar, el más normal que podía encontrarse en mucho, con una barra con varias banquetas y poco más, con una decoración escasa y un gran televisor en el que se pondría el fútbol cada vez que jugase la Real. Después le dio un vistazo a su especie de jefe, eran casi tan amigos como si se conociesen de siempre, y tenía con él tanta o más confianza que con sus pocos amigos, pero era incapaz de decirle nada de lo que había pasado en la universidad porque implicaba sus sentimientos hacia él.
Pasaron juntos un rato agradable riéndose de cosas sin sentido, abstraídos del caso y de la realidad que les rodeaba, reprimiendo ambos unos sentimientos que creían no correspondidos.
Fue entonces cuando todo se torció, un hombre de unos cincuenta años entró por la puerta, no era nada del otro mundo respecto a fuerza, pero los ojos, pelo y facciones de la cara le dejaron claro a Ibai quien era, el padre de su abusón, del que le había atacado e insultado.
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Sangre bajo la piel
Mystère / ThrillerUna lista con estudiantes universitarios. Una figura encapuchada que va haciéndolos desaparecer del plano mortal. Un pequeño pulso entre quien asesina y quién investiga el caso. Un juego que ambas partes quieren ganar. Un mes de septiembre que podr...