Capítulo XVIII - Sospecha

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Antes de que la pareja llegara al escritorio el teniente los detuvo y mandó a Yerai al velódromo, donde se había encontrado el cadáver de una joven que aparecía en la lista.

    Cuando el teniente se fue hacia su despacho, Yerai le hizo un gesto a Ibai para que fuese con él hacia allí.

    En el coche Iabi esperaba tener algo de cariño, ya que no había nadie supervisándoles, pero no fue así. Su ahora chofer se mantenía frío como el hielo hasta que llegaron al velódromo.

    Al acercarse al campo de atletismo vieron a Enara sobre unas vallas totalmente desnuda, lo que hizo que Yerai soltase un suave bufido por lo perfecto de su cuerpo atlético.

    —La mataron a golpes, pero se centraron en la cabeza, el resto del cuerpo está intacto, a excepción de los hombros que se llevaban algún golpe residual.

    »No hay huellas dactilares en el cuerpo, pero están peinando la zona en la que la mataron, los vestuarios. Parece ser que se ensañó allí con ella, limpió la sangre que la manchase y la colocó aquí.

    »Aunque había un guardia de seguridad, quien sea que nos esté echando este pulso se tomó su tiempo para colocar perfectamente el cuerpo y dibujar con tranquilidad en el abdomen.

    »El laboratorio me ha pedido que si encuentro ADN se lo mande, ya que no hay ninguna coincidencia con los ADN ya registrados en los servidores… aun así, no se de que les servirá tener más ADN si seguirán sin identificarlo…

    Estuvieron durante una hora allí y, en todo ese tiempo, Yerai no le dirigió la palabra a Ibai, incluso ignoró las veces en que intentó colaborar.

    Salió del velódromo para tomar aire y no matar al que hasta hace poco había sido su superior y unas manos le taparon los ojos. Se giró ilusionado, pensando que sería Yerai que venía a pedirle perdón, pero al ver a Sam se desilusionó.

    —¿Que haces aqui, Sam?

    —Pasaba por aquí… me gusta pasear. ¿Te vienes a tomar algo conmigo? —Ibai negó rápidamente, no tenía el estómago ahora para tomar nada —. Vale… ¿Y tu? ¿Qué haces aquí? No me digas que... ¿Ha muerto alguien más? —Su voz se preocupó al final de la frase, Ibai se limitó a asentir.

    —Enara… aunque lo podrías suponer por el sitio…

    —A ella le tocaba el símbolo de correr… ¿La han matado de un sobreesfuerzo?

    —No… la manera de morir es confidencial en los casos…

    —Oh, vamos…. todos sabemos que a Ema la acuchillaron, que a Andrea casi la ahogan, que a Joritz lo quemaron con monedas mientras dejaban que se desangrase… Que a Alicia la gasearon... que a Garikoitz lo estrangularon… Y que Javier ha muerto de un golpe en la cabeza con un martillo…

    —Espera, ¿Que? —La muerte de Javier no era así como se había dado a la prensa. A la prensa se le había dicho que había muerto en el hospital por un derrame cerebral causado por la contusión de un golpe con un objeto desconocido—. ¿Como sabes eso?

    —¿Lo que he dicho? Rumores de pasillo que no cambian de persona a persona… así que digo yo que serán verdad…

    —Ya… bueno, sigo sin poder decirte nada…

    —¿Y de los símbolos? Lo ha dibujado, ¿Verdad? ¿O lo ha representado? —Ibai se calló.

    No sabía cómo era que Sam sabía tantas cosas sobre los crímenes. Él no le había contado nada, y no recordaba haberse dejado archivos del caso a la vista de nadie, siquiera cuando estaba solo.

    —¿Sabes qué? Hablar de esto es muy triste, turbio y tétrico… sobre todo porque nosotros estamos en la lista negra… ¿Qué te parece si en vez de tomarnos ese algo ahora nos lo tomamos en otro momento? Te mando un WhatsApp luego y así quedamos… ¿Te parece bien?

    —Me parece perfecto —El joven sonrió de forma pura mientras se alejaba —. Si no me mandas ningún mensaje me sentiré muy triste, Ibaitxo…

    El mencionado se despidió con un gesto de la mano y volvió al interior del edificio. Tenía una sospecha sobre Sam. No lo veía capaz de cometer un crimen, pero sí que lo veía capaz de estar involucrado de alguna forma en la que no era consciente, así que aprovecharía el ir a tomar algo juntos para robarle la cucharilla que usase y mandarla a laboratorio.

Sangre bajo la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora