XXXIV

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Tras dos semanas de su regreso los malestares del albino pasaron, fue cuestion de unas semanas para que se pasará todo aquello. Pero ahora el que estaba sufriendo era Ray, pues de la nada le entraban unos dolores en la espalda que se le hacían insoportables, sin contar que parecía andar mal del estómago, pues ahora el de las náuseas era él, no había vomitado pero si le entraban muchos ascos. Se había vuelto delicado con lo que comía.

En cierto modo era terco, no le gustaba ir al doctor pues no tenía buena experiencia con los hospitales según no mal recuerda, pero ya estaba cansado de eso que no podía vivir así para toda la vida. Hasta que se digno a ir a ver qué era lo que le pasaba, así que llamo a Anna y Gillian para que lo acompañaran.

—¿No se les hace algo familiar?—Pregunta Anna.

—¿Qué cosa?—Cuestiona Gillian.

—Mmh... Olvídalo.

—¡Zack!

—Gillian estás en un hospital, no hagas escándalo.—Regaña el médico.—Hola Ray, Anna ¿Cómo vas en la facultad?

—Algo tedioso, pero lo lograré.

—Esa es la actitud.

—Solicito tu ayuda, no puedo vivir así toda la vida.—Dice el azabache.

—No me digas. Dolores y ascos.

—Sí.

—Lo sospechaba.

—¿Qué es lo que tengo?

—Ray... ¿Hace  cuánto que tuviste relaciones con Norman?

—Sabia que algo era muy familiar.—Susurra Anna.

—¡Santa virgen de la papaya!


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—Ray, dejame entrar.—Pide el albino desde el otro lado de la puerta.

Eran las 2:48 de la madrugada y ya habían pasado 3 horas desde que Ray se había levantado de un salto de su cama, corriendo hacia el baño y encerrarse que en este mismo,  provocando que Norman se asustara y dejara a un lado su sueño para intentar abrir la puerta, pero era imposible, estaba con seguro y parece que el azabache había puesto el mueble de las toallas del baño sobre la puerta para que no fuese abierta. Le estaba preocupando, ya que desde hace una hora había dejado de escuchar algún ruido de su esposo. 

Ray tenía una vaga idea de los motivos de su estado actual, y no, las amburguesas y tacos de la semana pasada no tenían nada que ver. Ya hacía tres días que había ido a realizarse una prueba con Zack, el médico estaba apunto de decirle los resultado pero el azabache se negó a qué se lo dijeran, pidiendo que solo le dieran el sobre y que el solito lo iba a abrir. Si era lo que pensaba, se lo diría a Norman ese mismísimo día que se dignara a abrir el sobre —no iba a cometer el mismo error dos veces—, dejando una completa cara de decepción y curiosidad a sus mejores amigas que lo habían acompañado, rogándole a Zack para que les dijeran los resultados, pero se nego, diciendo que si Ray no quería decir nada por el momento él tampoco iría de soplon a decir los resultados de la prueba.

Y ahí está, acostado a un lado del inodoro en completo silencio, con los cabellos hacía atrás dejando expuesta su frente y su ojo izquierdo, teniendo en sus manos el sobre y debatiéndose entre si abrirlo o no.

—Ray.

Escucha la voz de Norman, durante su hora de silencio lo escuchaba llamándolo, pero no le hacía tanto caso por estar en su plano astral. Así que suspira, recogiendo las toallas que estaban tiradas y dejando el sobre encima del lava manos donde no se pueda mojar, retirando el mueble de la puerta y colocarlo en su respectivo lugar. Para cuándo terminó su acción, quitó los seis seguros de la puerta que el mismo había mandado instalar cuando de la nada hacía berrinches o le llegaban sus momento de emo suicida y se refugiaba en el baño escuchando como Norman se la pasaba horas afuera llamándolo y diciéndole cuánto lo quería e incluso le cantaba. Sonrió al recordar eso. Borró todo rastro de sonrisa boba en su rostro, acomodando sus cabellos y regresar por el sobre, abriéndolo y dejando hacia abajo para que el resultado no se viera.

Te Amo Ray [TPN. BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora