Capítulo 2.

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Helena se encontraba terminando de arreglar los aposentos de su diosa, al terminar se alejo en silencio hacía la cocina, entró en sus pequeños aposentos y se sentó a esperar a que su diosa le diera más órdenes

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Helena se encontraba terminando de arreglar los aposentos de su diosa, al terminar se alejo en silencio hacía la cocina, entró en sus pequeños aposentos y se sentó a esperar a que su diosa le diera más órdenes.

Luego de algunas horas sintió la puerta abrirse y se puso de pié de inmediato, era una de las sirvientas de Hera, temiendo por su vida la siguió en completo silencio hasta llegar al templo de Zeus, ella extrañada la miró y ella sólo se fue dejándola con dudas, seguro la Diosa estaba ahí así que entró con sumo cuidado.

—Al fin llegas —dijo aquélla voz que la atormentaba siempre

—Mi señor—hizo una pequeña reverencia y bajo su cabeza.

—¿Por que huyes de mi?—dijo Zeus y Helena tembló por los nervios.—Dime querida—se acercó a ella y comenzó a dar vueltas a su al rededor inspeccionandola, sintió sus azulados ojos recorrer cada parte de su cuerpo y sintió asco al saber que miraba sus pechos con descaro.

—No huyo —alcanzó a decir, sintió su aliento en su cuello y su mano acariciar su hombro—pero esto no es correcto.

—¿Por que no lo es?—beso su cuello y ella se retorcio—Nadie lo sabría, ¿Acaso no te gusta esta sensación?—mordió su cuello despacio.

—¡No! —exclamó en un suspiró —no me gusta.

—Yo se que si—le dio la vuelta, Helena recordó lo que todas decían, cuándo quería a una mujer el la tenía, por eso la hermana de la Diosa Leto prefirió irse y convertirse en una isla a tener que estar con el, o la misma Leto, pero ella cayó en sus garras y Hera hasta el día de hoy la odiaba y odiaba a sus hijos.

¿Que culpa tenían?

Sus pensamientos fueron interrumpidos al ver como las manos del Dios acariciaban su cintura, sus ojos azules la miraban con deseó y ella se alejó causando un enojo en el.

—¿Por que me rechazas? —se puso serío y Helena temió por ella.

—Ya lo he dicho señor, no me gusta—Zeus cambio su semblante serio a uno furioso y tomo a Helena del cabello.

—Nadie me rechaza, quería Helena—la beso y ella sintió sus fríos labios besarla con severidad, ella se quedó completamente quieta.— aprenderás eso, ahora vete, no deseó escuchar a Hera quejarse de nuevo.—ella asintió de inmediato y a paso rápido se alejó de ahí.











—¡Helena!— gritó la seductora voz de Afrodita—Ve por Hefesto —dijo con desagrado—entretenlo a como haces con Zeus, llegaré noche

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—¡Helena!— gritó la seductora voz de Afrodita—Ve por Hefesto —dijo con desagrado—entretenlo a como haces con Zeus, llegaré noche.

Helena asintió sin dirigirle la mirada, sabía a lo que se refería y quiso aclararle todo, pero era en vano, fue en busca de el Dios hasta su taller, escucho los golpeteos de su martillo contra el hierro y el calor del lugar la abrazo, el moreno estaba concentrado que no sintió los pasos de la rubia y menos la vio tomar asintió en un viejo banco.

Helena asintió sin dirigirle la mirada, sabía a lo que se refería y quiso aclararle todo, pero era en vano, fue en busca de el Dios hasta su taller, escucho los golpeteos de su martillo contra el hierro y el calor del lugar la abrazo, el moreno es...

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—Helena, querida—sonrió Hefesto, la joven no comprendía como el era detestado por los demás, era muy amable y respetuoso.

—Mi señor—se puso de pié y hizo una pequeña reverencia.

—¿Se ha ido?—ella asintió—sigo siendo objetos de burlas por ellos.—ella guardo silencio—te vieron salir de su templo.

—Una ninfa llegó a buscarme, Hera me llamaba, resulta que era Zeus.

—No te dejará en paz—dejó de lado su martillo y a paso lento se sentó frente a ella.

—Lo se, me resulta tentador lo que hizo la hermana de Leto—dijo divertida.

—Yo también quisiera—dijo el Dios con un deje de tristeza, Helena sintió su corazón enconjerse.

—Señor—suspiró.

—Dime Hefesto, solo delante de Afrodita dime así—la miró.—¿Como alguien puede odiar a otro solo por su forma de verse?—soltó causando que la rubia le mirará, sabía que se refería a su aspecto, su espalda encorbada y ancha, su andar cojeante, su aura que transmitía miedo, el no era feo, solo que su aspecto asustaba a los demás, pero ella jamás le temió.
 

—Porque esas personas solo viven de lo que ven —suspiró —no ven lo que hay dentro, solo lo que hay fuera, si te ves bien para ellos ya eres parte, pero si no, eres rechazado. No hay nada malo con no verse bien por fuera, lo que hay adentro es lo que nos hace especiales.

—Ahora comprendo—murmuró

—¿Que cosa?

—El único que no me ha rechazado o despreciado es Hades—ella sonrió, no conocía a aquél Dios, pero sabía cuánto apreció se tenían ambos—aunque crean que es porque somos en algo similares.

—¿En que? Ser el rey del inframundo no lo hace malo, estar en la tierra y creerte el rey de los cielos no te hace bueno—Hefesto sonrió, la joven era más inteligente de lo que pensó.









































—¿En que? Ser el rey del inframundo no lo hace malo, estar en la tierra y creerte el rey de los cielos no te hace bueno—Hefesto sonrió, la joven era más inteligente de lo que pensó

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Sigo teniendo dudas con esta historia, pero ahí tienen el segundo capítulo, espero les guste♥

La Diosa De La Maldición © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora