Capítulo 4

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Como todas las tardes Helena partió en busca de Hefesto, el Dios herrero sonrió al ver a la joven de nueva cuenta en la puerta de su taller y la invitó a sentarse

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Como todas las tardes Helena partió en busca de Hefesto, el Dios herrero sonrió al ver a la joven de nueva cuenta en la puerta de su taller y la invitó a sentarse.

—¿Como te fue hoy con Afrodita?-Helena sonrió

—Como siempre-murmuró soltando una pequeña risa.-¿Y a usted?

—Igual -suspiró y le enseñó un hermoso brazalete de oro, era tan fino que sólo una mujer de hermosa piel y manos delicadas podía llevarlo.

—¡Es hermoso! -sonrió ella maravillada.

—Es tuyo-dijo Hefesto y ella abrió sus ojos sorprendida.

—No, no puedo-negó haciendo una mueca.

—¿Por que? Es solo un regaló.

—Eso mismo le dijo Zeus a la ninfa y no volví a saber nada de ella-murmuró -si se entera que acepte un regaló suyo, nos castigará a ambos.

—Yo también fui castigado querida Helena-sonrió con pena-acepta éste regalo pactando nuestra hermandad, por el cariño que te tengo-ella sonrió enternecida, el Dios gruñon del que tanto hablaban, acababa de nombrarla su hermana, ella lo abrazó sorprendiendolo y tomo el fino brazalete para ponerlo en su muñeca.

—Gracias, Adelfos -sonrió con sinceridad y Hefesto le regaló una gran sonrisa.








Helena regreso a sus aposentos luego de servirle a Hefesto su cena y verificó que Afrodita estuviera cómoda

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Helena regreso a sus aposentos luego de servirle a Hefesto su cena y verificó que Afrodita estuviera cómoda. Al llegar miró un sin fin de joyas en su cama y suspiró frustrada.

¿Acaso no se cansaba?

La tenía cansada todo aquéllo, el Dios de dioses era insoportablemente insistente y temía acabar cediendo a sus insistencias.

—¿Finalmente aceptaste acostarte con el?-dijo la juguetona voz de el Dios mensajero, Helena gruño al escuchar aquéllo y lo miró mal.

—Dile que no aceptaré ningún regalo de su parte-comenzó a recoger todo, la mano de Hermes la detuvo -¡suelta me!

—No hagas eso, acepta sus regalos, no se cansara hasta que aceptes cada uno y muchos más-se puso serio.

—Si los acepto el creerá que puede hacer lo que quiera conmigo, y por si no han notado, ¡no quiero nada con el!-alzó un poco la voz, estaba irritada y si Hermes decía de nuevo algo así le iba a estampar cada uno de los finos regalos que le dio Zeus en la cabeza o dónde sea.

—Está bien, calma fiera, solo te aconsejaba, lo conozco muy bien y cuando de un acoston se trata el no permitirá que digan que no, Leto y su hermana son testigos.

—Una se salvo de caer en sus garras-le recordó.

—A menos que quieras ser una isla o comida para los peces-comento divertido y miró sus manos, alzó una ceja viéndo el brazalete.-bueno, te dejo, piensa bien en lo que te dije, y si no aceptas esos regalos vendré por ellos mañana en la noche, a está misma hora.

—Claro-murmuró sentándose en un pequeño diván.

Helena suspiró y observo cada regalo, desde pequeñas y finas diademas, brazaletes enormes y pequeños, anillos y más. Eran todos hermosos, pero no podía, no quería caer en sus insistencias y menos caer en la irá de Hera. Y si que sabía que la Diosa le iba a hacer la vida imposible.

—Oh por todo los Dioses, denme paciencia -susurró.



















—Oh por todo los Dioses, denme paciencia -susurró

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Helena viendo llegar a Zeus be like:

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Adelfos viene siendo hermano en griego.

La Diosa De La Maldición © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora