Capítulo 14.

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Los meses pasaban y con ellos la tortura de Helena aumentaba, el dios insistía con que la joven le diera un hijo, al ella negarse un sin fin de golpes y abusos llegaron a ocupar la poca paz que tuvo

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Los meses pasaban y con ellos la tortura de Helena aumentaba, el dios insistía con que la joven le diera un hijo, al ella negarse un sin fin de golpes y abusos llegaron a ocupar la poca paz que tuvo.

—Es la última vez que tomas esto, si lo veo de nuevo Phobos o Deimos pagaran por tu estupidez, ¡¿entendido?! -Ares la tomo del cuello con fuerza.

—Si - susurro  con la voz temblorosa.

—Empezaras su trabajo hoy mismo, tienes dos meses para darme noticias ninfa tonta-  gruño estanpandola contra la pared, Helena sollozo debido al fuerte golpe y asintió casi sin respiración. —así me gusta, nos veremos en unos días, esta batalla será gloriosa- rasgo sus ropas y entró en ella  sin avisar— tal vez encuentre diversión ahí- Helena sollozo al sentír como este se vaciaba en ella. La dejo casi inconciente en aquel lugar, con las pocas fuerzas que encontró se arrastró hasta la cama y se acostó para sopesar su dolor.

Sus amigas las ninfas fueron reemplazadas por unas fieles servidoras a Ares, vigilaban lo que comía y lo que bebía, la vigilaban mientras se bañaba y se vestía. Aquello fue una tortura las siguientes semanas donde Ares no apareció y ni dio indicios de victoria.

—El señor ha llegado -dijo la ninfa acargo de su vigilancia, Helena asintió con una corta sonrisa y se levanto para ir a ver a sus hijos pero el paso se le fue negado por la misma ninfa — la espera en sus aposentos.

—Iré a ver  a mis hijos primero -susurro viéndola mal.

—El señor la espera ya -dijo de mala gana la ninfa y la tomo del brazo con fuerza.

—¿Quién te  crees tu ninfa maleducada? -se soltó y le dio una cachetada— yo soy la señora aquí, nunca mas me toques -bufo comenzando a caminar hacia sus aposentos.

La mirada fria y vacía de Ares la recibió y a como sus ojos rojos le indicaron se deshizo de su ropa y se dejó llevar por el. Al final, si decía que no le iría  peor.

—¿Puedo verlos? -susurro una vez la tortura paso, toda la tarde y noche habían pasado encerrados.

—No, están castigados y no puedes verlos.

—Pero yo... -el alzo la mano y supo que no debía seguir.

—Si te acercas si quiera un metro, te mato Helena.

—No lo haré  -susurro con la duda en sus ojos.

Las semanas pasaron y su corta tranquilidad siguió  viéndose interrumpida por las insistencias de Ares en tener un hijo.

Su cuerpo se doblo en la fuente y siguió vomitando sin parar, lo supo a la primera arcada, y su corazón latio con rapidez.

—No puede ser -sollozo limpiando su rostro y boca.

—¡Helena! - la joven brinco en su lugar y salió con rapidez del baño— arregla te, Zeus tendrá una fiesta y quieren vernos.

—Claro -suspiro dándole la espalda, el eco de la nalgada que el mayor le metió sono por todo el lugar.

La Diosa De La Maldición © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora