Capítulo 13.

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—Iré a tomar aire Ares -el mencionado asintió sin importancia mientras se sumergia en la ambrosia que Dionisio había llevado

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—Iré a tomar aire Ares -el mencionado asintió sin importancia mientras se sumergia en la ambrosia que Dionisio había llevado.

Con lágrimas en los ojos camino a pasó rápido hasta el enorme jardín donde los pavo reales de Hera descansaban. Cayó sin previo aviso y sollozo con todas sus fuerzas.

—Se supone que este debería de ser un día feliz para la novia. - aquella voz la sorprendió.

—No si la novia fue obligada- susurró levantándose para hacer una torpe reverencia.

—No hagas reverencia Helena - la rubia cerró los ojos al escuchar su nombre.- ¿Te obligaron?

—¿No es obvio? -limpio la tierra que se había adherido durante la caída.

—Tu eres la ninfa del taller.

—No soy una ninfa señor, fui una humana obligada a ser inmortal.

—No pareces humana - susurro el dios- tienes un aura divina.

—Fui bendecida por Afrodita, Hefesto y Leto señor.

—Hades, dime Hades- por primera vez Helena veía la sonrisa de el Dios, y podría jurar que era la mas hermosa que había visto. -¿Cómo acabaste con el?

—Zeu... - una tercera voz se hizo presente, Helena sonrió y se levantó para recibir a la visita inesperada.

—Helena, mi niña hermosa -susurro Leto abriendo sus brazos, Helena corrió hasta sus brazos y se dejó abrazar con amor materno, ese que nunca había sentido.

—Yo me retiro - dijo el dios yéndose sin esperar respuesta.

Leto observo con detenimiento a la joven y sonrió de lado, le dolió ver su estado, delgada, con ojeras y sin brillo.

—Mi hermosa niña, la vida te ha tratado muy mal -susurro acariciando su rostro.

—Mucho -susurro con tristeza - No creí que fuera a asistir.

—Quería verte y sabía que Hera por hoy se iba a contener- soltó una risa amarga -Mi luz se apago - la miro con tristeza —¿Qué te hicieron? - Helena soltó un sollozo lleno de dolor y Leto lo supo, habían marchitado a su pequeña flor.

A lo lejos una sombra miro con tristeza la escena, parecían madre e hija, parecía que una podía curar el dolor de la otra, pero no era así, ya estaba hecho el daño y solo quedaba ver los pedazos rotos... Con dolor abandonó el lugar y con una última mirada se grabó el rostro de dolor en su corazón.

Al terminar la noche, ambos esposo llegaron a su hogar, Helena iba sumergida en sus pensamientos que no sintió cuándo Ares la dejó en la cama y comenzó a besarla.

— ¿Qué  haces? -susurro despertando de su momento.

—Es nuestra noche esposa mía- susurro besando su cuello, el olor a alcohol la mareo por un momento y dejó que la guerra hiciera con ella lo que  quisiera.

La Diosa De La Maldición © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora