VIII. Decepción

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Se removió por enésima vez sobre las sabanas que cubrían su desnudez, se podía apreciar como sus largas y blanquecinas piernas se entrelazaban una sobre otra reposando de la incómoda posición en la que se encontraba. Con cierta pesadez abrió lentamente sus párpados cansados, encontrándose con la intensa luz del alba que se reflejaba sobre las traslucidas cortinas blanquecinas de su balcón.

Sus ojos agua marinos brillaban más que nunca, se podían ver a través de ellos una pequeña chispa que había perdido desde tiempo atrás, era un brillo similar al que surgía cuando veía todas las tardes en su roble favorito el ocultar del sol, solo que esta vez poseía de un toque más intenso y hermoso, porque el motivo era más significativo. Con pereza se giró sobre su lugar quedando completamente boca arriba, sintiendo el fresco de la mañana rosar contra su tersa piel al mismo tiempo recordando la situación embarazosa en la que se encontraba pues con suma rapidez cubrió su desnudez expuesta envolviéndose con cierta fuerza a sus sabanas, mientras que con una de sus manos la llevo hasta sus labios; pasando sus finos dedos en ellos y sin meditarlo dejó escapar un leve pero profundo suspiro de ellos, sintiendo como sus mejillas nuevamente ardían en llamas, así como su cuerpo se erizaba de recordar lo que sucedió en la noche...

Flash Back...

Podía sentir como su pecho subía y bajaba con suma rapidez, su corazón con cada segundo transcurrir se aceleraba por completo a tal grado que en cualquier momento se saldría de su cuerpo, estaba nerviosa, era consciente de ello y miles de emociones invadían su sentir de lleno.

Sus labios asombrosamente se acoplaron en una perfecta sincronía a los del príncipe, era primeriza en esta situación por lo que tal acción le removió demasiado sentires en su pecho; no es que haya sido su primer beso, pues a sus quince años tuvo un pequeño amorío con uno de los empleados de Tsufuru, el joven mozo de cicatrices en su rostro llamado Yamcha, aquel caballerango quien poseía solo de un año mayor a ella y aunque su corta relación no pasó más de dos semanas, junto con ese jovencillo de aquel entonces dieciséis años había besado por primera vez. Lo había conocido cuando su padre lo contrató para hacerse cargo de la yegua que le había regalado aquel duque que peleaba por obtenerla como su esposa en su quinceavo cumpleaños, de su hermosa Anwar. Lo veía todas las tardes cuando regresaba de su lugar favorito esperándola en las caballerizas dispuesto a seguir las ordenes del Rey para lo que había sido contratado, no obstante el joven mozo había caído presa de la belleza inusual de la princesa de cabellos como el mar, algo que ella había notado desde el primer instante. Con el pasar de los días, Bulma notaba que el joven de cicatrices era sumamente penoso y cohibido, pero no por eso dejaba de ser tierno y amable, dando ella el primer paso en invitarlo a romper con la pared que el mismo anteponía. Su trato no duraba más de media hora diaria platicar a escondidas tras las caballerizas, pues sabía que si tardaba más su padre podría descubrirla y podía esperarle un mal final aquel jovencillo que comenzaba a provocar en ella "mariposas". Después de un mes de pequeñas charlas tras bambalinas, ambos jóvenes inmaduros e inexpertos cedieron ante sus alocados sentires y porque no decir "hormonas" desalojando sus temores que los perseguían, dejándose guiar por la fiebre de su juventud demostrándose en un casto, inocente pero significativo primer beso.

Bulma se sentía como estar sobre las nubes, una emoción inexplicable la abordaba su ser y miles de emociones albergaban su estomago, se sentía tan dichosa que ansiaba poder contárselo a alguien su experiencia de su primer beso, y porque no su primer novio. Esa semana fue la mejor en todos sus quince años en Tsufuru, siete días donde se veían tras el ocultar del atardecer solo media hora para regalarse un roce de labios y platicar brevemente sus rutinas del día; todo apuntaba de maravilla, hasta que lastimosamente un lunes por la tarde no lo vio en las caballerizas en la hora acordada, y luego prosiguió al martes llegándose a convertir un mes completo, para posterior años. Nunca más lo volvió a ver después de esos siete días, al primer mes de su ausencia se sentía tan devastada que incluso había perdido el apetito, se hallaba vacía, ilusionada, lastimada y porque no engañada ¡La había abandonado! Sus días en Tsufuru habían perdido de nuevo ese brillo que comenzaba a hacer sus días mejores, sin embargo lo que ella nunca supo fue habían encontrado su cuerpo sin vida junto al embarcadero tras la semana de su desaparición repentina, una muerte sospechosa que nadie más se atrevió a hablar en los consiguientes años y tal vez nunca más.

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