BRAVEHEART

XIV. El sabor de la derrota

Su presencia se hizo imponer en ese momento, todos los que lo rodeaban detuvieron su andar para reverenciarlo con el respeto que se merecía, entre sus rostros variaban a unos de asombro hasta de preocupación, algo que causó curiosidad en él.

Ahora sus pasos eran los únicos que se escuchaban sobre el pasillo, las múltiples voces habían cesado, dejando a un lado los murmullos, siendo ahora protagonista de la escena un silencio ensordecer, comenzaba a ser esto irritable para el moreno.

No se hizo tardar en hacer presencia el general que lideraba ese cuartel, Toma, uno de los hombres más fieles a su padre, a su pueblo, a él mismo. El general que oscilaba entre los cincuenta y dos años de edad lo reverencio así como el resto del personal en la habitación y al encontrarse con su mirada ónix, pudo percibir que el siempre frió y calculador rostro del general ahora lucía distinto, incluso podía jurar que en sus ojos reflejaban un miedo que jamás en toda su vida había expresado.

Vegeta no era tonto, sabía que algo había ocurrido y lo intuyó desde que requerían su presencia con urgencia. Analizaba meticulosamente cada rostro de sus soldados, y lo único que podía ver en ellos era angustia, miedo, soledad. Sintió como su sangre hirvió en ese momento de vil impotencia ¿Cómo es que sus hombres, del ejército más poderoso de todas las tierras de Este, temblaran de miedo?

El semblante del aguerrido Toma era el peor de todos. Quería golpearlo, sí, definitivamente golpearlo ¿Y así se decía llamarse un saiyajin? ¡No importara cual fuese la situación que estuvieran por enfrentar! ¡Ellos debían seguir siendo mortíferos incluso hasta el último segundo de su maldita vida! Frunció su particular ceño malhumorado, nada de esto le estaba resultando bien, tenía un fuerte mal presentimiento y al mismo tiempo creía saber de quién se trataba.

—Príncipe Vegeta.—Comenzó el general retomando su caminata junto a él.—Me da gusto que haya llegado en buenas condiciones a Capsule, señor.

—Sin rodeos Toma.—Rugió impaciente el príncipe al ver el rostro perturbado de su soldado.— Dame de una maldita vez el informe de Vegetaseí.

—Acompáñeme, majestad.

El silencio volvió a reinar en aquel lugar, era demasiado lúgubre, oscuro, frío y curiosamente, temeroso.

Tanto Toma, como Vegeta y dos soldados que los iban escoltando llegaron a la carpa de planeaciones para que pudieran conversar sin ningún distractor. Se podía apreciar que sobre la mesa del centro yacían numerosos mapas con trazos indefinidos, así como pequeñas piezas de ajedrez representando donde ellos darían sus siguientes movimientos.

Vegeta no perdía de visto los movimientos de su general a cargo, notaba como entrelazaba sus dedos nerviosos sobre el borde de la mesa, así como su respiración con cada segundo se volvía más pesada. Los dos soldados custodiando la entrada de la contienda de igual modo se notaban perturbados, esta situación lo estaba sacando de sus casillas, odiaba no saber lo que acontecía en ese instante y peor aún que nadie le informara los hechos.

—¿Y bien? —Gruñó el príncipe provocando evocar un sobresalto en el pensativo general. Frunció su ceño dándole a entender que si no decía una palabra las consecuencias serían nada gratas para él.— ¿No piensas decirme?

—Alteza...—Raspeó con su garganta incorporándose para poder enfrentar la penetrante mirada del moreno ¿Existiría alguien sobre la faz de la Tierra que pudiera contraatacar ese gélida mirada? No, seguramente no.— Esta mañana nos llegó un comunicado urgente desde Vegetaseí, necesitan que regrese lo más pronto posible.

—¿Porqué? —Si su voz era áspera, para ese momento sonó más de lo normal. Se podía percibir en ella que la incertidumbre comenzaba a ser protagonista de la situación eso comenzaba a alterarlo por completo, odiaba no tener el control en sus manos.— ¿Qué ocurrió?