XVI. Uniendo fuerzas

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Odiaba que el miedo fuera el pan de cada día en su vida, no recordaba un solo momento donde se sintiera tranquila, que la paz por fin gobernara en su existencia.

Se llevó sus manos hacia su vientre, la sensación de que se formara un nudo dentro de ella era inminente, incluso era parecido como si le arrebataran el aire. Su pecho dolía y su cuerpo temblaba al punto en que sus piernas no resistirían más, le esperaba el peor de los infiernos.

Suspiró con pesadumbre, estaba cansada de tanto, de no tener la fuerza suficiente para detener al infernal de Paragus y Broly. Jamás imaginó a que llegara a desarrollar sentimientos negativos por aquellos seres que alguna vez los llegó a amar a pesar de la forma en cómo la trataban. Inmediatamente sus delgadas cejas se fruncieron al recordar cada momento que vivió con ellos, en esa forma de vida que no era vida. Ahora todo tenía sentido, ella solo era parte del plan de Paragus en sus siniestros plan de venganza y poder.

Apretó sus palmas en un puño, golpeando la madera del barco donde se sujetaba y lastimándose con ello al realizar tal acción. Su cuerpo tembló de la vil impotencia ¿Qué es lo que podía hacer ella para terminar con todo esto? Sabía que era demasiado débil, como varias veces se lo había mencionado Vegeta...

Vegeta...sí ni el pudo derrotar a Broly ¿Entonces quien más lo haría? Terminar con ese monstruo era imposible, no había ser en este mundo que pudiera derrotarlo. Su cuerpo cada vez se cimbraba más al pensar en todo ello, en que cómo el Tsufurujín arrasaría con todo sin tener clemencia alguna. Una nueva ansiedad se apoderó de ella, quería gritar, llorar, estaba tan cansada vivir día a día con la preocupación de ser capturada por alguno de ellos. Y también estaba la nueva faceta en su vida; ya no quería que siguieran sufriendo los seres que amaba.

Una lágrima amarga surcó sus frías mejillas, el viento fresco de la tarde noche golpeaba contra su rostro por lo que la sensación de frialdad se apoderaba de su cuerpo; aunque en realidad su cuerpo no respondía desde lo que había escuchado de Dende, sobre la supuesta muerte de Vegeta.

—Kami-Sama...—Susurró a la nada. En sus ojos se podía ver una mezcla de tristeza y coraje, mientras que su pálido rostro que brillaba bajo los luceros del cielo se encontraba empapado de sus lágrimas.— ¿Por qué nos odias? ¿Por qué no puedo vivir mi vida libre y en paz? ¿Por qué me has abandonado?

Dios no abandona a nadie, ni en la peor batalla.

La joven parpadeó confundida y al girar se encontró con el capitán Nail, que del mismo modo observaba a un punto sin particularidad alguna al cielo. El hombre caminó hasta llegar con ella y recargarse sobre el barandal del barco a su lado.

Bulma permaneció en silencio tras escuchar el comentario del hombre, por lo que regresó a su posición inicial imitando al hombre en mirar hacia el infinito cielo estrellado. El silencio prevaleció entre ellos varios minutos, y aunque eran dos completos desconocidos nunca resultó incomodo ese momento, al contrario para la peli azul le resultó un tanto confortante no encontrarse sola en esos momentos de desesperación.

—¿Puedo hacerle una pregunta? —El capitán Nail miró hacia ella, esperando su aprobación y ella no tardó en afirmarle en un breve movimiento de cabeza.— Si usted tuviera la oportunidad de pedirle un deseo a Dios, el que sea...—Bulma esperó paciente a que el hombre siguiera con esa extraña interrogante. Sus llamativos ojos azules no perdieron detalle de cada movimiento del hombre; sacaba de una parte de su chaqueta una pipa y con algún cerillo que sacó en alguna parte de su cuerpo la encendió degustando de su sabor. Tal vez el hombre podía tener una apariencia bastante ruda, pero era curioso que para ella no le causara tal intimidación, incluso le proyectaba una imagen segura.—¿Qué le pediría?

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