X. Estragos del pasado

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Ya no recordaba cuantas noches llevaba sin poder concernir el sueño, desde su llegada a Vegetaseí no había día y noche en que viviera miles de emociones en un instante hasta el punto de arrebatarle el mismo sueño, como nuevamente esta ocasión.

Lentamente se levantó de la cama para acercarse a la gran ventana que le mostraba el amanecer de un nuevo día, para su sorpresa notó que esta vez las puertas de cristal que daban hacia el exterior del balcón se encontraban sin algún candado y cadenas, ¿En qué momento habían ido a quitar toda la seguridad que había impuesto el príncipe hacia ella? Se sintió extraña, con tantas cosas que había vivido en esos días no se había percatado de ciertos detalles como ese ¿Qué más habría cambiado?

Sigilosa, se apresuró a tomar el pomo de la puerta para salir al exterior del balcón ¡Y qué maravilla! Sentir la brisa fresca de la mañana golpear contra su rostro era una sensación bastante satisfactoria, por momentos sentía que en aquella habitación la sofocaba quitándole en aliento, por lo que no dudó ni un segundo en salir a respirar de la cálida brisa de la mañana. Instintivamente se llevó sus brazos a su cuerpo en forma de darse calor, pues gracias a la ligera vestimenta que portaba logró que su cuerpo se erizara al sentir la frescura golpear de bruces contra su tersa piel.

Fijó su mirada agua marina hacia el horizonte, donde se podía ver el nacimiento del día, al parecer su alcoba poseía de una maravillosa vista desde su lugar, decidió concentrarse en observar mejor a su alrededor y por primera vez en toda su estadía se detuvo a apreciar detalladamente el lugar de donde se encontraba capturada. Trabajadores comenzaban con sus jornadas del día, desde sirvientes hasta soldados que desfilaban en hileras para comenzar con sus rutinas, todos actuaban en perfecta sincronía con su respectiva labor. El lugar era menos osco a la primera impresión que tuvo de él, claro no se comparaba con la belleza de arquitectura con la que contaba su antiguo hogar, pero ahora que apreciaba con mayor detenimiento los detalles, no era tan horrible después de todo.

Suspiró cansada, cerró los ojos en un intento de relajación y fue en ese momento cuando la cruda verdad cayó de bruces sobre su espalda. ¡¿Por qué había accedido con el príncipe?! Tenía una terrible resaca, esa resaca de arrepentimiento, de coraje, de pura indignación. Jamás se había sentido tanta vergüenza como la que estaba viviendo en ese momento, tan solo recordar los hechos nocturnos lograban causar efecto en la joven de cabellos como el mar un gran escándalo. Su rostro viró a un tono carmín al remembrar lo de la noche, las imágenes llegaban unas tras otras y su pudor se veía por los suelos.

¿Por qué es que había caído tan bajo, rendida ante los pies del petulante príncipe? Llena de impotencia golpeó con sus puños cerrados sobre el barandal de cantera lastimándose un poco por su arrebatada acción. ¿Cómo es que jamás detuvo ese gran error? ¡Seguramente Vegeta se burlaría de ella por toda la vida al ver que cayó solita en sus brazos! Sin duda era tan tonta, vulnerable ¡Maldita sea!

Se odiaba a sí misma, no podía comprender como la tentación había ganado sobre su orgullo y juicio. Recordó cada momento, en cómo bastó solo conectar con ese par de orbes azabaches, le sorprendía como es que una mirada tan penetrante como la de él desprendía algo que la obligaba a quedar magnetizada de ella ¿Tal vez se debía al misterio que albergaba en ella? Sí, el príncipe Vegeta poseía un aire de "malvado" pero había algo más allá, algo cuando estaba cerca de él y no sabía cómo descifrarlo.

Entonces las imágenes la hicieron vibrar cada fibra de su cuerpo, en como su respiración caliente golpeaba contra su piel fresca, sus manos expertas en como la tocaban con cierto fervor y sus besos ¡Santo cielo! Aún recordaba la sensación que tuvo en su primer beso con aquel jovencillo de nombre Yamcha y no se podía comparar con las emociones que evocaba Vegeta en ella con sus febriles roces y contactos ¡Por kami-sama! En cada beso, en cada tacto, en cada mirada el hombre emanaba pura pasión, y ella cayó presa bajo ese nuevo sentir.

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