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— ¿Estás segura de que no quieres venir? —preguntó Lizeth aquella tarde mientras charlábamos por teléfono.

—Completamente segura. Tú sabes que no soy una chica de fiestas universitarias. —dije, sonriendo suavemente.

—Anímate. Una fiesta no le hace daño a nadie, te distraerás de todo eso que te agobia. —me animó.

—Pero, ¿y si Joel aparece? —dudé.

—Pues nos escabullimos entre la gente. ¿Pasarás la vida entera escondiéndote de él?, ¿no, cierto?, pronto sabrá quién eres, así que, ¿Qué más da si lo ves?

Sabía que Lizeth tenía razón, pero no podía evitar sentirme exageradamente nerviosa. —No lo sé... —me mordí el labio inferior.

— ¡Será en casa de Erick!, ni siquiera está lejos de tu casa. Prometo llevarte a casa si te sientes incómoda —suplicó ella.

Suspiré pesadamente mientras me decidía a aceptar o rechazar su oferta. —De acuerdo. —accedí finalmente.

Una parte muy grande de mi quería encontrarse con Joel de una vez por todas, pero otra tenía un miedo terrible. Me obligué a colgar el teléfono y arrastrarme a la ducha.

Al salir, me pasé media hora probándome todo lo que tenía. Nada me convencía.

Al final, me decidí por un vestido color hueso cubierto de encaje. Me alisé mi cabello lo mejor que pude y maquillé mis ojos con delineador y máscara para pestañas. Pinté mis labios de un color rojo carmín y tomé prestados los tacones rojos de mi madre.

Cuando terminé de arreglarme, mi madre entró a mi habitación. —Lizeth está esperándote abajo. ¿Saldrán? —inquirió.

Me sentí un tanto avergonzada de mí misma por no haberle avisado temprano, pero no había marcha atrás. —S-Si, ¿estás bien con eso? —dije.

— ¡Claro!, estoy excelente. Lizeth me ha dicho que te quedarás a dormir en su casa. —mi madre me sonrió.

— ¿Eso dijo? —mi ceño se frunció. —, no quedamos en nada.

—Llámame si vas a irte a su casa, para no preocuparme. — me sonrió y yo besé su mejilla, dejándole una marca de labial.

— ¡Diviértete! —dijo mientras bajaba las escaleras.

Lizeth condujo las seis ridículas calles que separaban la casa de Erick de la mía mientras tarareaba una bonita canción. No me sorprendió encontrarme con un puñado de autos apiñonados por toda la calle mientras la música hacía retumbar las paredes de la casa. Erick era un chico bastante sociable y agradable.

Lizeth bajó del auto rápidamente antes de echarse andar rumbo a la puerta. Tuve que apresurarme para alcanzarla en la puerta principal.

Cuando entramos, la música retumbó por todo el lugar y yo sonreí como boba cuando Lizeth comenzó a bailar casi por inercia.

Sin perder más tiempo, Lizeth localizó a Erick y se abalanzó sobre él en un beso mortal mientras yo los miraba a lo lejos.

Cuerpos sudorosos se balanceaban al ritmo de la música pegajosa. Lizeth me guiñó un ojo y ambas nos dirigimos a la pista de baile. El propósito de la noche era bailar hasta que nos dolieran los pies y no pudiéramos pensar en otra cosa que no fuera en quitarnos los tacones. Había sido el pacto hecho por teléfono y yo planeaba seguirlo al pie de la letra.

Al cabo de una hora bailando, me dirigí a buscar una bebida a la cocina, dónde me detuve en seco.

Joel Pimentel estaba sentado sobre un banquito alto, moviendo un vaso vacío entre sus dedos. Su cuerpo estaba encorvado hacia adelante y tenía la mirada perdida en la nada. Yo caminé lo más discretamente posible hasta la mesa y me serví un vaso de refresco antes de tomarlo todo de un trago y volver a servirme un poco más. Pude mirar de reojo como Joel se servía una cantidad alarmante de tequila en el vaso y la bebía casi de un trago.

Though You Can See Me- Joel Pimentel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora