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El lunes por la mañana, había decidido llegar más temprano de lo normal.

"Aquí no ha ocurrido nada. La vida sigue y tú sigues con ella." Me había repetido mentalmente todo el camino a la universidad.

Diego se había ido antes de la cena y yo había vuelto a llorar un mar. No había tenido el valor de encender el móvil y aún no lo hacía. Lo llevaba apagado dentro del bolsillo trasero de mis vaqueros.
Entré a mi salón de clases y me senté en mi lugar habitual. No había hablado con Lizeth para nada, y sabía que no podría extenderlo más. Llegaría el momento en el que tendría que contarle como me sentía y no estaba lista para ello.

Estaba tan inmersa en mis pensamientos que pegué un brinco del susto cuando algo cayó frente a mí, sobre mi mesabanco.

Cuando alcé la vista, el corazón me dio un vuelco dentro del pecho. Joel Pimentel me miraba fijamente. Su expresión era completamente inteligible, sin embargo, su mirada lucía triste y cansada. Tenía un enorme moretón en el pómulo izquierdo y el labio inferior completamente reventado.

—¡¿Qué te pasó!? —me puse de pie de golpe, mirando su rostro, horrorizada.

Alcé mi mano para tocar su labio, pero me reprimí a mí misma, cerrando el puño.

—No es nada —dijo, cerrando los ojos mientras negaba con la cabeza. —. No te preocupes. Te he traído tu libro, _____. Gracias.

Miré hacia mi mesabanco y observé la portada desgastada y vieja de mi libro antes de volver a mirarlo. —Deberías ir a que te revisen esos golpes, Joel. —susurré.

Él me regaló una media sonrisa tensa. Una sonrisa que no tocó sus ojos. Ni siquiera alcanzó a dibujársele un hoyuelo. —Merecidos me los tengo. Gracias. Nos vemos.

Entonces, se giró sobre sus talones y se echó a andar fuera del salón.
En la entrada, pude observar cómo se topaba con Lizeth, quien, a su vez, le dedicaba la mirada más venenosa que le había visto jamás.

Sin decir una palabra, Jos salió del aula y Lizeth me miró con clara preocupación. —¿Te ha dicho algo? —preguntó con suavidad.

—Me ha traído mi libro. ¿Qué demonios le pasó en el rostro? —pregunté, frunciendo el ceño. Necesitaba saberlo.

Lizeth se mordió el labio inferior y suspiró—: Erick lo golpeó cuando se enteró de todo.

—¡¿QUÉ!? —chillé.

La molestia y el coraje comenzaron a abrirse paso dentro de mi pecho. Yo no quería que Joel tuviera más problemas por mi culpa.

—Erick estaba molesto y Joel quería correr detrás de ti el sábado y... Bueno, Erick encontró una sola manera de detenerlo. —se disculpó Lizeth.

—No debió golpearlo —siseé, enfurecida. —. Joel no debería haber peleado con Erick por mi culpa. Yo...

Lizeth se limitó a mirarme con aprehensión antes de regalarme una sonrisa triste. —Lamento mucho lo que pasó, _____.

Yo cerré los ojos con fuerza y mascullé—: No importa. Ya no importa. Vamos a superarlo.

Los días pasaban a una velocidad impresionante. Con la escuela, las tareas, ayudar a mi madre en la tienda y estudiar como loca para las ridículas pruebas que mi profesor de literatura francesa me aplicaba cada semana, no tenía mucho tiempo para pensar en la única cosa que era capaz de robarme el sueño: Joel Pimentel.

Las noches, en cambio, eran un completo martirio.
Cuando caía la noche y me acostaba entre las sábanas, lo último que quería era pensar en él, pero era inevitable. Siempre; hiciera cuanto hiciera, terminaba pensando en él.
No me había llamado, no se había comunicado y yo tampoco había hecho nada por hablar con él.

Though You Can See Me- Joel Pimentel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora