20

498 42 16
                                    

Lo del viaje, lo del funeral de mi papá, los meses siguientes, la consulta médica, la cantidad de dinero para el tratamiento...

Cuando terminé de hablar, estaba llorando. —Estoy tan asustada —admití secándome las lágrimas con una servilleta.

Diego colocó una mano sobre una de las mías. —¿Lo sabe Joel? —susurró.

Yo negué con la cabeza. —N-No sé cómo decírselo. Él va a querer hacer todo para que yo me haga el tratamiento, pero no quiero hacerlo. No quiero hacerme el tratamiento...

—Es natural que él quiera apoyarte. _____, él te ama. Yo haría lo mismo por la persona que amo. Tú lo harías... ¡Lo hiciste!, cuando Joel se negó a la operación, tú misma lo ayudaste sin preguntar. Lo hiciste operarse en contra de su miedo y su voluntad y valió la pena. No puedes culparlo por querer ayudarte.

—N-No quiero que me tenga lástima —sollocé bajando la mirada.

—¿Crees que él te tiene lástima?, ¿crees que él te la tendría?, ¡Dios, _____!, ¡Te ama!, ¿Qué parte de eso no te cabe en la cabeza?, cuando se ama no queda espacio para nada más que para el amor —su mirada buscó la mía.

—N-No puedo hacerle esto. No puedo hacerlo pasar por esto una vez más.

—¿Y por eso te sacrificas?, ¿Por eso te quedas callada?, _____, debes decirle a Pimentel lo que pasa.

—¿Decirme qué? —la voz ronca de Joel me hizo alzar la cabeza.

Él me miró con preocupación y angustia pintada en el rostro. —¿Qué está pasando, _____? —Se acuclilló delante de mí—, ¿Qué está mal?...

—Yo... —Diego vaciló un momento—, yo tengo que ir a clase.

Abrí la boca para responder, pero no salió ningún sonido de mis labios. Estaba petrificada en mi asiento, con las mejillas bañadas en mis propias lágrimas y el miedo instalado en todo mi cuerpo.

Quería llorar. Quería gritar. Quería correr lejos y no mirar atrás. No estaba lista para decírselo a Joel. No quería que lo supiera. No quería causarle esa clase de dolor. Quería protegerlo de todo esto. Quería protegerlo de mi misma.

En ese momento comprendí lo que él sentía cuando yo estaba cerca. Comprendí aquellas palabras que me dijo la noche de nuestro primer beso:

"¡Mereces algo mejor que yo!, ¡Mereces algo mejor que estar con un maldito ciego!"

Joel merecía algo mejor. Joel merecía algo mejor que estar con una chica condenada a perder la capacidad de ver...

Toda mi vida creí valorar el simple hecho de poder ver. Sin embargo, me di cuenta de que tener dos padres invidentes, no me hizo ponerme en sus zapatos. No me hizo valorar lo que la vida me regalaba todos los días:

Ver, escuchar, hablar, caminar, oler... La simple capacidad de sentir, de poder reír, de poder llorar, de cantar, de bailar, de sonreír... ¿Cómo no me había dado cuenta antes de lo mucho que me importaban esas pequeñas cosas?, ¿Cómo es que nunca me había puesto a pensar en cuánto tiene que trabajar mi cuerpo sólo para caminar?... ¿O ver?...

Comprendí lo que Joel tuvo que enfrentar. El valor que tuvo al afrontar su realidad. La forma en la que se levantó después de haber caído de tan alto, ¿Yo podría hacerlo?, ¿Podría aprender a vivir de la misma forma en la que Joel lo hizo?...

Una extraña sensación de pesadez se instaló en mi pecho. No podía. No estaba lista para afrontarlo. ¿Cómo había sido tan estúpida?, ¿Cómo es que nunca se me ocurrió que Jos estaba muriéndose de la incertidumbre día con día?, sin saber si algún día iba a poder volver a ver. Sin tener aspiración alguna. Sin querer hacer otra cosa más que desaparecer.

Though You Can See Me- Joel Pimentel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora