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El sonido retumbaba en lo más profundo de mi cráneo. La conocida melodía martillaba con furia dentro de mi cabeza y entonces, mis ojos se abrieron.

Me puse de pie intentando no hacer ruido. Caminé hasta mis vaqueros, que se encontraban tirados en el suelo, y los levanté, buscando en los bolsillos el ruidoso aparato.

El timbre dejó de sonar y maldije por lo bajo antes de volver a escucharlo.

Joel se removió incómodo en la cama y masculló—: Por el amor de Dios, responde.

El nombre de Diego brillaba en la pantalla y mi corazón dio un vuelco dentro de mi pecho. Mi mirada viajó a la esquina superior derecha, donde el teléfono marcaba la hora. Eran las tres quince de la madrugada.

Mi ceño se frunció profundamente y dudé si debía responder, pero una parte de mí me gritaba que debía hacerlo. Diego no llamaba a las tres de la mañana sólo porque sí.

—¿Diga? —susurré con la voz enronquecida por el sueño.

—¿_____? —la voz de Diego me golpeó como un látigo. La culpa comenzó a filtrarse dentro de mi pecho.

—¿Diego? —Susurré—, son las tres de la mañana.

—Ya lo sé, _____. Ha sucedido algo. Debes volver a la ciudad ahora mismo. —la seriedad en el tono de su voz hizo que me estremeciera de pies a cabeza. El temblor de su voz hizo que mi corazón se acelerara.

—¿Qué?, ¿de qué hablas?, ¿qué pasa? —una horrible sensación de desesperación se instaló en mi cuerpo, haciéndome imposible pensar con claridad. Algo iba mal. Algo iba mal y todo mi cuerpo me lo gritaba.

El silencio en la línea me hizo revisar el teléfono para comprobar si seguía la llamada y, justo cuando iba a espetarle a Diego que debía hablar, su voz, entrecortada, sonó—: T-Tu papá t-tuvo un accidente.

Todo el mundo comenzó a desvanecerse. Todo comenzó a caerse a pedazos a mí alrededor y lo único que podía escuchar eran aquellas palabras una y otra vez. Como un eco. Como una tortura...

—¿Q-Qué? —Mi voz salió en un susurro ahogado—, ¿Q-Qué le pasó?, ¿está bien?

Las lágrimas se agolparon en mis ojos mientras un nudo comenzaba a instalarse en mi garganta y otro nudo en la boca de mi estómago. De pronto, no podía sostenerme en mis propias piernas y fui vagamente consciente de los brazos fuertes de Joel envolviéndose en mi cintura, llevándome a la cama.

Diego no respondía. ¿Por qué no respondía?

—F-Falleció, _____. Tu papá falleció.

Todo era un borrón indescriptible. Todo parecía lejano. Todo parecía un sueño. Una horrible pesadilla.

Miraba el paisaje sin mirar nada y Joel sostenía mi mano mientras conducía el jeep de Erick a mitad de la noche. Erick y Lizeth venían en el asiento trasero del Jeep, adormilados y confundidos.

Mi mano estaba sobre la palanca de velocidades y Joel tenía su mano puesta sobre la mía, con la mirada fija en el camino, pero todo el cuerpo en tensión.

Yo había entrado en una especie de trance. Un estado de adormecimiento que no me dejaba quebrarme. Que no me permitía romper a llorar en ese momento, a pesar de querer hacerlo.

Joel era el único que podía mantenerme completa.

Ni siquiera fui consciente de cuánto tiempo había transcurrido hasta que comencé a ver el sol saliendo mientras entrábamos a la ciudad.

—Ya casi estamos ahí, bebé —susurró Joel, besando mi mejilla en un alto y cerré mis ojos ante el cálido contacto.

Quería ver a mi mamá. Quería saber qué demonios había pasado. Necesitaba una explicación. Necesitaba saberlo o iba a volverme loca.

Joel condujo hasta mi casa y aparcó frente a la puerta principal. Lizeth y Erick bajaron del auto y yo abrí la puerta, dispuesta a salir. Joel me detuvo, sosteniendo mi mano con fuerza y me volví para mirarlo.

—Sabes que estoy aquí, ¿verdad?, sabes que te amo y que estoy aquí contigo, ¿no es así? —el tono de su voz era dulce y urgente.

Yo asentí y besé su mano suavemente —T-Te amo —tartamudeé con la voz enronquecida por el dolor que me invadía el pecho, y entonces, soltó mi mano, dejándome ir.

Me abrí paso hasta la puerta principal y mis manos temblaron mientras buscaba las llaves.

—Déjame ayudarte —la voz dulce de Joel llegó a mi oído mientras me quitaba mi bolso y rebuscaba él mis llaves. Estaba a punto de quebrarme. Estaba a punto de echarme a llorar.

Joel abrió la puerta principal y yo me precipité al interior.

Lo primero que vi al entrar a la sala fue a mi madre, sentada en el sillón, a Diego sentado frente a ella y a Patricia y a Mía abrazando a mi madre con fuerza. Diego se puso de pie y abrió la boca para hablar, pero sus ojos se posaron en Joel un par de segundos antes de estirar su mano hacia mí.

—¿Qué pasó? —susurré, sin moverme ni un milímetro. No quería que nadie me tocara.

Mi madre escuchó mi voz y la vi intentar recomponerse. Jamás la había visto tan afectada. Jamás la había visto tan vulnerable. ¿Dónde estaba aquella mujer fuerte y decidida que me había criado?, ¿se había ido junto con mi padre?...

—_____ —mi mamá se levantó del sillón y se encaminó hacia mí. Tenía el rostro bañado en lágrimas y el moño del cabello alborotado por tanto pasarse las manos por él.

Su labio inferior temblaba y pude notar cómo intentaba ser fuerte frente a mí. —¿Qué pasó? —mi voz era un murmullo débil y tembloroso.

—T-Tu papá... —susurró casi en un sollozo—, fue un accidente. Yo...

Tomó una inspiración profunda y yo apreté la mandíbula para no ponerme a gritar que necesitaba saber qué había pasado.

—Lo atropellaron —dijo, finalmente. Toda mi sangre fue drenada de mi rostro en el momento en el que escuché las siguientes palabras—: No lo logro, _____. Él... Él no lo logró.

Lágrimas pesadas y gruesas se apoderaron de mis ojos y todo mi cuerpo comenzó a temblar. Una horrible sensación de vacío se instaló en mi pecho. Mi papá había muerto. Mi papá se había ido para siempre... Nunca más iba a besar mis mejillas al llegar de trabajar. Jamás volvería a envolverme entre sus brazos...

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Though You Can See Me- Joel Pimentel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora