24- Epílogo.

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Siempre había odiado los hospitales.

Los había odiado aún más cuando pasé un año entero entrando y saliendo de uno.

Aún podía recordar aquella noche en casa de Joel cuando mi vista se había nublado con un halo oscuro. El peso de mi problema degenerativo había caído sobre mis hombros ésa noche y jamás podría olvidarlo.

Me había derrumbado una vez más. Me había convertido en una masa temblorosa, llorosa y asustada y, aún así, Joel nunca se apartó de mi lado. Se encargó de mantener unidas todas mis piezas. Se encargó de devolverme a la tierra cuando mis pensamientos vagaban por lugares oscuros.

Había sido difícil aceptar lo que estaba pasándome. Llegué a odiarme. Llegué a odiar absolutamente todo lo que tenía cerca. Llegué a intentar desistir en el tratamiento... Pero siempre estaba él. Siempre ha estado él...

—¿Srta. _____? —me llamó la enfermera, sacándome de mis cavilaciones.

Me vi tentada a corregirla, pero me quedé callada. La seguí por el pasillo hasta el consultorio médico.

—Tenemos los resultados de los análisis... —anunció el médico.

Apreté mis puños con fuerza. Estaba ridículamente nerviosa. Estaba aterrorizada y al mismo tiempo, deseaba con todas mis fuerzas que el resultado fuera el que yo deseaba.

—Es positivo —mi corazón dio un vuelco con esas simples dos palabras.

Positivo. Positivo. Positivo. Iba a ser mamá. Iba a ser mamá. Iba a tener un hijo. Iba a tener un hijo de él... —¿E-Es enserio?, quiero decir, ¿está seguro? —mi voz sonó temblorosa a mis oídos.

Miré al doctor a través de la montura de mis aparatosos anteojos. —Felicidades —sonrió.

Y yo le sonreí de vuelta. Una extraña sensación de plenitud me inundó el pecho. No me veía a mi misma cargando a una pequeña criatura entre mis brazos. Ni siquiera podía imaginarme jugando con un pequeño o una pequeña. Nunca había estado rodeada de niños, ¿cómo iba a criar uno?...

Mi teléfono comenzó a sonar, sacándome de mis cavilaciones. Miré el número en la pantalla y desvié la llamada para poder escuchar al médico dándome indicaciones.

Me llenó de folletos, pastillas y vitaminas de todos colores y tamaños. Todo se sentía demasiado. ¿Iba a ser mamá?...

No hacía más de seis meses que nos habíamos fugado y nos habíamos casado. Mi mamá y Lizeth se habían enojado un mundo conmigo por haber hecho las cosas de esa manera, pero no queríamos esperar. Joel tenía un buen empleo y había comprado un pequeño departamento al centro de la ciudad. Era una locura. Había sido una completa locura, pero no me arrepentía. ¿Cómo podía arrepentirme si lo amaba tanto?...

¿Cómo podía arrepentirme si habíamos pasado toda clase de adversidades a lo largo de nuestros cuatro años relación?...

Mi teléfono comenzó a sonar una vez más. —Hola —saludé porque ya sabía quién era.

—¿Qué te dijo el médico? —la voz de Joel sonaba urgente y asustada. Odiaba escucharlo tan preocupado.

—Necesito decírtelo en persona. ¿Te veo en casa? —definitivamente, estaba aterrada. Habíamos acordado esperar un par de años antes de tener hijos. ¿Cómo iba a tomarlo?...

Me subí a la vieja Ranger de Joel y acomodé el espejo retrovisor. No podía acostumbrarme a verme con anteojos. La degeneración había alcanzado un severo grado de miopía, así que tendría que utilizar lentes el resto de mi vida, pero no había perdido la visión por completo. Podía ver. Podía ver y no cambiaría eso por nada del mundo.

Encendí el auto y conduje hasta el edificio donde vivíamos y subí las escaleras pesadamente y entré a casa. Vivir con Joel era una experiencia maravillosa. Ser su esposa era otra aún mejor.

Espero les haya gustado mucho.
Pasen a leer las otras obras que hay en mi perfil, y de pasa podrían seguirme.
Voten y comenten.
—Adriana.

Though You Can See Me- Joel Pimentel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora