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Esperaba que la cena fuera incómoda. Esperaba sentirme tensa y nerviosa, pero era todo lo contrario.

Erick y Lizeth reían y tonteaban contagiándonos a Joel y a mí con su buen humor. Cuando me di cuenta, yo estaba riendo de los comentarios bobos y sin sentido que Joel y Erick se dedicaban.

A veces, me sorprendía a mí misma mirando a Joel fijamente, observando su manera de sonreír, su manera de arrastrar las palabras al hablar, su manía de agarrarse el cabello y pasar sus dedos pulgar e índice por su labio inferior. Cómo se sentaba con el cuerpo encorvado hacia adelante, con los codos sobre la mesa, poniéndole toda la atención posible a mis comentarios...

Me sorprendí cuando me di cuenta de que mi estábamos tan cerca en la mesa, que podía sentir su rodilla rozando la mía suavemente.

Nos dirigimos al bar del pequeño pueblo. Era un lugar acogedor, alumbrado con pequeñas velas, haciéndolo romántico y rústico al mismo tiempo.

Al fondo de la habitación, se encontraba un chico tocando la guitarra, cantando canciones románticas de moda. Pude reconocer la melodía de una canción que Lizeth solía escuchar e inmediatamente me enamoré del lugar.

No era del tipo de chica que salía a bares, pero definitivamente éste me hacía querer volver.

—Te toca —dijo Erick a Joel, entregándole las llaves de su Jeep.

Joel le guiñó un ojo y sonrió. —Descuida. Lo tengo cubierto. —dijo, guardando las llaves dentro del bolsillo de su gabardina.

Lizeth y Erick se sentaron en una pequeña mesa para dos y mis cejas se alzaron con incredulidad.

—Si esos son nuestros amigos, no quiero imaginar lo que será de nosotros cuando tengamos problemas —dije negando con la cabeza al ver cómo mi amiga y su novio se sumergían en su propio mundo de besos y arrumacos.

Una risita ronca brotó de la garganta de Joel y yo le lancé una mirada irritada. —Déjalos. ¿Tú no harías lo mismo si estuvieras en su lugar? —dijo él encogiéndose de hombros mientras nos dirigíamos a la barra. —. Quiero decir, estar en medio de la nada, con el amor de tu vida... Suena como a muchos arrumacos y besos para mí.

Una sonrisa se deslizó por mis labios y asentí lentamente. —Supongo que tienes razón. —dije, sentándome en uno de los banquillos altos.

Joel se sentó a mi lado y le hizo una seña al cantinero. —Yo quiero una cerveza —dijo y su mirada se clavó en mí —, ¿tú?

Yo miré a Joel y entrecerré los ojos. —Vas a conducir, Joel Pimentel, no se supone que debas beber. —solté, ignorando al cantinero.

—Será una cerveza —dijo, rodando los ojos—, una cerveza no le hace absolutamente nada a tu sistema.

Yo lo miré, dudosa.

—Confía en mí, _____. —dijo, sonriendo, pero noté la irritación en el tono de su voz.

Yo le devolví la sonrisa irritada y miré al cantinero diciendo—: Yo también quiero una cerveza.

El cantinero trajo dos botellas de vidrio y di un trago largo antes de hacer un gesto por la amargura de la bebida.

Joel miraba atentamente al chico que cantaba y podía ver cómo sus dedos marcaban el ritmo de la melodía suave que estaba sonando.

—Es bueno —dijo, antes de dar un trago a su bebida.

Yo miré al chico. Tenía una voz agradable, pero su voz no era, ni de cerca, comparada con la de Joel. —No es mejor que tú —dije, porque realmente lo creía.

Though You Can See Me- Joel Pimentel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora