Capítulo 27.

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Lali

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Lali.

Junto a mi hermana fuimos al río a lavar los Cuencos y las cacerolas que estaban sucios. Y también poder pasar un rato justas y así hablar. A los hombres los dejamos solo, para que ellos puedan seguir hablando, además Peter no estaba muy feliz por hacerlo tomar el remedio. Entonces preferí ayudar a mi hermana. No quería que me mirara enojado por hacerlo beber el remedio.

No puedo evitar sonreír ya que él no debe estar acostumbrado a probar algo así, pero le ayudará a retomar fuerzas.

— Odio no tener todas mis cosas. — la voz frustrada de mi hermana me saca de mis pensamientos.  — extraño toda mi ropa y aquí solo tengo esto. — me muestra el vestido que lleva puesto. — y unos dos más, que me toca lavarlo.

— Eugenia sabíamos bien que no podíamos traer todas nuestras cosas a causa del viaje, pero sabes nuestro padre nos mandaría nuestras pertenencias, puede que ya nuestras cosas ya estén en el clan de los Lanzani. Solo tengamos paciencia.

— Ojalá. Quiero tener mis cosas nuevamente.

— Solo ten paciencia. Ya mañana prenderemos nuestro viaje nuevamente y está vez estoy segura que llegaremos por sin a sus tierras.

— Eso espero. — suspira. — Por fin acabamos de lavar esto. Hay que meternos.

Asiento y nos metemos en el agua sin importar que nuestra ropa de moje. Entre risas jugamos en el agua, nos sumergimos y nadamos. Si Rochi estuviera aquí, comenzaríamos una guerra.

Estamos un rato más, después salimos del agua y tomamos los platos, caminamos nuevamente al campamento. Nico se encuentra afilando su espada y al vernos arruga el ceño.

— ¿Se cayeron en el agua? — nos pregunta.

Euge y yo nos miramos, después lo miramos a él, negando.

— No. No nos hemos caído.

— Entonces, ¿Por qué están con la ropa mojada?

— Nos metimos así a bañarnos.

— Lali y yo nos quisimos dar un baño en el río. No nos quisimos quitar la ropa por miedo a que alguien apareciera.

— Okay... — nos miró no muy seguro. — vayan a ponerse ropa seca, no sería bueno que terminen enfermas.

— Eso haremos. — digo mientras me dirijo a la tienda.

Al entrar Peter está sentado, leyendo unas notas muy concentrados. Él se percata de mi y al igual que Nico me queda viendo extrañado.

— ¿Qué te pasó?

— Eugenia y yo fuimos a lavar los cuencos y cacerolas sucias. No pienses que nos caímos. — digo rápidamente antes que lo pregunte. — decidimos meternos con ropa en el agua. No sabemos si hay bandidos cerca, y por si a caso sería más fácil salir rápido y correr, si apareciera algún peligro.

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