Lali.
Cuando quiero luchar hay algo que me lo impide. Escucharle decir que deseaba que yo también hubiera muerto me duele mucho. De verdad intento seguir luchando, pero cada vez se me hace más difícil.
Llego al río, y por aquí está el lugar que Peter me mostró, pero siento que si voy, estaré haciendo algo mal, porque él ya no me quiere.
Cierro mis ojos y siento la brisa correr por mi cara. El cielo se está nublando, es como me siento ahora mismo. Una oscuridad dentro de mi.
— ¿Lali? — giro y medio sonrió al ver a Bruno. — ¡Que bueno que salió del cuarto! — corre hacia mi y me abraza.
Me sorprendo, pero también lo abrazo ya que necesito algo de amor.
— ¿Te alegra de saber que estoy afuera?
— ¡Claro que sí! Luz ha estado triste, cuando le cuente que ya no estás dentro de tu habitación vas ponerse muy feliz. — mira hacía el cielo. — es mejor que nos vayamos adentro ya que va llover.
— ¿Cómo sabes? — yo sé que va llover, pero quiero que él me lo diga para que se ponga feliz.
— Porque está nublado y cuando eso pasa llueve.
— Eres muy inteligente, eres igual a tu padre. — sonríe encantado ante mi elogio y me toma de la mano.
Caminamos de regreso al castillo y Luz al verme da un grito de felicidad y corre hacia mi abrazándome.
— Te dije que se iba a poner feliz.
— Que bueno que saliste ya. No me gustaba verte triste.
— Gracias cariño. Gracias a los dos por darme su cariño.
— Vamos, La señora Fabiola está haciendo dulce.
— Quiero dulce. — dice emocionado Bruno.
Ellos me miran esperando a que haga o diga algo. Lo único que hago es asistir y ellos se miran felices. Cada uno me agarra de una mano y me llevan a la cocina. Las mujeres que estaban cortando y limpiando giran a vernos. Ellas se sorprenden de que yo esté aquí.
— Fabiola. Lali quiere dulces.
— Entonces hay que darle. — sonríe encantada y nos sirve unas cuantas bolitas.
Agarro uno, pero no tengo mucho apetito, pero no quiero hacer sentir mal a nadie. Los niños comienzan a relatarme como Peter los ha llevado a cabalgar y me entra nostalgia. Yo he dejado olvidada a mi pobre Blanquita. Extraño montar, pero no creo que esté en condiciones de hacerlo.
— ¡Bruno! — todos giramos a ver y Laila está en la puerta y nos mira molesta, bueno mas bien a mi. — ¿Que haces aquí? Te estuve buscando por todos lados.
— Estaba jugando con Luz y después encontré a Lali y venimos a comer a un poco de dulce que preparó la señora Fabiola.
— Sabes que no me gusta que comas esas cosas.