Lejos de casa

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Llevaba minutos callendo y todavía no tocaba el suelo, desde arriba podían ver que era una caída extenuante pero ya era ridículo el tiempo que le tomaba llegar hasta lo más bajo, por lo menos para Rae que seguía sin ser paciente en absoluto. Después de un tiempo dejó de ganar velocidad, quedándose con una velocidad de caída constante, esto debido a la resistencia del aire sobre su cuerpo y también por su tamaño.

Lo que le preocupaba es que nadie supiera donde estaba, subir la montaña escalando sería una opción de no estar tan recta en ciertas partes, o de inclinaciones por las cuales él no podría pasar.

Tras mucho tiempo cayendo por fin aterrizó en el suelo, calló sobre sus piernas tomándose un tiempo para recuperarse después de la caída, miró con desánimo la enorme cumbre de la que había venido, bueno en realidad parte de ella pues las copas de los árboles tapaban mucho su vista, ¿quizá podría esperar ahí a que alguien fuera a rescatarlo? Si eso sonaba mejor que intentar trepar toda una montaña por si solo.

Esperaría...alto ¿Esperar?, la piel se le puso de gallina de solo pensar en esperar a que le rescataran, ya de por sí, esperar y no haber seguido a Dalia lo había metido en este aprieto, ahora tenía que esperar de nuevo?, por supuesto que no, ademas si él había sobrevivido a la caída lo más probable es que el ciempiés también haya sobrevivido, aunque estando siego y perdido en el bosque quizá el no causaría muchos problemas.

Seguro los otros también tardarían lo suyo en encontrar por donde calló y mucho más en saber donde está, dejó su aguijón como punto de referencia y en un par de hora regresaría a ver si había una novedad, mientras iría a dar vueltas por el bosque a ver qué si se encontraba con algo.

Los grandes árboles que le rodeaban cubrían con sus grandes hojas la mayoría de la Luz dándole un aspecto lúgubre al bosque, pero eso no le importaba a Rae, el estaba más emocionado de explorar un lugar nuevo que dejó de prestar atención de donde iba, aunque era realmente bastante parecido al lugar por el qué pasó antes de llegar a la tribu, puesto que el bosque era extremadamente grande.

—¡Ayuda!— Se escuchó un grito agudo a lo lejos

A Rae no le iba mucho el rollo heroico, pero quizá por saber qué pasaba o por esperar un combate emocionante se dirigió corriendo a la procedencia del grito, fue tras pasar por debajo de unas hojas caídas encontró un carro de madera tirado(jalado) por dos grandes orugas, sobre el carro había una mariquita que por lo visto era la conductora de ese transporte siendo víctima de un asalto.

Y quien era su asaltante era un insecto de un tamaño un tanto mayor al de Rae, un aguijón largo de un único filo, su capa era de un color azul grisáceo, tenía un interesante collar que parecía que antes estaba atado con cadenas, sus ojos eran de un color negro que no expresaban nada más que absoluta indiferencia no mostraba ni un atisbo de nada en absoluto, de no ser por qué le estaba amenazando con un aguijón la mariquita no estaría tan asustada, por otro lado su cara era lo más curioso de todo contaba con tres pares de cuernos en su cabeza dos de menor tamaño al inicio de su cara, seguido de dos un tanto más largos que se curveaban hacia arriba y los últimos de mayor tamaño eran como las astas de un siervo.

Rae reconoció el parentesco de inmediato, era evidente, aquel raro asaltante era claro uno de sus hermanos, lo primero que sintió al verlo fue emoción, no había visto a ninguno de sus hermanos desde que le perdió la pista al caballero, pero luego se dio cuenta, gracias a sus movimientos y expresiones fuertes, que su hermano estaba robando, y eso según Dalia, estaba muy mal.

—¡Por favor que alguien me ayude!

—......— El hermano del contenedor sacudió de forma más violenta sus manos y presionó su aguijón contra el cuello de la mariquita.

Rae, historia de una vasija Donde viven las historias. Descúbrelo ahora